DESIGNACIÓN EMPÁTICA EXPERIMENTAL (Mb-6v!)
“De frente una maciza tormenta, al reverso un frívolo destierro; no hay más camino.
La tregua es nadar lentamente la prisa, decirse útil e inventarse apresurada y desesperadamente un atajo para llegar vivo a la muerte”
Al no mover sus piernas se arrastró para tomar el
arma, esta vez eran sus dedos los que fallaban, intentó algo como pudo su
desespero, trabarlos en el gatillo y luego halar desde su brazo, pero sólo la
flacidez estaba; su lengua habilidosamente sirvió para disparar, la dirección
del último proyectil no asesinó su concepción de salvarse. Había despertado
lejos, como lo pidió momentos después de firmar su último contrato prometiendo
mucho reconocimiento, junto al revólver que respaldaría su inusual
fracaso.
Decidió, sin más opción imaginada, revolcarse algunos
kilómetros dirección al sol y dejarse encontrar por algún evento devastador que
le abrazara primero. Sobre las aguas que permiten el valle, pensó, conceder la
envoltura y no luchar contra la inmersión si es que acaso podía combatirla,
debía resolverse en llegar sin encontrar otra limitación no mortal o inmediata.
Movía sólo brazos y antebrazos para alejarse del mismo
punto, padecía de sus piernas, pero no sentía las heridas de su acarreo, la
poca sangre marcaba un camino más hondo que largo, afilado; maldita sería si se
llamara descalabro y llegara a ser público.
Se movía más su sombra, el sol desaparecía de cansado
en su espacioso recorrido, llegaría esa ausencia de calor, donde las nubes no
se forman. Acompaña un tiritar inaplazable en las noches, morir de hipotermia
sonaba considerable, lo que fuera; el hambre se presentaba más deprisa, las
heridas emprendieron infección; dejaba a un lado el juicio desde hace rato;
pero ahora con más seguridad era el cuerdo de nunca. Temblaba descontrolado y
dolía su cabeza a todas partes a causa de la bala no impactada, del efecto de
su experimento, por el sol de todo el día, la inanición, el pensar y no. El
entierro del camino deslucía el sangrado, un “pero” menos para su paranoia.
La noche no fue, tampoco su frío y su hambre. Amaneció.
Su pelvis estaba, no la sentía. La sed al naciente
ocupaba su boca, sentía cocerse entristecido, se quedaba sin planes de
ser el hombre que a su manera celebraría su invento. El dolor de los golpes
crecía desde la reserva en su espalda hasta lo atronador en su cabeza. Ser de
día se escondía entre algunas ramas cercanas, entraba en un matorral y podía
saborear un motivo lapidable en cualquier fluir audible de las aguas. Un abismo
acercaba, por fin su aspiración a dejarse evacuar en la corriente. Debía
impulsarse y permitir rodar en dirección única, otorgando al agua la
zambullida. Fallaban completas sus extremidades. Ahora el veneno cumplía
palabra en su cuerpo, conocedor de que empeoraría y seguía lo doloroso; rodó
más deprisa a la dirección menos azarosa, no lejos de su despeñadero. Entendía
ahora un lenguaje roedor conocido en su laboratorio por lo manifiesto y,
embullirse contaba como el antídoto que no tenía ni necesitaba. Sus sentidos
extinguían ese medio para contentarse; poco audible era toda intención, sumado
a que sus párpados ocluían gradualmente; una inercia fatal tanteaba su destino.
Conociendo su lento, mortal y tortuoso efecto, apuntó a
las primeras depresiones del terreno, cerrando en cortas apneas en pleno
declive un placer asfixiado. Violentaba a golpes su testa, destino fallido del
proyectil, y supuraba el deseo después de tanto que ésta fuera su propuesta más
cómoda. Se ahogaba más en estupor que en su aspiración, perder la razón contaba
como una muerte descortés en su intento arrebatador. Por fin la apnea fue
total, su hipoxia desconectó el propósito consciente pero rodaba aún por
gravedad, la humedad se halló más tarde y no fue forzada, lo no imaginado. El
curso caudal desconfió su destino, como dudó esta muerte en ser la suya. La
voluntad no, el veneno.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada
(
Atom
)
No hay comentarios. :
Publicar un comentario