ABSURDOS FECUNDADOS SIN PROCEDENCIA (Mb-6V!)

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EXTRODUCCIÓN 10

Nací por obra y gracia de una explosión, entre los montes tempranos de mi madre y el país descalzo de mi padre, inventé prematuramente un idioma que por falta de seguidores se ha extinto, en mi primer año aprendí a volar, aprendí también el ascenso rápido, la caída libre y a planear sobre la calidez del aire paralelo al cóndor. Mis deportes favoritos fueron siempre el ágape, desobedecer a mi madre y torturar felizmente al mundo con una triste pregunta. Me cambié el nombre dos veces, una a petición de la radio y la segunda a la del notario. Mi madre dice que mi curiosidad mató a muchos gatos y por eso aprendí fácilmente la tabla del siete, he amado siempre a los animales, especialmente a las estrellas, y por eso los como. De pequeño quise ser niño, uno indestructible, inmortal y sin interruptor de apague a las aventuras majas y asquerosas. Ya de grande crecí a la fuerza y tuve que aceptar la redondez del mar. Pirómano por inercia, filósofo destituido, teólogo abortado, culpable según mi madre de muchos traumas y sabores, testigo por ambición y encargo, en especial de hechos no muy formales, “sin rodeos ni ropa”.

Crezco y me creo santo, deambulo danzante por la desnudez del mundo, parcialmente teñido de un pachulí natural; doy pocos pasos al día para evadir impuestos, a veces solo uno; mido mis palabras una a una para evitar ofensas, miro hacia la firmeza para esquivar infortunios con ojos ciegos y para no exponer mis parpados a las luces artificiales; sonrío de vez en cuando para llenar mi rostro de vejez, doy consejos solo a extraños para cuidar mi salud, hablo dormido para no ser molesto, soy fanático del romance, sueño despierto para descansar en la noche, llevo ganada media vida y la que viene pienso empeñarla, debo no más de cien promesas y me hice fan de la muerte no más para evadirla; hablo con desconocidos para contradecir a mi madre, soy hincha de la viveza; aunque no aparento más que palidez, tengo en mi dedo gordo del pie derecho no más un vello y eso me hace detallista, me gusta correr cuando nadie me observa,
tengo unos zapatos que me han llevado a mi primer amor y de regreso a casa, ando descalzo desde que recuerdo haberlos comprado, no consumo fármacos porque me dan taquicardia, tengo pocas cicatrices y una de ellas fue por culpa de dios, me gustan los números porque en ellos encuentro lo impreciso, creo en la imperfección y me gusta un tanto el agua. No peleo desde que perdí mi último diente, le temo al médico porque me intimida, toco la percusión por masoquismo y aprendí a bailar mientras pateaba una lata, juego ajedrez tanto como leo la biblia, peco de vez en cuando como deporte extremo, no puedo pensar sin ponerme el índice en la sien, tengo unos calzones desde mis cinco años que no abandono por nada y un pijama del hombre araña que me hace soñar estupideces, me gusta escribir el odio, el arroz con leche porque me produce diarrea incapacitante y soy tan amante al dulce por sus ebrias consecuencias, desafié a dios a la presencia, pero está más agobiado que belcebú. De grande fui astronauta prodigio, pero decepcioné a mi falo por haber nacido en esta tierra, tengo hambre en cada momento, y creo en la revolución como en mi intestino, creo también que la hostia es santa porque vale mucho dinero, y que no hay verdad más cierta que la mentira de mi vida. A veces creo estar muerto cuando recién despierto o no escribo.

Creo en la vida como un sueño con deseos, en el pensamiento como un rincón olvidado, en mis manos como el más grande asesinato, en el mundo como un vómito blanco, en el miedo como el dios abstracto que me permite la torpeza y en esta revista como el otro dios que me dice donde morder. 

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