PORTADA-DIMENSIÓN 24, diciembre de 2013

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“Quien “no encaja en el mundo”, está siempre cerca de encontrarse a sí mismo”.

Hermann Hesse

DIMENSIÓN 24

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ABSURDOS FECUNDADOS SIN PROCEDENCIA (Mb-6V!)

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EXTRODUCCIÓN 10

Nací por obra y gracia de una explosión, entre los montes tempranos de mi madre y el país descalzo de mi padre, inventé prematuramente un idioma que por falta de seguidores se ha extinto, en mi primer año aprendí a volar, aprendí también el ascenso rápido, la caída libre y a planear sobre la calidez del aire paralelo al cóndor. Mis deportes favoritos fueron siempre el ágape, desobedecer a mi madre y torturar felizmente al mundo con una triste pregunta. Me cambié el nombre dos veces, una a petición de la radio y la segunda a la del notario. Mi madre dice que mi curiosidad mató a muchos gatos y por eso aprendí fácilmente la tabla del siete, he amado siempre a los animales, especialmente a las estrellas, y por eso los como. De pequeño quise ser niño, uno indestructible, inmortal y sin interruptor de apague a las aventuras majas y asquerosas. Ya de grande crecí a la fuerza y tuve que aceptar la redondez del mar. Pirómano por inercia, filósofo destituido, teólogo abortado, culpable según mi madre de muchos traumas y sabores, testigo por ambición y encargo, en especial de hechos no muy formales, “sin rodeos ni ropa”.

Crezco y me creo santo, deambulo danzante por la desnudez del mundo, parcialmente teñido de un pachulí natural; doy pocos pasos al día para evadir impuestos, a veces solo uno; mido mis palabras una a una para evitar ofensas, miro hacia la firmeza para esquivar infortunios con ojos ciegos y para no exponer mis parpados a las luces artificiales; sonrío de vez en cuando para llenar mi rostro de vejez, doy consejos solo a extraños para cuidar mi salud, hablo dormido para no ser molesto, soy fanático del romance, sueño despierto para descansar en la noche, llevo ganada media vida y la que viene pienso empeñarla, debo no más de cien promesas y me hice fan de la muerte no más para evadirla; hablo con desconocidos para contradecir a mi madre, soy hincha de la viveza; aunque no aparento más que palidez, tengo en mi dedo gordo del pie derecho no más un vello y eso me hace detallista, me gusta correr cuando nadie me observa,
tengo unos zapatos que me han llevado a mi primer amor y de regreso a casa, ando descalzo desde que recuerdo haberlos comprado, no consumo fármacos porque me dan taquicardia, tengo pocas cicatrices y una de ellas fue por culpa de dios, me gustan los números porque en ellos encuentro lo impreciso, creo en la imperfección y me gusta un tanto el agua. No peleo desde que perdí mi último diente, le temo al médico porque me intimida, toco la percusión por masoquismo y aprendí a bailar mientras pateaba una lata, juego ajedrez tanto como leo la biblia, peco de vez en cuando como deporte extremo, no puedo pensar sin ponerme el índice en la sien, tengo unos calzones desde mis cinco años que no abandono por nada y un pijama del hombre araña que me hace soñar estupideces, me gusta escribir el odio, el arroz con leche porque me produce diarrea incapacitante y soy tan amante al dulce por sus ebrias consecuencias, desafié a dios a la presencia, pero está más agobiado que belcebú. De grande fui astronauta prodigio, pero decepcioné a mi falo por haber nacido en esta tierra, tengo hambre en cada momento, y creo en la revolución como en mi intestino, creo también que la hostia es santa porque vale mucho dinero, y que no hay verdad más cierta que la mentira de mi vida. A veces creo estar muerto cuando recién despierto o no escribo.

Creo en la vida como un sueño con deseos, en el pensamiento como un rincón olvidado, en mis manos como el más grande asesinato, en el mundo como un vómito blanco, en el miedo como el dios abstracto que me permite la torpeza y en esta revista como el otro dios que me dice donde morder. 

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DE LA ALTURA Y LA VIDA (Urraca)

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 “El cuervo no engendra a la alondra”
William Shakespeare, Tito Andrónico.

Han pasado dos años desde que Susana, se fue a vivir al campo. En la ciudad, el aire estaba lleno de una polución apretada y parda que ennegrecía los pulmones: en sus calles florecía el ruido y en cada esquina los asaltantes nocturnos acechaban e intimidaban.
Escogió cuidadosamente el sitio de la casa: una colina cubierta de pinos en el centro de la meseta. Sembró jardines de hortensias, margaritas, rosas y flores silvestres tomadas de la vegetación natural del medio. En las tardes de sol caminaba entre los árboles, trasplantaba veraneras a rincones inesperados, reía en la plenitud salvaje de la naturaleza y se deleitaba enormemente con el espectáculo presentado por los crepúsculos en aquel lugar.
Siete meses después de su traslado al campo, Susana se encontraba sentada sobre una piedra con la cara recostada en las rodillas, olfateando los viajeros perfumes de la tarde. Sintió que la naturaleza se le metía en los pulmones y le respiraba con fuerza. Súbitamente una angustia se le amarró en el estómago como un vértigo de ausencias y sintió que se desmayaba. Se recostó en el prado, inhaló y exhaló fuertemente, y se tomó su tiempo para recuperarse. No le dio mayor importancia a este suceso y regresó a casa, a los brazos protectores de la música de Dvorak.
Dos años después de su instalación en el campo, sucedió lo imprevisto. Susana cayó enferma con altas fiebres y su actual vida se veía interrumpida por intermitentes momentos de lucidez y sopor. En una tregua que le brindó el asedio del mal aún incipiente, estuvo meditando sobre su situación y comprendió que le esperaba un prolongado viaje hacia el delirio. Aquella tarde, Susana miraba la niebla que ocultaba un gran cerro. Ese día, no salió a caminar en medio del bosque. Se quedó toda la tarde en el estudio de su casa y escribió tratando de aclararse. Pero su pensamiento seguía brumoso, como las montañas. Sólo conseguía desenterrar presentimientos. Hace más de dos años empezaron a aparecer los primeros síntomas de aquella enfermedad que le aquejaba. Vinieron espaciadamente, como nubes premonitorias. Después con el paso de los días, se fue espesando su consistencia. Hoy es una punzada que le mantiene despierta la conciencia.
En este ambiente sano, amplio y refinado vivió Susana sus últimos días; con dignidad, amor y gusto por lo bello. Allí cultivó su personalidad. Nada comentó acerca de su enfermedad. Desde el día que se enteró de ésta, algo en ella cambió, se notaba en su semblante una secreta complicidad que la sumía al silencio. Sus actos y su vida misma se tornó de un aire misterioso y sus miradas se convirtieron en un lenguaje más elocuente que las palabras

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¿Y QUIÉN ES ELLA? (Psyquest)

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Ella es la preciosa dama azul de cabellos libres como cometas al viento,
Ella es una risa al compás de muecas de tu rostro en invierno;
Ella es una chica de boina negra y  gafas color café,
Ella es quien grita “no se vale” cuando alguien dice “te gané”;
Ella es una sonrisa cuando la miras a los ojos,
Ella es una mochila y un libro de cuentos locos;
Ella es quien se deleita del Journal con sus columnas de opinión,
Ella es un rotundo no al Dom Pérignon;
Ella es una ola fría de medio día, pero de noche una intensa calidez que no creerías;
Ella es un how are you con un ça va,
Ella es una peca más dos pecas color cereza más una trenza;
Ella es una inocente mirada bajo un árbol en primavera,
Siempre viajando en un asiento de primera;*
Ella es un grito de la indignación a la burocracia,
Ella es un vuelo de América a Asia;
Ella es la chica que no cede sus preciadas pulseras a cualquiera,
Ella es una foto en blanco y negro guardada en la guantera;
Ella es una flor que crece en el inerte desierto de la capital,
Ella es escuchar Spinetta a las 1:50 de una mañana boreal;
Ella es quien usó mi cabeza como un revolver,*
Ella es detener el tiempo arrojando al acantilado tu Rolex;
Ella es la contralora de mi abrir y cerrar de ojos,
Ella es una risotada cuando te expresas con tu rostro;
Hoy ella es quien se cobija para que lo real no se atreva tan siquiera a tocarla,
Y mañana una malvada que en cualquier momento podría visitar tu morada;
Ella es un cuento corto que aspira a convertirse en novela,
Ella es un cállate y abrázame con sabor a caramelo y ciruela;
Ella es el sueño de un perdedor que la encontró,*
Ella es la musa de un trovador que no siempre rimó;
Ella viene a mojarse los pies en la luna,*
Y ahora  es tan clara que ya no es ninguna…*
Ella es el producto de las palabras que danzan en el amanecer,
Y al final ella será todo lo que para mí podría ser, y no ser… cada anochecer.





Fragmentos tomados de: * “la parte de adelante” Andrés Calamaro.
*“Ella uso mi cabeza como un revolver” Soda  Stereo
*”Ella” Rata Blanca.
*Ella también” Luis Alberto Spinetta.

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SIN OBJETO ALGUNO (Parte uno) (Andrés Pérez)

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Estoy aquí, con el culo aplastado a la silla encasillado en las cuatro mugrientas paredes de esta casa, departamento, cueva moderna o lo que sea, preguntándome lo que siempre me pregunto ¿Qué maldita sea hago aquí?  ¿Qué estoy haciendo? La respuesta más fácil sería decir nada, pero hacer nada es ya hacer algo. Por lo tanto, estoy haciendo algo. Pero… ¿Qué? nada. Entonces ¿Cuál es pues, la verdadera respuesta?  Preguntas y respuestas a sí mismo, a su Yo incongruente, indeciso, inexplicable, desconocido, contradictorio, absurdo, irracional, idiota. Interesante juego para realizarlo después de no haber podido dormir un carajo en toda la noche y venirse a sentar en una silla que te maltrata el culo, mientras por la ventana se va colando el primer rayo de sol de un nuevo día que apesta a mierda, a compromisos, a rutinas, a horarios, a vomito social, a desayuno mal hecho, a agua fría que te congela los huesos, a la misma ropa de ayer, de antier, el mismo camino, el mismo autobús, la misma palabrería con los otros, las mismas falsas miradas, los mismos besos y abrazos. ¿Qué carajo estoy haciendo aquí, en esta silla desbaratada, en la casa destartalada, en el país saqueado y en este planeta acabado? No sé, no sé.
Que falta de decisión. Por ahora la única decisión que puedo tomar es levantarme de la silla y dejar que mis pasos arrastren el peso de mi cuerpo hasta la puerta del trabajo o del estudio. Y allí abandonarme nuevamente, acoplar el cuerpo y la mente a ese espacio atiborrado de personas que quizás pudieron dormir toda la noche plácidamente, soñaron cosas lindas y al despertarse no se preguntaron pendejadas sentados en una silla, sino que encendieron la radio  y se pusieron a cantar y seguirán cantando el resto del día. ¡Qué vida tan feliz esa! No preguntarse nada. Estar así  como en una inercia mental. Saborear la monotonía y repetirla hasta el infinito. Agradecer al señor por semejante vida.
Pensándolo bien, esta mañana podría cambiar las cosas, hacerlas diferentes; por ejemplo  encender la radio y cantar y… bailar. Mirar la televisión y escuchar  a los nuevos sabios que te venden el positivismo como la única energía que puede mover el accionar de un cuerpo. Sonría, hoy es un día para sonreír. Actitud positiva. Pastillas de POSITIVINA, esas la vende Jota Mario y el presidente del país. Tendría que tomarlas y en dosis mayores. ¿Cuáles serían las contraindicaciones? Adicción, escalofríos, pérdida de la razón. He ahí la cuestión: perder la razón.
Podría, del verbo podrir, estar perdiendo la razón y otras cosas. Como no perderla en este manicomio que es el mundo, donde los más cuerdos son los locos. Y ahora siendo consecuente con la pérdida de mi razón, voy a levantarme de la silla a no hacer nada. A tomarme el medicamento, ojear un viejo periódico en busca de los clasificados, y encontrar un mejor empleo, con un horario más flexible, con patronos no tan patronos y sobre todo con niñas lindas, pero no pendejas. No soporto la pendejada y mucho menos en mujeres bonitas, me parece un insulto a la naturaleza. Pero lo más importante de todo trabajo es la paga, y sino para qué trabajamos. Por placer nadie lo hace, el único esfuerzo que yo haría por placer sería tener sexo y eso depende de varias cosas.
Se necesita mesero, panadero, soldador, taxista, bodeguero, vendedor, chica nudista, operarias en máquina plana y tejido de punto, asesor comercial (vendedor puerta a puerta), maquinista de retroexcavadora, niñera, señora de aseo, mucama, azafata, escobita, profesor de historia, mecánico automotriz, oficinista de tiempo completo. Con ninguno me acomodo, no cumplo el perfil, ya que estoy en plan de tener un cambio en mí mismo a partir de hoy, de asumir la actitud positiva como factor primordial en todo hombre que quiere prosperar, anotemos el de profesor de historia y más tarde llamo, cuando tenga en la mano un teléfono.
Salir de casa no es fácil. Ese nicho que te proporciona una mínima seguridad  no lo encuentras en la calle. No hay nada como el hogar, ese lugar el cual consideras tuyo aunque pagues la renta y los servicios cada mes. Abandonar su calor, la familiaridad de cada objeto disperso en el espacio de forma particular. Y entrar de repente a la calle, la inmensa incertidumbre de cemento en la que se agazapan fieras detrás de los muros y en las sombras de las esquinas dispuestas a clavarte sus colmillos en la yugular. De la miseria propia, a la miseria colectiva, de la mezquindad del Yo, a la mezquindad de una masa que se moviliza vertiginosamente en busca de un poco de pan para saciar el hambre. La mirada esquiva, los cuerpos alienados, encapsulados en vehículos motorizados, en el metro que atraviesa la ciudad de norte a sur mientras va devorando y vomitando cantidad de personas arrojándolas a las calles de viejas historias, llamadas con nombres de héroes caídos y desaparecidos en la memoria colectiva de un pueblo que no recuerda ni siquiera lo que es o lo que fue. Ese pueblo que a las 8 a.m. bajo la pálida luz de un sol que va desapareciendo entre los negros nubarrones, se levanta impetuoso a continuar empujando el destartalado carrito del progreso que no va para ningún lado. Este pueblo antaño de campesinos y hoy en menos de veinte años parte de una ciudad explaya como un monstruo entre las montañas. Ya no sé ni dónde vivo. Hoy salgo de casa, la dejo tal cual y unas horas más tarde regreso y ya hay un cambio. Han levantado una torre de edificios al lado y desaparecidos los árboles. Ya no conozco a los vecinos. La gente va demasiado rápido, son fieles consumidores de actitud positiva. Vive la vida al máximo. Y ahí voy Yo, atrás, en busca de la anhelada prosperidad que me coloque adelante.

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LA MUERTE DE LOS SUEÑOS (Luna Llena)

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Sí, definitivamente con el tiempo todo se había complicado, ya a nadie le interesaba comprar  sueños. Nadie pretendía volar, ni conocer la luna, ni siquiera les cautivaba la idea de vivir en mundos fantásticos. Nadie estaba dispuesto  a creer en mundos idílicos, amenos, acaso, un tanto poéticos. Los hombres se habían acostumbrado tanto a las condiciones que les ofrecía su mundo, que dentro de sus deseos ni siquiera anhelaban ellos morar en aquellos bucólicos planetas. Sus deseos se encaminaban más a lo que ellos denominaban la realidad, a lo que ciertamente para ellos era digno de causar felicidad, era así como efectivamente sus sueños eran los bienes, su ambición, la felicidad y su valor fundamental, el egoísmo. Sí,  definitivamente era un tiempo difícil para vender libros.

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ALGO QUE PASA Y NADA MÁS (Johnny C.)

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Está bien, las cosas son así:
Conducía el auto de Al por la carretera, estábamos en su pequeña casa de campo ubicada en los terrenos a las afueras de la ciudad. La lluvia había hecho un desastre el camino y era muy difícil avanzar por la poca iluminación y la humedad del suelo. A mi lado, en el asiento del copiloto estaba Nina, la esposa de Al; tan tranquila y segura a pesar de todo lo que había acontecido en las últimas horas, se retocaba el maquillaje pacientemente, mirándose en un pequeño espejo redondo y rojo que había extraído de su bolso. En el asiento de atrás, empaquetado en bolsas para basura venía Al. Bueno, el cadáver de él. Sentía un terrible escalofrío cada vez que miraba el espejo retrovisor y allí, inexpugnable continuaba esa masa negra que desde hacía más o menos una hora, era mi problema, y digo mi problema, porque yo lo maté.
No voy a decir que lo quería matar, que fue un error o accidente o demás tonterías. Simplemente reñimos y de algún lugar, en cualquier momento resultó un revólver. En mi defensa puedo decir que el arma no era mía, no me gustan las armas, aparte de eso no tengo la necesidad de andar armado. Fue Al, quien lo extrajo de su abrigo, nunca llegué a imaginar que un tipo como él estuviera armado.
De improvisto, Al, apareció en la pequeña casa de su propiedad y se encontró con algo que no debió ser muy grato para él. Allí estábamos Nina y yo, hacíamos el amor sobre el sofá de la sala a la luz y el calor de la chimenea, bajo los efectos producidos por la aventura y unas cuantas botellas de vino. El pobre tipo nos miraba de una manera incrédula, aunque ahora que lo pienso, tal vez se lo esperaba; tal vez ya lo sabía y simplemente quería corroborarlo. En la ventana caía la lluvia, por todos lados había ropa nuestra, y Al, allí, con su sobretodo empapado, con sus zapatos embarrados de lodo, apretando fuerte y fútilmente su maletín de hombre de negocios bajo el marco de la puerta acristalada y corrediza de la habitación.
Pudieron haber sido quince segundos o un par de minutos el tiempo que precedió al conflicto. Yo no sabía qué decir o qué hacer, no sabía si ponerme los calzoncillos, salir corriendo, invitarlo a que se uniera a nosotros o simplemente encender un cigarrillo, vestirme y luego salir de allí. Nina no parecía tan preocupada, se quedó sentada mirándome a mí y dando la espalda a su esposo al que poco a poco se le llenaban los ojos de cólera. Luego de  transcurrido ese espacio de tiempo, Al, me arrojó el maletín que llevaba, yo me protegí con las manos lo mejor que pude de ese ataque; pero cuando levanté de nuevo la vista, me derribó con un terrible sopapo. No pude dejar de sentirme extraño en ese momento, porque estaba desnudo y tenía a Al sobre mi, repartiendo golpes como una puta histérica. Por más que luché, no puede quitármelo de encima, aparte no podía hacer más que cubrirme la cara para evitar que el tipo me reventara el cráneo a golpes. Luego, Al, cayó, porque Nina intervino reventándole en la cabeza una botella de vino; entonces me lo quité de encima y me reincorporé bastante adolorido. Nina, con un cigarrillo en los labios, iba y venía por toda la habitación levantando su ropa, luego se sentó de nuevo en el sofá y empezó a vestirse, mientras le reprochaba a Al un montón de cosas que yo no pude oír muy bien porque uno de los golpes me había dado justo en el oído.

Si antes me sentía extraño, ahora me veía irreal mientras Nina sosegadamente se vestía y le recitaba esa procesión de cosas a su esposo, mientras éste trataba de incorporarse del golpe. Cuando lo logró, sorprendentemente le apuntó a ella con el arma y no a mí; susurrando cosas que ni yo estando a poco más de dos pasos pude oír. Nina le incitaba a dispararle mientras se subía el cierre de la falda, Al, seguía amenazando con matarla luego de matarme a mi, entonces me apuntó y apretó el gatillo. Nada. “porquería inservible” le alcancé a oír mientras me le abalanzaba  para quitarle el revólver. Fue ahí cuando forcejeamos y luego de un momento de revolcarnos frente a la chimenea, el arma se disparó encajando una bala en el pecho de Al. Me levanté inmediatamente y en lo primero que pensé, fue que por lo menos ya podía vestirme sin problemas.
Empecé a vestirme, Nina guardaba silencio, no estaba ni sorprendida ni conmocionada, miraba el fuego arder en la chimenea. Me dijo que buscaría todo el dinero, luego nos desharíamos del cadáver y huiríamos lo más lejos posible. Aun no sé cuál de las tres ideas me parece la peor. Inmediatamente abandonó la habitación y yo me quedé allí junto al cuerpo, encendí un cigarrillo, descorché una botella y bebí del pico. Jamás se me pasó por la mente ser un asesino; pero allí había un cuerpo sin vida y yo aún empuñaba el revólver en mi mano derecha. Sin tiempo para remordimientos o preguntas a las que jamás iba a encontrar respuesta, me di a la tarea de envolverlo con bolsas para basura, mientras Nina buscaba por toda la casa las supuestas “caletas” que Al guardaba allí.
Llevaba conduciendo cerca de veinte minutos  en busca de un lugar para enterrar el cuerpo. Cuando al fin encontré un buen escampado, me percaté de haber olvidado las herramientas para hacer un hoyo responsable. Nina me dijo que era un inútil, un inservible, un bueno para nada; entonces sugirió que echáramos el cadáver al rio. Estábamos aparcados a un lado de la carretera con las luces del carro iluminando el pedazo de tierra abandonado, encendí un cigarrillo y le dije que estaba de acuerdo con todo eso que me decía. En ese momento, me dijo que debería agradecerle ya que ella fácilmente podría acusarme de asalto, violación y asesinato. La verdad con esos señalamientos me sentí más desnudo que cuando en verdad lo estaba, por otro lado sentía algo de alivio puesto que ya no debía cavar ningún hoyo.
Puse de nuevo el auto en marcha, el plan era aprovechar la fuerte corriente del rio debido a la lluvia. Así que estábamos de nuevo en la carretera, está vez en busca de un buen lugar que nos permitiera llegar al rio y abandonar a la corriente el cuerpo de Al. Antes de llegar al lugar indicado para arrojarlo, pude oír un sonido proveniente del asiento de atrás, una especie de quejido o balbuceo. Miré a Nina; pero ella continuaba inmutable. Quise saber si había escuchado o percibido algo, me dijo que dejara de ser paranoico, que seguramente era la lluvia sobre el techo del carro, mi imaginación o el miedo lo que me hacía percibir esas cosas. Yo sentía impotencia, hambre, ganas de fumar; pero no miedo.
Detuve el carro en lo que parecía ser un “buen lugar”. Se podía oír el sonido estruendoso que la corriente  emitía. A pesar de que sonaba aparentemente cerca no se podía ver nada. Estábamos aparcados a un lado de la carretera junto a la barrera de seguridad, la lluvia seguía golpeando contra el parabrisas mientras las plumillas luchaban inútilmente contra el pequeño mar que se formaba y caía por el cristal. En ese momento pensé que todo eso  había sido planeado por ella, que ella sabía perfectamente que Al llegaría, y que de alguna u otra manera quedara quien quedara vivo, de él también se desharía. Este era un lugar perfecto, bastaba un leve empujón para caer en la furiosa corriente… Mí introspección se vio interrumpida, por un manotazo que me dio Nina, gritándome que si lo que quería era ser encontrado allí estacionado tranquilamente con un cadáver en el asiento de atrás. Salí, rodeé el carro y abrí la puerta de atrás del lado que daba hacia el rio, no sabía qué iba hacer; pero estaba decidido a no dejar que Nina se saliera con la suya. Hale el cuerpo, pero lo encontré demasiado pesado, así que pedí algo de ayuda a esa mujer. Nos tomó una enormidad de tiempo y energía sacarlo de allí. Empezamos a sentir miedo, puesto que no podíamos ver demasiado y desconocíamos el terreno. Allí se me ocurrió que hubiera sido más fácil buscar un puente y arrojar el cuerpo. Demasiado tarde, ahora estábamos al lado de un frenético y desembocado rio que amenazaba en cualquier momento con llevarnos a los tres. De pronto Nina, me apuntó con un arma y me dijo que me apurara en lanzar ese maldito cadáver y que después resolvería si dejarme con vida o no. Me sentí perdido por un instante, hasta que allí en medio de ese torrencial chaparrón, me acordé del revólver de Al, lo llevaba en la pretina de mi pantalón. Esperé el momento indicado, y éste se dio cuando Nina quiso limpiarse el agua de los ojos que la cegaba, entonces solté los pies de Al, y en movimiento rápido saqué el revólver y le disparé.  Uno por uno, abandoné los cuerpos a la corriente  y ya serían problema de las entidades competentes,  o con algo de suerte, nadie los encontraría jamás.
Regresé al auto y lo puse en marcha, encendí un cigarrillo y decidí conducir hasta el pueblo más cercano. Tomar un par de cervezas, buscar ropa seca y comer algo caliente. Ya habría tiempo para pensar en el siguiente paso por hacer. 

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DESESPERADO (hnz51)

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Desesperado.
Busca...
Determinado.
Falla...
Encuba sufrimientos,
en esta acción malgastada
inútil y desesperante,
que es la vida
¿Qué es?

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CONTRAPORTADA 12

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PORTADA-DIMENSIÓN 23, noviembre de 2013

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“No existe pasión más poderosa que la pasión de la pereza”.
Samuel Beckett

DIMENSIÓN 23

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EL CUERPO COMO EXPRESIÓN DE RE-EXISTENCIA (RH)

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EXTRODUCCIÓN 09


El poder ejercido por los organismos de control social sobre el cuerpo del ciudadano es cada vez de mayor proporción. Determinar de antemano lo que es un cuerpo, lo que éste puede hacer y expresar, es el objetivo primordial de las instituciones, que ya no solamente controlan las decisiones de los individuos; sino que además moldean las sensaciones y las emociones de éstos a partir de la codificación de normas de conducta, las cuales van más allá del comportamiento ético que el ciudadano debe asumir ante la sociedad. Normas que pasan a dirigir la integración de los individuos en los espacios tanto públicos como privados para el debido funcionamiento de un sistema que considera el cuerpo humano como un objeto más del espacio, un objeto maleable, dócil, desechable y vulnerable al crecimiento, al cambio de ritmos o transmutación de los lugares.
Semejante proceso de integración, o más bien de reducción del cuerpo a la lógica espacial, pone en movimiento todos los engranajes del sistema a través de la maquinaria de las instituciones (la familia, la escuela, la universidad, el trabajo y la religión). Reeducan el cuerpo, lo rehacen de nuevo para purgarlo del “salvajismo”, del primitivismo, de los instintos naturales, de lo sublime, de la expresión espontánea de su géstica que catalogan de indómita y antisocial, de lo que bulle dentro de sí y reclama libertad. Una vez libre de esto, de su verdadera expresión, se le rellena con una especie de catálogos de expresiones repetitivas, homogenizadas y toleradas (para el sistema) que van llevando al hastío, al desasosiego y al maquinismo del movimiento en el cuerpo del individuo. La herramienta más utilizada para este fin es la persuasión, claro está sin dejar de omitir el castigo, el miedo y el sometimiento empleado en los casos que sea necesario por los agentes corregidores del orden, que ya no son del orden social, sino del orden corporal. Esta persuasión se hace de forma incesante a través de los medios masivos de comunicación que nos venden no solamente productos, sino también formas corporales, lo que debe o no debe sentir un cuerpo en determinadas situaciones, en fin nos venden estilos de vida, de corporalidad y de expresión. El cuerpo como un producto. Se refuerza lo anterior con la creación de un calendario repetitivo, el cual nos dice constantemente que el fin de semana es para el cuerpo fiestero, desorganizado en la medida de lo tolerado por los agentes, mientras el resto de la semana es para trabajar, habitar el cuerpo organizado y funcional en pro de una actividad fructífera. Una maquinaria que nos dice que cada cosa tiene su lugar, que en el trabajo no se baila ni se juega, que en los conciertos no son para estar estático, inexpresivo (otra forma de expresión); que la vida exige un cuerpo acelerado, activo y proactivo. Que lo lento no sirve, que lo imperfecto es desechable. Que la antiforma es errónea, que habitar lo desconocido es estúpido.
Por lo tanto, el mayor producto que nos ofrece la postmodernidad, es el cuerpo alienado, reducido a su mínima expresión, absorbido, engullido, aplastado, maniatado por la lógica del espacio que determina los comportamientos corporales de los individuos en dichos lugares. Y mientras se coacciona la expresividad del individuo, se va canalizando su energía creadora por medio de distracciones o en la fomentación de actos violentos como punto de fuga de esta energía, para que no sea empleada en actos creadores, en gritos de vida.
Ante este desconcertante panorama, utilizo el arte y más precisamente el Arte Teatral, el cual tiene en uno de sus elementos primordiales el trabajo sobre el cuerpo, como mecanismo de resistencia y re-existencia.  Pero cuando hablo de Arte no me estoy refiriendo a los procesos artísticos ligados al sistema, y que en manos de él nos es más que una herramienta útil a la hora de introducir la persuasión y establecer sus valores. También cuando hablo de Teatro, me refiero a un modo de hacerlo que se mantiene al margen -mas no es marginal- de las convenciones teatrales tradicionales y que rompe con todos sus esquemas. De hecho, no sé si debería llamarle Teatro. El caso es que este Arte del cuerpo indaga por la total expresividad corporal, desliga al espectador de su papel pasivo, lo convierte en un elemento activo y proactivo intelectual y corporalmente.
Augusto Boal (teórico y dramaturgo Brasileño) desarrolla esta forma de Teatro al darle al espe-actor una conciencia sobre el cuerpo y sus hábitos. Mientras tanto Antonin Artaud planteó el cuerpo sin órganos, que indaga en lo profundo de Sí, en sus orígenes ancestrales, para encontrar la expresividad de un cuerpo no ligada a ninguna forma ni forzada en la interpretación de un personaje. Y en lo que hoy llamamos Performance, desde una experiencia personal se cuestiona diferentes aspectos de la sociedad, siendo uno de ellos lo corporal y la represión que padece.
Todos estos diferentes modos de trabajar lo artístico, nacen ante la necesidad de indagar lo desconocido, lo otro, la no forma, la deconstrucción de la lógica  para llegar al redescubrimiento del cuerpo y de lo que puede éste hacer. Es una reconstrucción de los ritmos,  las sensaciones y emociones de lo corporal que vuelve a tener la capacidad de sentir, de ser sensible, de re-existir, de volver a vivir, y de hacer de su vida una obra de arte, un acto de vida desde el cual, se resiste.

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TODAS LAS TARDES, IGUAL (Johnny C.)

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La casa está en silencio, doña Aurora debe estar tomando su pequeña siesta. No puedo recordar o sentir como mío el pasado que este corredor me guarda todas las tardes; hace años que tiene la misma distribución, el mismo color de paredes y la terca y empecinada posición de las materas en el patio. Es una tarde como cualquiera, un poco fría ya que empieza a regarse la noche en el horizonte, y allá abajo; en la solitaria sala, el reloj de péndulo le marca los segundos al silencio de la casa, a mí, que estoy aquí, un poco más viejo, inútil; tal vez melancólico. Me puedo ver entre las materas jugando, persiguiendo las abejas, las moscas y las mariposas para tener el placer de alimentar al pájaro, que no puede hacer más que revolotear en su triste jaula dorada. Todas las tardes. Igual. Sin poder evitar o sorprender al pasado. Saberlo como una ráfaga de aire que atropelladamente se bate en el interior de la casa, y descubre cuerpos, formas, pensamientos y situaciones como lo haría el soplido de un niño, que encuentra un baúl viejo entre los enceres abandonados en el altillo de la casa. La decepción de no encontrar nada valioso, es la misma que siento ahora.
Con el propósito, quizá mentiroso de visitar a la vieja estoy aquí. Cada tarde, mientras el tiempo lo permita, porque no veo una obligación, porque he comprendido su muerte mucho antes que ella misma. Incluso y tal vez la verdadera razón sea… sean las imágenes, el silencio; el desatinado interés por saber que todo continúa igual. Igual al tiempo en el que un mocoso y torpe chiquilín montado sobre un triciclo, se lanzaba desde la parte alta del pasillo una y otra vez, sin permiso, sin agotamiento; por lo menos hasta que en una terminaba contra las materas haciendo un daño o haciéndoselo a él mismo. Tal vez, en el que ya crecido, guiaba la mano temblorosa de Clarita por la penumbra del pasillo hasta su habitación, en busca del primer contacto, de la primera vergüenza o satisfacción. Luego, están los traspiés, el tanteo en la oscuridad cenagosa después de permanecer hasta altas horas de la noche en las cantinas atiborrándose de cerveza, humo y desolación; entre peleas y gritos; entre ideales vacíos e insulsos, agrandándose la falta de una compañía femenina y odiándose, culpando a otros; inventando sobre la bruma y los espejismos maneras esporádicas o justificaciones para continuar y soportar el sinsentido de la existencia.
Después o durante, está el tiempo del viejo. Alto, parco, duro de facciones y actos. Castigando por cualquier niñería. Desde aquí se lo podía observar, empecinado en hacer andar de nuevo, en arreglar o restaurar cuanta cosa lo necesitara o no. Con paciencia, sin camisa; desde aquí hasta su pequeña sala taller. Haciendo preguntas, mostrando las herramientas,  enseñándolas a utilizar correctamente; siempre con la premisa de que el problema del mundo radica en no saber cómo funciona; y lo que sería doblemente peor: saberlo e ignorarlo. El viejo, siempre fue el viejo, nunca una gota de alcohol o una historia mal habida; un golpe a su mujer o a sus hijos, por lo menos cuando no lo merecían. Con esa pequeña sonrisa única para todo, desde responder los saludos de los conocidos en la calle, las buenas o malas notas del colegio o los problemas cotidianos de la vida familiar.
Sé de mi recuerdo, de mi comprensión; incluso del orgullo que podría llegar a sentir a pesar de su fría e inexpresiva presencia, de sus palabras vacías de emoción; porque su objetivo jamás fue el cariño u odio que cualquiera de nosotros podía profesarle; porque su idea por lo menos para lo que llevara el rótulo de su familia, era la idealización de su persona, la correcta forma del individuo sobre la farsa y la irresponsabilidad corruptoras de la sociedad. Puedo comprender todo eso, el deterioro, la abstracción; la conclusión inevitable del fracaso que pudo o no llevarlo a la muerte.
Ahora, aparece Ramón, se limpia los zapatos en el felpudo y deja los paquetes que trae a un lado del perchero en el que cuelga su abrigo. Me ve, hace un gesto con la cabeza y luego mira el reloj de la sala. Camina hasta donde estoy.
.¿Qué hay Luis? ¿Y mamá?
-Dormida… supongo.
-¿Cómo, no sabés dónde está? –bufa y luego suspira.
-¿Querés un café? –me pregunta. –No- le respondo.
Se sienta en la silla que esta a mi lado y me ofrece un cigarrillo con falso interés. No se lo acepto. -¿qué has pensado sobre lo que te conté de mamá?- me pregunta, mientras se levanta y va en busca de un cenicero al comedor. Dejo, que el propio eco de sus pasos sobre el corredor le responda. Miro las matas de mamá que reciben de nuevo, cansinamente, más lluvia. Me digo, que es una tontería y una estupidez hacer algo; recriminar, actuar en defensa de eso que ya no puedo cambiar. Ramón, regresa y se sienta a mi lado de nuevo, deposita el cenicero en el brazo derecho de la silla; observa también sin interés, sin expresión la lluvia menuda que cae sobre el suelo del patio.
-Entonces ¿qué has pensado sobre el problema que hay con mamá? –pregunta de nuevo, esta vez con un talante serio, casi preparado para la ocasión.
-El problema con mamá, es que está vieja, y por lo general la gente vieja es un problema para sí misma y para la gente que dice o está segura de rodearla.
-No jodas Luis, mirá que estás hablando de mamá.
-Por eso. De una vieja. –Ramón me mira esta vez con lo que podría ser una expresión de verdadera sorpresa, de asco naciente o renovado.
-No sé, en lo que realmente estés pensando; pero a mí, se me hace muy peligroso que mamá le ande abriendo la puerta y dejando entrar a la casa a todo el mundo, a todos los limosneros que se aprovechan de que está vieja y sonsa para robarle, quitarle lo poco que tiene. Explotan su estado. No te digo que hace unos días había como cuatro de estas personas esperando a que ella abriera para que les diera algo. Es inaudito viejo, no puedo creer el grado de cinismo que esta gente puede llegar a tener.
-Si querés, le mandamos a instalar una ventanita igual a la de las licoreras. Así no tiene que abrir la puerta y puede seguir practicando la caridad que tanto le gusta, sólo que por ventanilla.
-¿Vos estás hablando en serio Luis? No jodás hombre ¿No te parece un problema grave?
-No. Si mamá quiere regalar sopas, dinero, trastos viejos, joyas o cualquier otra cosa que a “esa gente” como la llamás vos le hace falta, me tiene sin cuidado. ¿Por qué habría de importarme eso? ¡Ah! DECIME.
- No es eso Luis –me dice luego de aplastar el cigarrillo en el cenicero- Esta bien que haga su obra de caridad. Yo me refiero al potencial peligro que representa ese alguien al verla sola e incapaz de cualquier defensa. Porque se me hace imposible que no pensés en el riesgo  que se corre dejándola a merced de todo eso. Además, si quiere hacer caridad, que la haga en la iglesia. Total es su dinero y voluntad.
-Sabés qué Ramón –le digo, mientras enciendo un cigarrillo- Deja de ser pendejo, prefiero que le entregue lo que quiera a cualquier persona en vez de un cura. Sabrá su dios qué hace con todo eso. -Ramón se queda callado con la cara arrugada de enojo, cruza las piernas y empieza a sacudir el zapato, ha dejado de llover y he decidido que entiendo al viejo completamente. Que nada importa.
-¿Y la familia? ¿Cómo está Inés? ¿Alejandra? ¿Juanchito? Hace rato que no veo al muchacho.
-Bien. Creo. –No puede darse por enterado o es incapaz de entender que lo sé y estoy sentado junto a él. Que no me importa estar junto al tipo que se acuesta con mi esposa. Mi hermano, el tipo junto al que crecí, con el que tal vez tengo mayor entendimiento; al que podría considerar el más cercano a un amigo. Si es que eso existe. No puedo evitar el por qué, no me importa, pero necesito de alguna forma saberlo. No por una falsa intención de perdón u olvido, no porque quiera demostrarle un dolor; hacerlo asumir el papel de error. –Supongo que los niños están bien. No soy un buen padre. Me dedico a que desde ya empiecen a olvidarme progresivamente y así cuando ya no esté, ni se den cuenta, ni se enteren que tuvieron a alguien a quien pudieran considerar como una persona cercana e influyente. En cuanto a Inés, ha sabido ser una buena mujer y lo que podría juzgar como una buena esposa. Aún me sorprende su energía y entrega para con los hijos, los asuntos familiares, su trabajo y su amante. –Ramón, no hace más que contener la respiración y cerrar los párpados  por algunos segundos. Enciende otro cigarrillo y exhala ruidosamente el humo deshaciéndose o preparándose para algo.
-¿Estás seguro de eso que me estás diciendo?
-No, no sé exactamente qué piensan mis hijos de mí. –Le digo mirándolo a los ojos, disfrutando por primera vez de su sorpresa, de su taciturno miedo. –Decime, ¿Sabe Gloria que la engañas? No, no creo. Conociendo lo escandalosa que es tu esposa ya habría hecho algo y más cuando es con Inés. –Ramón permanece en silencio, mira las baldosas del suelo sin parpadear. No puedo aceptar que se sienta tan perplejo por una acción que seguramente llevó a cabo con gusto y sorna.
-Mierda… Luis… No sabes… lo mucho… que… no tengo palabras; pero siempre percibí que este momento llegaría y que tarde o temprano tendría que afrontarlo… ¿Te contó ella? No voy a tratar de explicarme, ni siquiera de defenderme.
-Me lo pudo haber contado ella o simplemente lo intuía; tal vez los vi saliendo juntos de un café o entrando a un hotel. No sé; pero tus palabras no hacen más que confirmar… Te acordás de la tarde en que papá decidió perpetuar su silencio, de la tarde en que vos y yo, allá en el patio de atrás haciendo no sé qué; oímos la escopeta y supimos de inmediato que era la de él, porque él mismo nos había enseñado a dispararla y al mismo tiempo nos tenía terminantemente prohibido siquiera tocarla. No sabes el número de veces que entré a su pequeño taller y lo sorprendí mirándola fijamente, como se mira a una novia, o un contrincante a muerte. Te acordás que corrimos inmediatamente después del fogonazo y un par de tíos que estaban en ese momento no nos dejaron entrar, queriendo mantenernos lo más lejos posible del cuarto ese. Pero sin importar eso, tanto vos como yo, sabíamos lo que había pasado. Te acordás también de las recriminaciones posteriores, de las preguntas sobre el por qué lo había hecho; del sentimiento total de apatía y negación en contra de él… Ahora lo entiendo, incluso puedo perdonarlo. Porque él, tal vez o no, entendió que nada tiene sentido, que ningún esfuerzo vale la pena a pesar de que intentes o quieras hacer lo mejor… Me tengo que ir viejo. Despedíte de mamá por mí… Sabes qué, mejor no le digas que estuve aquí y conversamos…

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TÚNEL GALÁCTICO (Violeta)

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Las galaxias ese día estaban un poco revueltas, un poco melancólicas, un poco moradas. Era ella, que a su paso cada estrella que tocaba se desordenaba, ¡Enloquecía! Aunque la singular chica no se percataba de ello, poco a poco desmoronaba galaxias. Aquella noche ella como de costumbre pasaba a beberse la vida trago a trago y encontró algo raro en aquel lugar, ese lugar donde iban a morir las esperanzas, ella lo vio, lo recordó, lo saboreó y lo trajo hacía sí. Poco a poco se introdujo en su túnel galáctico convirtiendo su ser  en una pequeña estrella. Aquella que enloquecería con solo ser tocada por él.

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DEVANEOS DE LA NOCHE PRECEDENTE A UN COLAPSO VESPERTINO (Mb-6v!)

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Puede ser este el mejor momento para maldecir, pero no me atrevo, tengo más sueño que hambre y alguna cosa espera ser emprendida con el carácter de importante, ir al baño quizás o beber una taza intelectual. A veces prefiero no dormir, he llegado a durar hasta 6 días en trajines públicos, con personas que superan en unas cuantas unidades lo permitido por sus cabezas y terminan en algún acogedor drenaje. Pero hoy tengo sueño y repito, no quiero maldecir. He resistido tanto como para perder una importante parte de la vida. Soy una máquina de orina, fabrico un mililitro por minuto de vida perdido y cuando la gano, ahorro esfuerzos para otras fuentes líquidas. Me gusta eyectar setenta mililitros de sangre por minuto desde mi ventrículo izquierdo, despertarme con la glucosa en ochenta y uno, respirar diecisiete veces por minuto, temblar a falta de dopamina, medicarme con agua e intoxicarme con neurotransmisores que atormentan mi conducta, ya lo ven, el sueño me hace pensar cosas, como mover mi mano con un pensamiento en cero coma cero cero ocho segundos, secretar melatonina a causa de la luz que veo, transportar mil doscientas millones de moléculas de oxígeno en un eritrocito; me gusta estar a treinta y siete coma tres grados centígrados en mi estado más lúcido, tener un pH de siete coma treinta y nueve, treinta y seis litros de agua en mi cuerpo, parpadear dieciséis mil trecientos veintiocho veces al día, dar ocho mil trecientos veinticinco pasos cotidianos, un gasto calórico total de dos mil cuarenta y seis calorías y dormir nada. Quizás no duerma por maldecir tanto las palabras, que a propósito digo al día nueve mil ochocientas diez y siete en promedio, por tenerme atado al destino de ser noctambulo “cuentista”.

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MECENAS DEL GUIONISTA (Don colombiano)

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Hace poco vino a visitarme uno de mis queridos sobrinos, el que sacó los genes defectuosos de la familia porque se las da de escritor y aspira a la bagatela de ser Artista. Y para colmo de males en su aspiración le debía ayudar Yo, su tío Don Colombiano, quien tiene tanto reconocimiento e influencias en las altas esferas, según dijo el muchacho. A modo de respuesta a su petición y queriendo bajarlo de la nube en la que gravitaba le respondí: “dedíquese a otra cosa, porque de la escritura solo puede sobrevivir si tiene el talante de los maestros Paulo Coelho, Walter Riso, Og Mandino, Papa Jaime o el Padre Alberto Linero, grandes pensadores del siglo XX dignos de ser leídos y empotrados en el panteón de las letras; algo que es imposible para usted  porque le falta lo más importante, sabiduría, eso se adquiere con el paso del tiempo y el buen vivir”. Al instante cayó de la nube cuál pájaro fulminado por un rayo, no obstante no quise dejarlo en semejante estado y le ofrecí otra opción a la conquista de su pobre sueño. También puede escribir guiones para las televisoras nacionales y quizás las internacionales. La industria televisiva permite un rápido ascenso en su jerarquía y además garantiza la prosperidad multimillonaria, y tal vez en menos de lo que canta un gallo esté pisando Hollywood. El joven no pudo ocultar el entusiasmo que embargó su rostro y con una inmensa sonrisa en su carita pecosa dijo: “¿Tío, podes hablar con los del canal?” Y así fue, a los tres días estuve charlando un buen rato con el presidente de ambos canales y a las pocas horas le confirmaba a mi sobrino la buena noticia: adelante  con el guión. A los pocos minutos el muy arrastrado se presentaba en mi casa para que le ayudara a escribir el susodicho guión. Cómo decirle que no

Empezamos por revisar la parrilla de la televisora y encontramos que las telenovelas son lo más ofrecido, después vienen los Realities, concursos millonarios y magazines, y por último películas repetidas hasta el infinito. Así que, debíamos escribir la historia de una nueva telenovela; pero evitando los lugares comunes para hacerla diferente y atractiva. De entrada descartamos el melodramático esquema de La Cenicienta, La Dama y el Vagabundo, La bella y la Bestia, Tío Rico, entre otros. No queríamos escribir una telenovela, en la cual la niña pobre se enamora del niño rico y al final terminan felices, o del hombre salvaje y de la recatada dama que termina domesticando al salvaje. Pero no se nos ocurría nada diferente. Existía la posibilidad del género Narco-novela muy atractiva en estos días de tanta sequía escarlata y cuyo formato ayudan a dignificar figuras históricas del Narco y empotrar los valores del polvo blanco en la sociedad moderna. Dicho género seducía, podría hacerse la historia del Cartel de Cali, extrañamente nadie lo ha hecho. Enseguida noté el peligro de dicha empresa y la descarté. Quedaban los Realities y la Novela-Estatal. En cuanto a la Novela-Estatal, del estilo hombres de acero, corazones valientes, tropa elite, permitían dejar bien en alto el nombre de las autoridades militares y policiacas del país, y eso sin mencionar el jugoso patrocinio que da el Ministerio de Defensa por dichas producciones. Entonces dije a modo de título: “los héroes si existen”. Y el sobrino, en su mayor estupidez agrego: “falsos positivos”. Ya que había abierto la boca en todo el día quise saber qué opinaba sobre los Realities. El idiota se inspiró, soltó la idea de un Reality en el que estuvieran encerrados en una casa con todas las comodidades posibles, desmovilizados de las FARC y AUC, en una convivencia que generaría tensiones, revelaría secretos nacionales, y creación de romances que mantendrían a la gente conectada al televisor, con el agregado que se permitirá el comodín de la violencia, factor primordial para atrapar audiencia. El ganador del programa, elegido democráticamente por el pueblo, se convertiría en el próximo presidente del país. Era una buena idea y la escribió tal cual. Al final del día, fatigados de tanto pensar y después de tomarnos un tinto que sirvió la muchacha de servicio, terminamos enviando tres guiones, el melodrama En Busca del Amor Perdido, a petición de la sirvienta, quien además regaló la idea. La novela-estatal Alvarón: Héroe de la Patria (idea de su servidor, Don Colombiano) y el Reality Show contienda presidencial. A los pocos días el canal RCV confirmó el visto bueno a los tres proyectos y su respectiva producción. Ahora sólo esperamos que nos paguen y nos den la fama que se robaron.

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EL ÁTICO (Psyquest)

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Existe un lugar de la casa llamado el ático. Todas las casas tienen un ático –dependiendo de la cultura su nombre variará- Es el lugar donde suelen ser archivados diversos objetos, de todos los tamaños, colores y valor, que dejados al polvo, quizá por un tiempo, o quizá para siempre, se libran de ellos porque están averiados o simplemente ya no son prioritarios. Esos objetos hablan de nosotros, de lo que fuimos o también de lo que quisimos ser: un balón de fútbol, un pincel, un libro o una guitarra, todo puede ir a parar en él. Además de ese, existe un ático personal que todos tenemos, y lo llevamos a todas partes ¿Qué es lo que se guarda en él? Para relatarlo debo contarte que ocurren ciertos días que te despiertas soñando acerca de la existencia de una realidad, una realidad colorida,  abierta y sedienta de ser pintada por tus palabras, la cual te invita todos los días a aventurarte.  Pero de algún modo te niegas, es que quizás algo te frena. Y sueles decir: “es que el tiempo pasa tan rápido”. Buscas cien respuestas, y después terminas con mil excusas. Es lo único que te preocupa, y luego te conforma. También recuerdas en ese despertar un mar de ideas y
  pensamientos en vilo para olear, acompañada de un cielo que quieres volar; sabes que lo quieres explorar, deseas enloquecer en él, sentir las súbitas cachetadas del viento y gritarle al vasto firmamento todo lo que amas y detestas de la vida. Tal vez una vez, tal vez dos veces. Tal vez mil veces, o hasta que tu garganta dé ¿Por qué no? Ahí es cuando te das cuenta que quisieras explorar con tu imaginación el universo, quisieras vivir con la verdad. Quisieras dejar de ser un reo por primera vez en tu vida y salir de esta maldita cárcel que te cierra las salidas, esta estúpida burbuja que a diario te comprime y que te priva de ser cacheteado por el viento; y terminas por ser golpeado con el inerte hierro de la insípida realidad, con heridas tan inmensas hechas de herraduras fundidas en mil lamentos, éstas que al compás marcan mecánicamente tus pensamientos confusos y sin procesar, ocupando un importante lugar en tu cabeza; en ese inmenso ático que de ocaso en ocaso, de grano en grano se ha muy pronto de empolvar.
Ese es el ático, el cual puede ser el cementerio de tus anhelos, que en nubarrones de polvo cobijará lo que en algún momento serán tus sueños. Así que, ya sabemos que ese ático estará siempre ahí, y que recordaremos en aquellos matutinos despertares ¿Y qué se guardará en él? Pues, cada uno lo decidirá, porque hasta este mismo escrito, también puede al ático ir a parar.

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MAESTRO DE LIBERTAD (Urraca)

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Me encuentro en una playa
en la que el viento seduce mis oídos,
y la arena complace mis
desnudos pasos.

Escucho desde aquí el bramar
vociferante del mar.
Ecos perdidos en su inmensidad,
incrustados en viajeras botellas.

Unas tremendas olas sucesivas
sobresaltan mi existencia,
haciéndola aún más inexistente,
más roja de atardecer.

Una esencia distinta me salpica
los pies desde la orilla.
Un devenir oculto en aguas y
espuma tan clara.


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AMNESIA PERO NO OLVIDO, MAGIA PARA DUMMIES (Mb-6v!)

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Olvidó, en un instante, regresar a la forma normal de su cuerpo, ahora sin magia, rompería absolutos espejos y con los cristales destrozados ha de cegar el mundo.

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CONTRAPORTADA 11

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PORTADA-DIMENSIÓN 23, octubre de 2013

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“La maldición es el camino de la bendición menos ilusoria”
Georges Bataille


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(L)ITERATURA (S)OBRE (D)ROGAS (Johnny C.)

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EXTRODUCCIÓN 08

 “Para no padecer el horrible fardo del tiempo que quiebra los hombros y los inclina hacia el suelo, uno debe embriagarse infatigablemente. Pero ¿de qué? De vino, de poesía, de virtud, de lo que sea. Pero embriagarse”.
Charles Baudelaire

Clormetiazol, Ciclozacina, Dextropropoxifeno, Nabulfina, Semoxidrina, Petinida, Pentozocina, Morfina, Pentotal. Tal vez no le digan mucho, a ver, pruebe con estos: Torazina, Litio, Torinal, Nembutal, rohypnol, Mandrax, Valium, Benzedrina, Prozac, Seconal, Rivotril, Amital, Librium. Quizás alguno de esos últimos sí pudo reconocer, y si no, haga una prueba más. Opio, LSD, PCP, MDMA, Ketamina, Anfetaminas, Heroína, cocaína, mezcalina, peyote, marihuana, nuez moscada y los inexorables alcohol y cigarrillo.
Tal vez junto a la mujer, las drogas sean la principal fuente de inspiración y perdición de todo aquel dispuesto a la lucha contra el papel en blanco. Es normal que cualquier adicto a este vicio, (me refiero al de escribir) intente de alguna manera sobrealimentar su imaginación y creatividad o por lo menos la palabrería por medio del uso de algún “elemento” que de alguna manera, potencialice el cerebro y a las pocas neuronas sobrevivientes al estilo de vida  excesivo de esta era moderna. Algunos, lo logran simplemente con oír música, o sosteniéndose de un cigarrillo (en este caso, la mayoría de las veces uno no es suficiente) ¡Y claro! No pueden faltar, los que se bañan el cerebro con café (en este otro caso, se puede decir que uno, tampoco es suficiente). Pero otros, han querido subir la apuesta queriendo ir más lejos, buscando explorar los recovecos más ocultos y profundos de la cabeza, el espíritu, el sentir; en otras palabras y en un todo: la vida.
Desde el principio de los tiempos, en la literatura, muchos escritores han querido, experimentado, usado y abusado conciente o inconscientemente de ciertas sustancias que tal vez tienen el poder de incrementar la capacidad imaginativa o de abrir las puertas a una revelación, que en un estado normal de sentidos y percepción no sería posible alcanzar. 
Drogas y literatura: una combinación por ósmosis que para bien o para mal a lo largo de la historia, ha engendrado de una manera evidente o disimulada grandiosos resultados en el campo de la literatura; aunque se puede decir, sin riesgo a equivocarse, que la literatura no es, ni ha sido el único arte en el cual las drogas no hayan tenido un rol principal o secundario.

Cabe resaltar que, esto no es una apología al uso de las drogas (o tal vez sí) tampoco una censura a las mismas, esto, simplemente es un breve y superficial repaso a algunos  escritores y escritos repletos de “vitaminas” para el cerebro y el alma.
Es muy fácil encontrar ejemplos de dicha combinación, la lista es enorme, haciendo particularmente complicado encontrar casos que de alguna manera no hayan sido adictos a algo; ya que casi cualquier acto que se ejecute con bastante regularidad, se le puede llamar adicción. Es un hecho que desde siempre; pero más en esta era moderna, quizás porque el ostracismo o la aceptación (aunque no tanto) al hecho de consumir adictiva o recreativamente alguna sustancia es menor en comparación con eras pasadas; hayan surgido escritores que para bien o para mal se adentraron en un mundo de ensoñaciones inyectadas, bebidas, fumadas o tragadas; dando como resultado a libros y obras a veces referentes de la literatura moderna.
Comencemos pues, el viaje:
Como se ha dicho, las drogas han estado presentes desde siempre; algunos sostienen que escritores como Dante y Shakespeare consumían alucinógenos, mientras llevaban a cabo algunas de sus obras. Pero es necesario esperar hasta 1822 para encontrar una referencia abierta al consumo de drogas, con la publicación de “un inglés comedor de opio” del británico Thomas de Quincey; una obra autobiográfica en la que relata su adicción al opio y otros derivados de la amapola. Desde ahí, hasta nuestros días, no ha dejado de surgir literatura producto de adicciones, alucinaciones o experimentaciones con alguna sustancia. De la mano de Thomas, Baudelaire escribió sus “paraísos artificiales” bajo la influencia del hashís. Algunos coterráneos y contemporáneos como Rimbaud y Verlaine no se quedaban atrás con el opio y la absenta; Jean Cocteau otro devorador de opio, autor de “los niños salvajes”; y como dejar de lado el “teatro de la crueldad” de Antonin Artaud, escrito bajo los efectos de la mezcalina. ¡Malditos franceses! Otros, como Robert Louis Stevenson, quien bajo la influencia de la cocaína escribió “el extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde” o como Sigmund Freud quien encontró en este alcaloide un estimulante, el cual defendía y consumía mientras andaba escribiendo “la interpretación de los sueños” . Imposible pasar por alto a Arthur Conan Doyle, quien deja bien claro su preferencia en “Sherlock Holmes”, Otros como el filósofo francés Sartre y su “náusea” o el poeta Henry Micheaux preferían las benzedrinas o anfetaminas; Aldous Huxley con “las puertas de la percepción” o el icónico símbolo beatnik  “en el camino” de Jack Kerouac escrito a base de benzedrina y alcohol. Phil K. Dick adicto a las anfetas llevó a cabo a punta de semoxidrina su sci-fi más trastornada.
Ninguna lista por corta o larga que fuese, respecto a escritores “drogos” quedaría completa sin el hombre “del millón de dólares en las venas”, por supuesto, me refiero a William S. Burroughs, alguien que de seguro probó de todo, aunque enganchado principalmente a la heroína, el autor de “Junkie y almuerzo al desnudo” es el hombre escogido, el iluminado supremo debido a su longevidad e itinerante recorrido. Detrás de éste, aunque no mucho, otro que las probó casi todas, Hunter S. Thomson, una farmacia ambulante, autor de “miedo y asco en las vegas” un viaje repleto de LSD, mezcalina y alcohol.
Para terminar, inevitable dejar de lado a los que preferían empinar el codo, entre tantos, algunos como: Bukowski, Hemingway, Capote, Faulkner, Joyce, Fitzgerald o Poe, quienes hundidos en mares etílicos hacían de las suyas con las letras.

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LA MÚSICA DE MIS SUEÑOS (Urraca)

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Un estremecimiento raro e indeseado recorre mi ajado cuerpo y siento, hoy más que nunca, todo su peso.  Sin embargo, me gana la curiosidad y me abandono a lo desconocido. Camino indeciso y lento a través de aquella calle oscura llena de escombros y basuras. De lejos se escucha música confusa y tonos diversos de voces humanas. Al fondo de la calle, se puede distinguir un par de locales viejos y con poca clientela, uno de éstos es un pequeño bar y el otro, una floristería, ambos lugares están ubicados al costado izquierdo de la calle, en lo que parecía ser, tiempos atrás un lugar de mucho comercio y festividades continúas. Me acerco decididamente al bar, afuera de éste hay tres hombres y una mujer bebiendo cerveza, fumando y escuchando la música que proviene del interior del lugar. A través de la única ventana de este sitio, puedo observar a una chica sentada a la mesa del rincón, tomando nota de un libro que tiene con ella. Mientras hago mi ingreso al bar, ella me mira con curiosidad equívoca y malsana; tiene un cigarrillo en su boca y sonríe un par de veces. Pido una cerveza y me siento a dos mesas de distancia de dicha mujer. Ella con una seña pide que me siente a su mesa y la acompañe, me levanto y me siento a su lado. Me ofrece un cigarrillo; me dice que se llama Chelis Firk y que está transcribiendo las frases que más le gustan de Thomas Mann y de Proust.
Tras unas prolongadas horas de cerveza, cigarrillos y conversaciones sobre múltiples temas, ella toma un taxi a casa y me dice que posiblemente nos veamos la próxima semana en ese mismo lugar.
Una semana después la encuentro allí mismo, pero en diferente mesa, y esta vez sin libro alguno. La noté bastante afligida y pensativa, le pregunté por su estado y si podía ayudarla; me dijo que sólo quería guardar silencio, escuchar y organizar ideas, no pasaba algo de qué preocuparse u ocuparse. De su pequeño bolso me regaló el libro de Proust, diciéndome que al día siguiente iría a visitar a su padre a otra ciudad, que estaría con él un par de meses y regresaría a trabajar en un colegio de secundaria. Esa noche hablamos de los futuros planes que cada uno tenía, de éxitos y fracasos, metamorfosis y cambios de sentimientos, de creencia y ser. Me aseguró que una de las ideas que más le atormentaban era la de volver a vivir el pasado, de experimentar nuevamente orígenes sentimentales. Todo era volátil y estaba en constante cambio, para ella no había regreso después de haber transitado el difícil camino de lo abstracto.
Chelis Firk partió a otra ciudad, antes de irse, me hizo una llamada desde el aeropuerto y me dijo que nos veríamos luego. Pasaron unas cuantas semanas y conservé la costumbre de ir a aquel viejo y solitario bar, mientras me sumergía  “En busca del tiempo perdido”. Hoy la lluvia es fuerte e inclemente allá afuera, el bar esta a media luz. La puerta del bar se abre, no se ve claramente un rostro, pero si la silueta de una mujer vestida de gabán cerrando un paraguas. Los fragmentos del libro fingen una presencia en esa misma mesa, sorpresivamente me invaden las ganas de empezar un nuevo camino, las dudas y las palabras danzan a mi alrededor, siento un deseo impostergable de escuchar otra voz, de sentir otro aire. Una mujer se sienta en una mesa contigua a la mía. Mis deseos presentes están vivos, latentes; luchando contra mi memoria. Enciendo un cigarrillo e intento lentamente tararear la música de mis deseos. 

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LETRAS DEL AMOR... ENTRE OTRAS COSAS (Mb-6v!)

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Despertó al otro día, entró al cuarto para recoger el cuerpo, pero ella no estaba, ni siquiera su sangre. Había olvidado quizás, como de costumbre olvidaba las cosas, dar un golpe letal. Podría estar viva para su mal y ese era su drama. La conoció tan pronto como lo quiso el deseo, no fue a primera vista; pero todo estaba resuelto a enredarse con la mirada. Todo era demasiado monótono para esperar la noche, entonces se regocijaban en la antesala, entre otras cosas, para matar el frío y el tiempo. Sus estudios le otorgaban la observación y con la mayor sutileza se envestía en su labor como una aspiración hacia ella: era de esas que rima al ser coquetas, tiernas al odio e irresistibles al viento. Una vez hablando de mortalidades opinaron las iras de asesinar desgracias, de degollar torpezas y  deglutirlo luego, pero sabían que, las manos no alcanzaban para tanto alboroto y mejor, como otras cosas, se limitaban al amor de dos, olvidar el mundo y su destrucción, los genocidios y las masacres arbitrarias que no les tocaban. Se cansó un día, como de costumbre se cansaba de las cosas y quiso matarla, entre otras razones, porque llevaban demasiado juntos. Dio término a su libro para deshacerse de ella, así, a lo rojo, a lo sangría, empuñó fuerte su pluma con toda violencia permitida hasta agotar respiros y caer; pero el punto que tanto le exasperó fue clavado dejándole intacto el corazón…

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PÁRPADOS ABRIGANTES DE IRREALIDAD (Luna llena)

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De repente se estremeció, abrió los ojos,  y observó con desdén que había sido trasladada a un mundo totalmente diferente. Este mundo era triste, apesadumbrado, gris...
Mientras observaba, cada vez con más extrañeza escuchó a alguien decir que este era el mundo real, pero…. “¿Qué era real?”, se preguntó ella, y entonces casi instintivamente se volteó hacia el otro lado de la cama y se cubrió con su cobija, para que de esta manera, aquello que era real no se atreviese siquiera a tocarla.

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EL RESPLANDOR (RH)

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Todo inició hace pocos días…quizás un par de semanas. No sé. Los días se confunden unos con otros y no logro percibir el paso del tiempo.  Miro por la ventana hacia el firmamento y brilla por su ausencia el sol, oculto tras el velo blanco que lleva ya varios días allí. De las laderas desciende un frío seco que maltrata la piel y los huesos. El viento pasa suavemente por las calles silbando en los tejados, haciendo crujir las maderas y sacudiendo con delicadeza la esquelética copa de los árboles.  A lo lejos, la ciudad de fachadas grises, opacas y de parques solitarios sumergidos en silencios haciendo eco a las campanas de las iglesias y al revoloteo de las palomas que huyen al tenue movimiento de algo que ninguno de nosotros puede percibir. Pero ellos sí, los animales. La agudeza de sus sentidos no se compara con los nuestros. Ellos ven, huelen, oyen, sienten más de lo que nosotros, pobres seres, podemos sentir. No vemos más allá de las apariencias, de lo comúnmente conocido. Nos movemos por las calles como tristes cadáveres teniendo todo por seguro. Sin embargo, hay fugaces instantes, milésimas de segundos en las que sentimos lo desconocido respirándonos en el cuello,  susurrando en la oscuridad de la noche o una sombra que se desliza rápidamente por las paredes. Es algo así como un resplandor que te permite ver lo otro, lo del más allá, sentir las otras presencias… alguien viene. Es Frank,  trae la medicina. Trago las pastillas maquinalmente, mientras él me da golpecitos en la espalda como si yo fuese un niño. Antes de irse revisa el cuaderno, lo deposita de nuevo en mis manos, se va alejando con la bandeja de medicamentos y haciendo un movimiento de lado a lado con la cabeza. Cierra la puerta con doble llave, coloca el pasador,  después el candado y se va por el pasillo silbando hacia la próxima habitación, donde lo reciben con gritos y al rato pasan los muchachos de blanco, bastón en mano, camisa de fuerza, inyección, silencio.  Retomo el cuaderno… las presencias… Yo tuve ese resplandor, por eso estoy aquí, en este manicomio, llamado de forma rimbombante Centro Psiquiátrico de Kisbulls, donde el bienestar mental de nuestros pacientes es nuestro objetivo primordial.  Pero no estoy aquí simplemente por tener un resplandor,  de hecho eso es insignificante para las autoridades, un individuo que esté hablando barrabasadas todo el día es lo más inofensivo que puede haber. Sin embargo, cuando del discurso se pasa a los hechos, he allí  una amenaza para la sociedad y merece estar encerrada. Por eso estoy aquí. Por cometer un hecho punible bajo las estupideces, según ellos en su razón, de unas visiones y un discurso esquizofrénico. Pero ellos no entienden que todo obedeció a un resplandor, la ceguedad de su razón no les permite ver lo verdadero que hay detrás de ello, no les permite creer mi versión porque no se cierne a ninguna lógica explicable. Lo que sucedió está por fuera de toda razón, no hay forma de demostrarlo, sólo relatando los hechos tal cual fueron sucediendo, podría  echar un mínimo rayo de luz sobre algo tan oscuro.
Corría el mes de agosto y mi economía de estudiante en una ciudad desconocida, no era la mejor. La austeridad  crecía y ya no podía pagar la habitación en la que estaba. Debía buscar otra que se acomodara a mi bolsillo. Un día, Carlos, compañero de estudio, me dijo que había una habitación en la 45ª a cuatro calles de la universidad. Ese mismo día fui a mirar y a la siguiente noche ya estaba instalado en la habitación, a pesar de su mal aspecto. En sí, todo el edificio era un vejestorio venido a menos, sus cinco pisos no daban testimonio de la bella arquitectura con la que fue construido, según pude ver en la foto que me enseñó la dueña cuando fui a hablar con ella. Era una señora mayor que vivía en el primer piso, al parecer sola. Y subsistía de arrendar habitaciones miserables a prostitutas, vagabundos, ex convictos, prófugos, y estudiantes necesitados. La miseria se paseaba por los pasillos, las escalas, los cuartos, los baños, las paredes. Todo el conjunto parecía estar bajo el influjo de una maldición. A pesar de todo esto, me quede allí y ¡Cuánto me arrepiento!
Ya llevaba dos meses viviendo en este lugar, cuando empezaron a suceder algunos hechos extraños, que en primer momento dejé pasar en alto, pero que después no pude evitar pensar. El primero sucedió una noche de octubre, un olor nauseabundo envolvió de repente la habitación, era como un olor a sangre y a carne descompuesta. Traté de averiguar de dónde venía, miré en la nevera si había algo descompuesto. No había nada. Abrí la ventana mas no dio efecto, el olor persistía. Estuve a punto de marearme, sentí náuseas. Tuve que abrir la puerta y arrojarme en el pasillo. El olor no llegaba allí. En el piso de abajo, en el tercero, se escuchaban los quejidos de una mujer. No eran los típicos quejidos de placer de las muchachas, además a esa hora ellas aún no habían llegado con los clientes. Este quejido no podía ser de placer. Alguien andaba por ahí abajo llorando. Pero ¿quién?  De repente, escuché que algo cayó dentro de mi habitación; fui presa del miedo, temblaba y sudaba frío. Estuve a punto de salir corriendo, pero recordé que estaba en ropa interior. No sabía qué hacer. Si gritar o esconderme en cualquier parte. Los quejidos se fueron alejando, aunque algo peor sucedió, la puerta de mi habitación se fue abriendo lentamente como si la empujara el viento. Fue en ese momento cuando tuve el primer desmayo.

Al despertar era ya de día y estaba sobre la cama. Traté de recordar cómo había llegado hasta allí, me fue imposible. Un poco temeroso recorrí la estancia en busca de alguna señal,  sólo en el baño encontré una mancha pegajosa que salía del grifo de la ducha.  Deduje que sería de la tubería. Tomé la ducha, desayuné, me vestí sintiendo la sensación de ser observado. Y salí rumbo a la universidad lo más rápido posible cargado de un miedo inefable. Llegó la noche y presa del temor busqué el sueño, pero aquella vez no sucedió nada. No obstante, la noche del viernes, la del domingo, la del lunes, martes, miércoles, se repitió todo de igual forma; el mismo olor, los quejidos, los golpes. El sueño se hacía insoportable, era dominado por el  insomnio, y durante el día conservaba el mareo y las ganas de vomitar. Empecé a buscar otro lugar donde quedarme, sin encontrar nada. Las noches  pasaban unas tras otras de igual forma.  De repente, ya no sabía si estaba soñando o era verdad todo lo que ocurría durante las horas nocturnas. Relaté a algunos amigos lo sucedido y lo único que recibí fueron burlas. En el estudio no marchaba, mi aspecto era enfermizo. Ya no podía quitarme ese olor de encima. Una noche soñé que dos hombres entraban a matarme, pero fue tan real que desperté gritando. De ahí en adelante, ese sueño se repetía una y otra vez. Y mis gritos desgarraban el silencio de la noche. Y en la mañana la mancha negra en el baño. Algo había en ese baño. Un día la dueña me llamó a su piso, para comentarme las quejas de los demás inquilinos sobre mis gritos. Yo le relaté lo que sucedía y ella dejó escapar una carcajada. Dijo que mandaría a un plomero para revisar lo del baño. Mientras tanto, que dejara de leer tanta pendejada o me sacaría a la calle. En la tarde o al otro día llegó el plomero. Se encerró en el baño y al rato salió diciendo que no había nada dañado, y que sólo extrajo una bola de pelos. Sin embargo, hubo algo que el plomero no vio en esa bola de pelos, y fue un anillo.  Inmediatamente destapé el grifo de la ducha, introduje la mano en ese agujero hasta asir algo alargado, lo enjuague y ¡oh miedo asqueroso!, era un dedo. El vómito salió a chorros, sentía que vomitaba gusanos, sangre, dedos. Era presa de escalofríos, los huesos me dolían horrible y la cabeza giraba al vértigo. Incorporándome con dificultad, salí de la habitación. Esa noche dormí en la casa de un amigo. No quise contarle nada. A la mañana siguiente, madrugué por mis corotos, quería marcharme lo más pronto posible de esa pesadilla, así me tocara cancelar semestre y regresar a la casa de mis padres. Empaqué lo más rápido posible cuanto pude, al bajar por las escalas me topé con la dueña, iba vestida de negro y entre las manos llevaba la foto de una joven mujer. ¿Quién es ella? -Le pregunté de golpe-. Ella es mi hija, muerta hace diez años. No pregunté nada más. Le dije que me marchaba y que muchas gracias por todo. Bajé corriendo los escalones mientras recordaba el rostro de la fotografía, había algo en él de particular, pero… ¿Qué? …¡El anillo!, en la foto ella tenía el anillo. Desvié mis pasos hacia la universidad, pensando miles de cosas, sintiendo como la fiebre se apoderaba de todo mi cuerpo. En la sección de archivos solicité los periódicos de hace diez años y minuciosamente busque página por página, hasta encontrar la noticia: “Niña de quince años desapareció en su propia casa la noche de su cumpleaños. Los hechos ocurrieron este 14 de julio en el Barrio Los Comuneros al Oriente de la Ciudad. Mientras los familiares celebraban los 15 de la niña, ella desapareció sin dejar rastro”. Unos meses más tarde el mismo periódico reseñaba: “continúa el misterio de la niña desaparecida de los Comuneros, las autoridades han perdido el rastro”. Nunca la encontraron porque está enterrada en el baño de la habitación 401 del edifico de la 45a. Ese olor, esos quejidos. El sueño repetitivo de los hombres matándome. Sin pensarlo dos veces me levanté de la mesa y encaminé mis pasos hacia el edificio, caía una leve lluvia, ascendí rápidamente por las escalas. El lugar estaba en completo silencio. En el zaguán del segundo piso me encontré las herramientas del obrero, tomé su pico y su pala. Abrí sin temor la puerta de la habitación 401 y empecé a romper el piso grueso del baño. Al rato escuché que alguien golpeaba la puerta.  Era Marta, una de las muchachas, dijo que yo la había invitado a venir  la noche anterior cuando nos encontramos en el pasillo, para que conversáramos sobre lo nuestro. Realmente no lo recordaba, no podía recordar haberle hablado a esta mujer. Hay vacíos en mi mente, por ejemplo, no sé en qué instante pasamos de la puerta a la cama y terminamos haciendo el amor. Y no sé en qué momento empuñe el pico y le partí la espalda en dos, después los brazos, la cabeza, las piernas. Así fue como la mataron a ella. La habitación olía a sangre, a carne. Algo estalló en mi cabeza y caí profundo. Cuando desperté, la luz del sol se colaba por la ventana, tuve la sensación de haber tenido una horrible pesadilla, que todo había sido un simple sueño. Pero al girar la cabeza hacia el otro lado,  la realidad era completamente diferente. Charcos de sangre que conducían al baño y en el piso de éste el cuerpo descuartizado de esa mujer, al lado el pico y la pala. ¿Quién pudo haber cometido esto? El informe policial me señalaba como el asesino y que la única muerte ocurrida en ese baño era la de esa tal Marta. Que la dueña no tenía ninguna hija desaparecida, que la herramienta no la encontré en el pasillo, sino que la compré un par de días antes. Que entre Marta y yo hubo un romance y ese fue uno de los motivos para matarla.  Realmente no recuerdo nada, sólo ese olor a sangre y a carne descompuesta que aún persiste.

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ANTES DEL DÍA Y DESPUÉS DE LA NOCHE (Johhny C.)

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para ella

 Una noche, él le regaló la luna; quizás porque no tenía lo suficiente para una caja de chocolates o porque fue lo primero que encontró al encontrarla sorpresivamente surcando las calles y el cielo. Después de un tiempo, tal vez mucho, quizás hace un día, tres semanas o dos meses, quiso completar el paquete regalándole un arcoíris; queriendo de alguna manera, compensar la falta de color de ese pedazo pálido, rocoso y agrietado. Pudo suceder que en su desesperación o apelación, no se diera por enterado del pésimo estado de los colores de ese arco-gris como día y feo de invierno.
No funcionó, ni siquiera cuando tiempo atrás, antes  del día y después de la noche, quiso mostrarle lo mucho que ella, para él, valía; al saltar y tocar el cielo con las manos, algo verdaderamente fácil de lograr sólo con sostener la mano de ella, si ella, ¡cómo no! estaba a su lado o de lado intentando individualmente-juntos hacerle la buena y única posible jugada al destino.
Él no puede creer su pequeña, diminuta, mínima suerte o su gran, enorme, gigante infortunio; cuando ella, de muchas maneras, formas y tratados basados en yonoséques-porqués-comós-cuándos que no logra o puede entender,  descifrar, enumerar o congeniar, le hizo saber que amigosnadamás-amigos-nada-más. Algo que para las aspiraciones, esperanzas y sueños de él, es pero demasiado, demasiado, demasiado muy poco.  Y pasa que no es que él sea el tipo más simpático de los alrededores, ni siquiera el más significativo o le sobren los amigos, que sólo están cuando necesitan algo y siempre nunca al necesitar que estén.
Sólo amigos es lo que ella propone después de la luna, el día, el arcogris, la noche y algún tiempo después de todo. Esa propuestadecisiónrespuesta, es algo que a él le carcome el buen dormir y le enturbia las ilusiones; un ideal que para las expectativas de él con ella, simplemente es muy poco; un algo que a comparación de él, hace de ese estúpido y descolorido arcoíris un sol en cielo sin nubes; es un algo que le rebota entre el concepto y el concreto de la testa; una particularidad en los días y una bestia halada en las noches.
Tiempo atrás de la luna, ella fue esquiva. Tal vez por “esperar un momento ideal o con el ideal de qué carajos, qué idiota para molestar” porque la historia es de por sí ya larga. Ahora, ni siquiera amigos, debido a la negación de ambos por los ideales del otro; cosa que hace sufrir a los dos (tal vez) -a él seguro-, por aquello de que es posible que no importe sufrir en secreto mientras se está cerca. O ¿quién sabe?

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SACIADO DE GUERRA (VATICINIO DE UN TRÁGICO FINAL) (Psyquest)

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Aturdido miró al cielo el alud de lágrimas de nube, como si cada gota hiciera honor a  esas vidas perdidas de sus compañeros en aquella guerra. Él, tumbado entre arbustos, no cedía ante el estremecedor entumecimiento muscular; seguiría cavando la trinchera que contenía su oportunidad de vivir o morir. Cada cavada se daba al compás de su corazón bombeante, acelerándose al sentir unas ramas crujir ante los pasos de quien lo acechaba. De repente, sintió llegar su fin al escuchar un estruendoso grito: - ¡Martín, ven a comer ahora mismo o yo misma te saco de ese hueco en el jardín!

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LA ÚLTIMA NOCHE DE LA POESÍA (Mb-6v!)

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Saca su gran libro ante la multitud y comienza casi que a murmurar,  -dícese su voz- Hay paz, un sabor a palabra de viejo sabio, hay letras –Más bien silencios alborotados- que van transportando el placer de su recital a un impetuoso jardín flotante. Desde su rostro hacia la cima, empiezan a brotar paisajes  suculentos; de vez en cuando es adrenérgico y mortal, consigue asesinar la inocencia con un guiño advertido, pero luego, viene la paz, nada cambia entre punto y punto, excepto el mundo que se estremece. Sus manos bailan a través de los espectáculos que va dibujando la imaginación, él escribe para combatir el mundo. Hubo de quedarse quieto en un momento, helado el sonido clama, cae el libro a su cuna terrena, se derraman las palabras y el mundo entero se desmorona, al quedarse sin viejo y sin palabras.

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CONTRAPORTADA 10

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PORTADA-DIMENSIÓN 21, septiembre de 2013

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 “Los recuerdos no pueblan nuestra soledad, como suele  decirse; 
antes al contrario, la hacen más profunda”.

Gustave Flaubert

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LAS SIGUIENTES PALABRAS (Urraca)

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 EXTRODUCCIÓN 07


En lejanos días en que aun no contaba siquiera con diez años, soñaba intensamente con el tipo que pasaba sus horas en el río, recolectando múltiples piedras de diversas formas, texturas y colores. Según lo que intuía, pasaba el tiempo allí, buscando un medio para olvidar alguna tragedia que en el pasado le marcó notoriamente. Pensaba que el río y el contacto directo con la naturaleza le darían paz; que quería hacer un alto en el camino, medir la vida desde sus pasos descalzos, sacar conclusiones de esa turbulencia disparada en opuestas direcciones en que se había convertido su existencia. Comprender, resumir, indagar, rastrear los momentos que lo habían llevado a ese paraje, a ese lugar sin barreras en el tiempo o del espacio.

En una tarde de fina llovizna, me acerqué tímidamente a aquel hombre; presentía que ese día, en medio de un nublado atardecer podría conocer realmente al ser que de vez en vez, se cruzaba en mis sueños. Me acerqué, se encontraba cortando algunos troncos, tenía unos treinta años como máximo, le pregunté cuál era el nombre del perro que le acompañaba, “no tiene nombre aún”, me dijo; descargó su hacha, se sentó y me contó la historia de cómo había encontrado aquel perro. Pude compartir con este hombre una buena tarde, hablaba de su vida y experiencias ocurridas a lo largo de ésta, y de lo pronto que anochecía en los últimos días. Ese fue el último sueño que tuve con aquel hombre, y en el único en que pudimos cruzar palabras y conocer realmente su historia. Transcurrió una larga década hasta que nos volviéramos a cruzar en medio de mis sueños.

Cuando llegué a la edad de diecinueve años, la soledad me había llevado a la escritura, escribía sobre paisajes, animales, historias de amigos en las montañas y románticas cartas de amor. Recordé los sueños que tuve de aquel hombre y deseé escribir al respecto, mi imaginación y mis recuerdos viajaron a ese lugar. Escribí algunas frases vagas y sin sentido, nada que me convenciera realmente, decidí buscar un lugar semejante al río con sus orillas, vegetación y diversidad de piedras, recorrí varios lugares, algunos muy similares, otros no tanto; pero en realidad ninguno que recreará vivamente lo que años atrás viví por medio de mis sueños, en los que aquel solitario hombre pasaba sus tardes en función de su concupiscencia de vida, tranquilidad e interiorización. Divagué solitario por muchos parajes naturales, hermosos, llenos de vida, magia y armonía, me sentaba en grandes rocas y prados extensos, a escribir sobre lo que vivía, sentía, respiraba y percibía de aquellos lugares. Noté entonces, como naturalmente, –deseándolo o no-  en medio de todos mis escritos, se creaba la historia de mi vida en el campo, en los ríos, en los árboles, sus animales, sus piedras. Escribía también, la historia de aquel hombre, pero no recurría a mis sueños para incitar las frases y palabras que la conformarían, no; recurría a la vida misma. La vida se me tornó hermosa y naturalmente inspiradora a partir de aquel día, brotaban de mi mano las palabras como un torrente de agua viva. Durante varios años, visitaba parajes y lugares naturales, en compañía de mis escritos y mis libretas; también soñaba mucho con los ríos y los bosques, pero nunca volví a soñar con aquel hombre que disfrutaba recolectar las piedras.

Hoy a la edad de treinta años, he decidido recopilar todos mis escritos de juventud, releer las historias que escribí, los cuentos que creé, las frases que desnudaron mi alma, los personajes ficticios que fueron mi compañía, los lugares que habité.
Hoy en esta tranquila y susurrada tarde, tomo todos mis escritos, viajo a la orilla de un río, contemplo las aguas, las piedras y todo a mi alrededor;  tomo una de mis libretas, busco la primera página y leo mentalmente las siguientes palabras:

“En lejanos días en que aun no contaba siquiera con diez años, soñaba intensamente con el tipo que pasaba sus horas en el río, recolectando múltiples piedras de diversas formas, texturas y colores. Según lo que intuía, pasaba el tiempo allí…”

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