ENTRE LO COMPRENDIDO E INCOMPRENDIDO DE LA POÉTICA ARISTOTÉLICA (Andrés Pérez)

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(Lectura del libro Ética y Tragedia en Aristóteles de Carmen Trueba)


(Imagen: Laoconte y sus hijos. Autor: Escuela de Rodas)

En el presente texto, se expone un análisis concerniente a los dos primeros capítulos del libro Ética y tragedia en Aristóteles, de Carmen Trueba: LA MIMESIS POÉTICA y LA CATARSIS GRIEGA. Ambos capítulos desarrollan aspectos primordiales de la poética de Aristóteles siglo IV, a. C.
Para el filósofo griego, como asistente y agudo observador del teatro de su época y más exactamente el de Sófocles, le resultaba primordial dar un tratado sobre la forma de componer, de crear o en términos modernos de producir una tragedia que contuviera ciertos elementos que la hicieran bella, perfecta, capaz de producir compasión o temor entre los espectadores. 

Dicho tratado se expone en la Poética que enmarca diversos conceptos como: Anagnórisis (ἀναγνώρισις, reconocimiento), Peripecia (giro de fortuna), Mimesis (μίμησις, imitación) y Catarsis (κάθαρσις kátharsis, purificación). Conceptos interpretados de manera acertada y desacertada; esto último obedeciendo a la poca profundidad de análisis en entornos académicos y artísticos que generan opiniones erróneas y rechazos a los planteamientos aristotélicos, señalándolos de reducir todo arte al naturalismo por ser mera copia de lo real. 

Carmen Trueba es consciente de la mala interpretación dada a la Mimesis, pilar fundamental de la creación poética, y a la catarsis griega, finalidad de dicha composición. Por lo tanto, dedica dos capítulos a tratar estos conceptos partiendo de la poca luz que Aristóteles da sobre ellos; realmente, más que la poca luz, es lo contrario, pues el filósofo griego habla de Mimesis, Catarsis y Peripecia, en obras como  Ética a Nicómaco y La Política,  en estos tratados filosóficos la definición de los conceptos se transmutan de acuerdo al contexto. De allí la necesidad de analizar Mimesis y Catarsis a la luz de la poética y no de otra obra, pues generaría una confusión sobre los conceptos, afirma Trueba en el preámbulo a su obra.

En rigor, el trabajo desarrollado por la ensayista en su Ética y tragedia en Aristóteles -analizado en las siguientes páginas-, es fundamental para observar la obra del filósofo griego a la luz de otra vela y despejar la bruma que se ciñe sobre sus planteamientos, comprender que cuando habla de Mimesis no alude a una mera copia de lo real; en cuanto Catarsis es una metáfora para expresar el placer que experimentaban los espectadores de una tragedia bien compuesta.

LA MIMESIS POÉTICA Y LA CATARSIS GRIEGA


En las primeras líneas del capítulo, Carmen Trueba nos aclara un poco las diversas traducciones que tiene la palabra Mimesis: copia, imitación, representación, y aunque estas dos últimas definiciones se asemejan, no puede entenderse la Mimesis como imitación de la vida y al poeta como un mero imitador de la naturaleza, creando, según Hegel, caricaturas de la realidad. Para Trueba, Aristóteles planteaba la Mimesis más allá de una imitación de la vida, en la que el mito jugaba un papel principal como composición de los hechos; no obstante, sin darle ese valor agregado que le concede Nietzsche al mito, considerándolo como unidad de la tragedia, alma y superficie indispensable para el poeta crear a partir de…

Los hechos (el mito) estaban recogidos, la tarea del poeta era contarlos, cómo y qué elementos utilizar, fueron interrogantes planteados por Aristóteles en su Poética, permitiéndole establecer una ruta de creación para todos los géneros poéticos que partieran o no del mito como base. La ruta incluía tres criterios fundamentales: los objetos dentro de los cuales están los caracteres; los medios (el lenguaje, el canto) y los modos de imitación (narrativo, trágico, cómico). Uno de otro se diferencian en su estructura. 

Ligado a lo anterior, aparecía el elemento de verosimilitud, de ser creíble y posible lo contado jugando un papel principal en la cohesión de todos los componentes. Al respecto, la ensayista remarca que si bien toda composición trágica, debe ser verosímil, no por ello debe omitirse los elementos de lo fantástico o maravilloso. En cambio, Aristóteles prefería lo imposible verosímil, a lo posible inverosímil; esto es, que entre más elementos de fantasía o misterio tuviese la obra, mayor sería la posibilidad de ser posible, creíble en el espectador, y para este fin incluía conceptos como la Anagnórisis (reconocimiento) y la Peripecia (cambio repentino) en la estructura trágica. Además, abogaba por un lenguaje aderezado, no común o vulgar, puesto que si se imitaban las vidas de personajes singulares, el lenguaje también debía estar a la altura de éstos, configurando así una sensibilidad mayor en el espectador, en contraste de la percibida en la realidad. Al respecto Carmen Trueba afirma:

“La verosimilitud poética no proviene de la mera semejanza ni de la observación, sino resulta de la obra y de la destreza del poeta para lograr la impresión que esta nos provoca. Una impresión análoga a la que nos produce lo real, pero distinta en definitiva de la que nos producen los hechos y las situaciones reales.” (Trueba C. , 2004)

Esa verosimilitud y las impresiones generadas, se apoyan en un tratamiento del lenguaje, en el cual aparece la metáfora, figura poética que encierra un gran misterio, permite lo fantástico y maravilloso en la estructura trágica. La introducción de esta figura en el léxico es fundamental para Aristóteles, pues potencializa las capacidades creativas del poeta. Al respecto, Trueba (2004) expresa: “Lo más importante de la elocución o lexis, con mucho, es dominar la metáfora. Esto es en efecto, lo único que no se puede tomar de otro, y es indicio de talento; pues hacer buenas metáforas es percibir semejanza.” 

Se desprende de lo anterior, que la metáfora le permite al poeta decir lo indecible desde el lugar de la imagen o el lenguaje, coloca la realidad en otro plano y empuja al espectador a estar constantemente haciendo analogías, construyendo y percibiendo la realidad de otra manera. En ese pequeño pasaje que Carmen Trueba dedica a la metáfora dentro de este capítulo, deja bien sentado que la figura no es una simple traslación de palabras, un efecto de significado o una serie de comparaciones; sino una invención poética regida por las reglas de la imaginación y el buen gusto, que no se rige por ninguna estructura y evita ceñirse a una sola especie de metáfora. Además, las buenas metáforas son muestra de que la mimesis poética no se reduce a una simple copia de la realidad. 

Por otro lado, Aristóteles no descartaba aquello que pudiese ser censurable, lo incorrecto, el error poético, a éste lo denominaba Hamartia (αμαρτία, error trágico), concepto que hace alusión dentro de la poética a dos aspectos bien diferentes: el primero se refiere al error cometido por un personaje y el otro al yerro del poeta en la selección de los elementos. Este último es considerado dentro de la teoría del arte mimético, fundamental para comprenderla, ya que plantea una serie de errores que podrían darse en la composición de una tragedia o que no deberían darse: lo imposible, la irracionalidad, lo dañino, lo contradictorio; sin embargo, el poeta puede utilizar estos elementos e introducirlos en su estructura bajo la figuras de coherencia y unidad. El error o la falla radicarían en la incapacidad de conjugarlos debidamente,  en la falta de vigor en la imitación. Carmen Trueba cita a Aristóteles para clarificar un poco esa falta de vigor: “En cuanto a la poética misma su error (Hamartia) puede ser de dos clases: uno consustancial a ella (kath´ auten), y otro por accidente.”

Es en esta etapa cuando la autora del libro pasa a analizar la Techne (en relación con la mimesis), entendida como la forma, el proceso de creación producto de la aplicación de un conocimiento que da la misma Techne. No obstante, Aristóteles advertía que la idea de técnica se consideraba como algo culminado y disponible para todos. Con lo cual estaba en desacuerdo y abocaba por una Techne como proceso de formación y conocimiento de las diversas técnicas productivas, atravesadas por la experiencia, la imaginación individual y colectiva. Es allí donde se traslada la Techne hacia la Mimesis, al ser la última un compendio de conocimientos que ayudan a la fabricación de tragedias. Aunque, el mismo filósofo se abstiene de fijar la técnica como única fuente del arte mimético-poético, pues a ella se le escapan cosas, que solo pueden ser aprendidas y aprehendidas a partir del azar, la experiencia y la imaginación; entre esas cosas que no puede dar la técnica destaca la metáfora, a nadie se le enseña a hacer metáforas.

La finalidad de todo este proceso de composición partiendo de la Mimesis - afirma Trueba- debe manifestarse en el efecto catártico sobre el espectador, quien como observador de dichas composiciones experimenta una serie de descargas emocionales, a la vez que equilibra sus pasiones. Lo anterior sucede por la perfección en la composición, en la minuciosa elaboración de la pieza, donde elementos como lo fantástico y lo maravilloso juegan un papel trascendental, ayudan a reforzar ese efecto de conmiseración o temor que se busca en los asistentes; por medio de pasiones se identifican con el destino de X personaje, quien ha cometido Hamartia, al identificarse logra purgar esas sensaciones el espectador, a esto se le llama catarsis.

Es necesario mirar, a la luz del análisis que hace Carmen Trueba sobre Catarsis, la proliferación de diversas interpretaciones sobre un mismo concepto, desde un ámbito moral, de saludo moral o la clarificación intelectual ligada a la condición humana. Esto obedece, nos dice Trueba, a la “oscuridad” que se da sobre la Catarsis en la poética y la inclusión de otros elementos como las melodías. Pero no basta eso, al referirse a la Catarsis como purificación de ciertas pasiones, pregunta Trueba: ¿En qué sentido, la catarsis trágica seria purificadora? Partiendo del hecho de que no todas las pasiones son impuras y deben removerse: “Me interesa tan solo hacer ver que asumir que las pasiones no sean malas no implica negar que estas sean susceptibles de una purga o purificación en el sentido de una separación, descarga o distensión.” (Trueba C. , 2004)

Además, no encuentra la necesidad de atribuir un sentido patológico a las pasiones o a su exceso para entender la catarsis como alivio. Cuando hace mención del término patológico se refiere precisamente a esa parte física, corporal de la catarsis, los cataros, relacionados con una serie de fluidos puros e impuros que identifica Aristóteles y de los cuales extrae esa purgación trasladándola al plano de la tragedia, al mundo sensorial. La sangre, el semen, la orina, los excrementos y la menstruación son esos fluidos, los dos primeros puros y los restantes impuros. Para justificar esas sensaciones que experimentan el espectador de una tragedia, y la relación con estos fluidos afirma lo siguiente Carmen Trueba: “La ira, por ejemplo, va siempre acompañada de la ebullición de la sangre cercana al corazón, de la sensación de dolor, la creencia de haber sido objeto de una ofensa grave y el impulso de venganza”. (Trueba C. , 2004)

Lo anterior, descansa sobre una estructura que contiene sensaciones de placer y de dolor, alteraciones en los procesos fisiológicos, creencias y opiniones, actitudes o impulsos. Ninguno de ellos explica por sí solo emociones. Trueba asume que el significado de catarsis es una descarga emocional, análoga a los procesos naturales de descarga de fluidos, lo cual quiere decir que la catarsis trágica es una metáfora de esos procesos fisiológicos. Dicho en lenguaje coloquial: lo sucedido al espectador cuando contempla la pieza es semejante al proceso de evacuación de los fluidos corporales, sin que suceda físicamente tal evacuación en el espectador.

Ahora bien, en esta etapa del escrito de Carmen Trueba se hace mención al término “placer trágico”, ese placer que experimenta el espectador ante el dolor ajeno o la desgracia que vive el  personaje trágico. Es un placer en la medida de que es ficcional, una historia donde aparecen elementos fantásticos y maravillosos posibilitando esa sensación en el publico. Las emociones percibidas dentro de la tragedia se asemejan a las reales, pero se distingue de ésta, en que va aunada a una elocuencia y grandeza que le alejan del sufrimiento humano real. Y se nombra “placer trágico” porque se diferencia del placer producido por las comedias y se asemeja un poco al de las narraciones épicas. No obstante, aparecen en lo trágico esos elementos que le hacen especial: el lenguaje sazonado con el ritmo, la armonía, el canto, todo el entramado de una acción esforzada de los caracteres y de los hechos, la Mimesis.

Ahondemos más, la ensayista echa una mirada a la inocencia del personaje, el cual despierta en el espectador compasión o temor, y declara que aunque no es necesario que el personaje sea inocente o semejante a nosotros para identificarse con él, si  considera menester esa parte en que el filosofo griego recomienda que el personaje sea mejor o intermediario, digno de ser imitado, que goce de reputacion y su caída obedezca a un gran yerro. Esto muestra que la poética está centrada en una clase de emociones muy particulares, encontrando sintonía en el espectador que se deja embuir por el efecto patético, generado por la relación de los elementos. Al respecto Trueba expresa: “la catarsis entraña cierto entusiasmo, presupone una comprensión de lo representado en el drama y una fuerte empatía del espectador con los caracteres y con la acción trágicos.” (Trueba C. , 2004)

En conclusión, es evidente que dentro de la obra de Aristóteles titulada Poética, los conceptos de Mimesis y Catarsis griega, son fundamentales para la composición de una tragedia, pues en ella se recogen todos los demás elementos necesarios, la Mimesis como base y soporte, y la Catarsis como fin a conseguir en su relación recíproca con el espectador. Este último, elemento fundamental para que se dé el acontecimiento escénico, pues era allí, en esa relación con el público, donde se constataba la veracidad de lo dicho, lo expresado, el ingenio del poeta para componer y perfeccionar la pieza. 

En suma, es necesario comprender como integrantes de un contexto académico y profesional, todos los conceptos planteados por Aristóteles en su Poética para dilucidar las brumas que se yerguen sobre su legado, y quizás al comprenderle debidamente podamos abordar su propuesta y a partir de ella crear otras. Por otro lado, Carmen Trueba desde su obra,  logra clarificar un poco la comprensión de esos conceptos y nos acerca a la teoria del arte mimetico desde otro enfoque. 


Bibliografía

Trueba, C. (2004). Ética y tragedia en Aristóteles. México: Anthropos Editorial.
Trueba, C. (2004). Ética y tragedia en Aritóteles. En C. Trueba, Ética y tragedia en Aristóteles (pág. 24-62). México: Anthropos.





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