DIMENSIONES DEL ARTE (Mb-6v!)
Imágenes: Duvan Gómez
Este hombre ha terminado todas sus tintas y las palabras no lucen un libro digno de mostrar; y como quien piensa en renuncia, repara escribirse en un tachón o ser pintor. El día no llega.
Las paredes de este escritor suelen ser blancas y funcionan así como un proyector de textos, deja correr las historias como una ventana a la calle o un balcón al panorama.
Él piensa que si en vez de escribir, describiera, la tinta estaría incómoda de cuerpo y resbalaría ocupando unas estrías lejos del papel, entre tantas paredes no alcanzaría. Su brazo acostumbrado a estar quieto y lo fino ser de su mano, se negarían a exagerar las letras en colores y calibres tan desconocidos. Piensa y entre excusas ya tiene otra historia.
Como esta tinta del pensar no deshace y el día no llega, madruga su pincel a la esquina por donde se entra a su casa y su primera pincelada es una villa de un sol muy amarillo, luego muy claro porque tempestea a todo día y se extiende hasta su cuarto, el último. Dibuja su libro para darse sentido y come puntos a líneas pares, más tarde cuando sus personas ya son reales, comienzan a mirar, siguen el guión y se desplazan al desenlace que se mete en cuartos o cocina.
Hay decadencia en el orden como formas de llegar a la antesala, cualquier historia se lee entrando por la otra puerta, saliendo de los cuartos o encaramándose al ático, si todas las paredes tienen un comienzo, el secreto está en mantenerse en casa y salir cuando se agote la gracia o comience a caer las hojas.
La tragedia viene cuando las historias son predecibles y los romances se acaban repitiendo, las paredes son microrrelatos por el afán de hacer otras cosas afuera, entrar y salir en una página. Esto ya le aburre y más que el clima no cambie, porque solo pintó un sol que destiña y se olvidó de la lluvia. Cansadas también parecen sus personas que se van borrando y cayendo a pedacitos de veteranos.
El día no llega, en cambio él sí con la noche y cambia los pinceles por la mano que empuña un mazo para dar un terminado a la pintura. Las paredes sangran en polvo y este ruido que desprende hace el ritmo y piensa en que, por qué no... El día llega, la música sí. Ha encontrado otro papel para escribir, la dimensión del sonido le atrae como escenario, se atreve a ser dinámico y compone una destrucción melódica toda vez que tararea. Su casa no es precisamente una mansión.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada
(
Atom
)
No hay comentarios. :
Publicar un comentario