EL CUERPO COMO EXPRESIÓN DE RE-EXISTENCIA (RH)

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EXTRODUCCIÓN 09


El poder ejercido por los organismos de control social sobre el cuerpo del ciudadano es cada vez de mayor proporción. Determinar de antemano lo que es un cuerpo, lo que éste puede hacer y expresar, es el objetivo primordial de las instituciones, que ya no solamente controlan las decisiones de los individuos; sino que además moldean las sensaciones y las emociones de éstos a partir de la codificación de normas de conducta, las cuales van más allá del comportamiento ético que el ciudadano debe asumir ante la sociedad. Normas que pasan a dirigir la integración de los individuos en los espacios tanto públicos como privados para el debido funcionamiento de un sistema que considera el cuerpo humano como un objeto más del espacio, un objeto maleable, dócil, desechable y vulnerable al crecimiento, al cambio de ritmos o transmutación de los lugares.
Semejante proceso de integración, o más bien de reducción del cuerpo a la lógica espacial, pone en movimiento todos los engranajes del sistema a través de la maquinaria de las instituciones (la familia, la escuela, la universidad, el trabajo y la religión). Reeducan el cuerpo, lo rehacen de nuevo para purgarlo del “salvajismo”, del primitivismo, de los instintos naturales, de lo sublime, de la expresión espontánea de su géstica que catalogan de indómita y antisocial, de lo que bulle dentro de sí y reclama libertad. Una vez libre de esto, de su verdadera expresión, se le rellena con una especie de catálogos de expresiones repetitivas, homogenizadas y toleradas (para el sistema) que van llevando al hastío, al desasosiego y al maquinismo del movimiento en el cuerpo del individuo. La herramienta más utilizada para este fin es la persuasión, claro está sin dejar de omitir el castigo, el miedo y el sometimiento empleado en los casos que sea necesario por los agentes corregidores del orden, que ya no son del orden social, sino del orden corporal. Esta persuasión se hace de forma incesante a través de los medios masivos de comunicación que nos venden no solamente productos, sino también formas corporales, lo que debe o no debe sentir un cuerpo en determinadas situaciones, en fin nos venden estilos de vida, de corporalidad y de expresión. El cuerpo como un producto. Se refuerza lo anterior con la creación de un calendario repetitivo, el cual nos dice constantemente que el fin de semana es para el cuerpo fiestero, desorganizado en la medida de lo tolerado por los agentes, mientras el resto de la semana es para trabajar, habitar el cuerpo organizado y funcional en pro de una actividad fructífera. Una maquinaria que nos dice que cada cosa tiene su lugar, que en el trabajo no se baila ni se juega, que en los conciertos no son para estar estático, inexpresivo (otra forma de expresión); que la vida exige un cuerpo acelerado, activo y proactivo. Que lo lento no sirve, que lo imperfecto es desechable. Que la antiforma es errónea, que habitar lo desconocido es estúpido.
Por lo tanto, el mayor producto que nos ofrece la postmodernidad, es el cuerpo alienado, reducido a su mínima expresión, absorbido, engullido, aplastado, maniatado por la lógica del espacio que determina los comportamientos corporales de los individuos en dichos lugares. Y mientras se coacciona la expresividad del individuo, se va canalizando su energía creadora por medio de distracciones o en la fomentación de actos violentos como punto de fuga de esta energía, para que no sea empleada en actos creadores, en gritos de vida.
Ante este desconcertante panorama, utilizo el arte y más precisamente el Arte Teatral, el cual tiene en uno de sus elementos primordiales el trabajo sobre el cuerpo, como mecanismo de resistencia y re-existencia.  Pero cuando hablo de Arte no me estoy refiriendo a los procesos artísticos ligados al sistema, y que en manos de él nos es más que una herramienta útil a la hora de introducir la persuasión y establecer sus valores. También cuando hablo de Teatro, me refiero a un modo de hacerlo que se mantiene al margen -mas no es marginal- de las convenciones teatrales tradicionales y que rompe con todos sus esquemas. De hecho, no sé si debería llamarle Teatro. El caso es que este Arte del cuerpo indaga por la total expresividad corporal, desliga al espectador de su papel pasivo, lo convierte en un elemento activo y proactivo intelectual y corporalmente.
Augusto Boal (teórico y dramaturgo Brasileño) desarrolla esta forma de Teatro al darle al espe-actor una conciencia sobre el cuerpo y sus hábitos. Mientras tanto Antonin Artaud planteó el cuerpo sin órganos, que indaga en lo profundo de Sí, en sus orígenes ancestrales, para encontrar la expresividad de un cuerpo no ligada a ninguna forma ni forzada en la interpretación de un personaje. Y en lo que hoy llamamos Performance, desde una experiencia personal se cuestiona diferentes aspectos de la sociedad, siendo uno de ellos lo corporal y la represión que padece.
Todos estos diferentes modos de trabajar lo artístico, nacen ante la necesidad de indagar lo desconocido, lo otro, la no forma, la deconstrucción de la lógica  para llegar al redescubrimiento del cuerpo y de lo que puede éste hacer. Es una reconstrucción de los ritmos,  las sensaciones y emociones de lo corporal que vuelve a tener la capacidad de sentir, de ser sensible, de re-existir, de volver a vivir, y de hacer de su vida una obra de arte, un acto de vida desde el cual, se resiste.

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