(L)ITERATURA (S)OBRE (D)ROGAS (Johnny C.)
Unknown
3:58 p.m.
DIMENSIÓN 22
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Dimensiones Revista Literaria
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Extroducciones
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Johnny C.
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EXTRODUCCIÓN 08
“Para no padecer el horrible fardo del tiempo que quiebra los hombros y los inclina hacia el suelo, uno debe embriagarse infatigablemente. Pero ¿de qué? De vino, de poesía, de virtud, de lo que sea. Pero embriagarse”.
Charles Baudelaire
Charles Baudelaire
Clormetiazol, Ciclozacina, Dextropropoxifeno, Nabulfina, Semoxidrina, Petinida, Pentozocina, Morfina, Pentotal. Tal vez no le digan mucho, a ver, pruebe con estos: Torazina, Litio, Torinal, Nembutal, rohypnol, Mandrax, Valium, Benzedrina, Prozac, Seconal, Rivotril, Amital, Librium. Quizás alguno de esos últimos sí pudo reconocer, y si no, haga una prueba más. Opio, LSD, PCP, MDMA, Ketamina, Anfetaminas, Heroína, cocaína, mezcalina, peyote, marihuana, nuez moscada y los inexorables alcohol y cigarrillo.
Tal vez junto a la mujer, las drogas sean la principal fuente de inspiración y perdición de todo aquel dispuesto a la lucha contra el papel en blanco. Es normal que cualquier adicto a este vicio, (me refiero al de escribir) intente de alguna manera sobrealimentar su imaginación y creatividad o por lo menos la palabrería por medio del uso de algún “elemento” que de alguna manera, potencialice el cerebro y a las pocas neuronas sobrevivientes al estilo de vida excesivo de esta era moderna. Algunos, lo logran simplemente con oír música, o sosteniéndose de un cigarrillo (en este caso, la mayoría de las veces uno no es suficiente) ¡Y claro! No pueden faltar, los que se bañan el cerebro con café (en este otro caso, se puede decir que uno, tampoco es suficiente). Pero otros, han querido subir la apuesta queriendo ir más lejos, buscando explorar los recovecos más ocultos y profundos de la cabeza, el espíritu, el sentir; en otras palabras y en un todo: la vida.
Desde el principio de los tiempos, en la literatura, muchos escritores han querido, experimentado, usado y abusado conciente o inconscientemente de ciertas sustancias que tal vez tienen el poder de incrementar la capacidad imaginativa o de abrir las puertas a una revelación, que en un estado normal de sentidos y percepción no sería posible alcanzar.
Drogas y literatura: una combinación por ósmosis que para bien o para mal a lo largo de la historia, ha engendrado de una manera evidente o disimulada grandiosos resultados en el campo de la literatura; aunque se puede decir, sin riesgo a equivocarse, que la literatura no es, ni ha sido el único arte en el cual las drogas no hayan tenido un rol principal o secundario.
Cabe resaltar que, esto no es una apología al uso de las drogas (o tal vez sí) tampoco una censura a las mismas, esto, simplemente es un breve y superficial repaso a algunos escritores y escritos repletos de “vitaminas” para el cerebro y el alma.
Es muy fácil encontrar ejemplos de dicha combinación, la lista es enorme, haciendo particularmente complicado encontrar casos que de alguna manera no hayan sido adictos a algo; ya que casi cualquier acto que se ejecute con bastante regularidad, se le puede llamar adicción. Es un hecho que desde siempre; pero más en esta era moderna, quizás porque el ostracismo o la aceptación (aunque no tanto) al hecho de consumir adictiva o recreativamente alguna sustancia es menor en comparación con eras pasadas; hayan surgido escritores que para bien o para mal se adentraron en un mundo de ensoñaciones inyectadas, bebidas, fumadas o tragadas; dando como resultado a libros y obras a veces referentes de la literatura moderna.
Comencemos pues, el viaje:
Como se ha dicho, las drogas han estado presentes desde siempre; algunos sostienen que escritores como Dante y Shakespeare consumían alucinógenos, mientras llevaban a cabo algunas de sus obras. Pero es necesario esperar hasta 1822 para encontrar una referencia abierta al consumo de drogas, con la publicación de “un inglés comedor de opio” del británico Thomas de Quincey; una obra autobiográfica en la que relata su adicción al opio y otros derivados de la amapola. Desde ahí, hasta nuestros días, no ha dejado de surgir literatura producto de adicciones, alucinaciones o experimentaciones con alguna sustancia. De la mano de Thomas, Baudelaire escribió sus “paraísos artificiales” bajo la influencia del hashís. Algunos coterráneos y contemporáneos como Rimbaud y Verlaine no se quedaban atrás con el opio y la absenta; Jean Cocteau otro devorador de opio, autor de “los niños salvajes”; y como dejar de lado el “teatro de la crueldad” de Antonin Artaud, escrito bajo los efectos de la mezcalina. ¡Malditos franceses! Otros, como Robert Louis Stevenson, quien bajo la influencia de la cocaína escribió “el extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde” o como Sigmund Freud quien encontró en este alcaloide un estimulante, el cual defendía y consumía mientras andaba escribiendo “la interpretación de los sueños” . Imposible pasar por alto a Arthur Conan Doyle, quien deja bien claro su preferencia en “Sherlock Holmes”, Otros como el filósofo francés Sartre y su “náusea” o el poeta Henry Micheaux preferían las benzedrinas o anfetaminas; Aldous Huxley con “las puertas de la percepción” o el icónico símbolo beatnik “en el camino” de Jack Kerouac escrito a base de benzedrina y alcohol. Phil K. Dick adicto a las anfetas llevó a cabo a punta de semoxidrina su sci-fi más trastornada.
Ninguna lista por corta o larga que fuese, respecto a escritores “drogos” quedaría completa sin el hombre “del millón de dólares en las venas”, por supuesto, me refiero a William S. Burroughs, alguien que de seguro probó de todo, aunque enganchado principalmente a la heroína, el autor de “Junkie y almuerzo al desnudo” es el hombre escogido, el iluminado supremo debido a su longevidad e itinerante recorrido. Detrás de éste, aunque no mucho, otro que las probó casi todas, Hunter S. Thomson, una farmacia ambulante, autor de “miedo y asco en las vegas” un viaje repleto de LSD, mezcalina y alcohol.
Para terminar, inevitable dejar de lado a los que preferían empinar el codo, entre tantos, algunos como: Bukowski, Hemingway, Capote, Faulkner, Joyce, Fitzgerald o Poe, quienes hundidos en mares etílicos hacían de las suyas con las letras.
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