NOTAS EN OTRA BOCA, MÚSICA EN OTRAS MANOS (Mb-6v!)

No hay comentarios.

...Se levanta de nuevo, es la quinta moneda que deja caer sobre el sombrero. Comienzo a creerme lo bueno que soy tocando el violín. La gente pasa, mira, si acaso escucha y luego se va. A este paso, considero mi destino en este parque como finito. Otra moneda, Él, una tras otra, no importa si toco de nuevo la misma melodía, parece disfrutarlo. Empiezo a detallarlo, lleva diez monedas cerca de una hora, solo toco para Él, parece. Lleva gafas oscuras, un sombrero trajinado, y unas orejas grandes que hacen juego con lo pequeño de su boca. Aquí viene de nuevo, otra más, esta vez se queda cerca, más curioso y con una comodidad casual. Tiemblo a desbaratarme, en cambio aumenta el vibrato, las horas pesan en mis manos, las cuerdas me han fisurado la integridad. Ahora hace frío, en pocas horas comenzará la lluvia, parece no importarle. Es hora ya de estar cansado, además de llevar lleno mi sombrero. Toco la última, un silencio, también la moneda no suena, la última. Guardo mi violín, aseguro el dinero y antes de partir agradezco, en especial a ese hombre generoso, que aclama complacido y contento, dándome su mano para apretar mi talento. Voy de salida, mi casa está lejos, el paradero de bus a cortos pasos, espero uno. Mientras tanto desde allí, puedo mirarlo, puesto en el mismo lugar que lo he dejado, merodeando, sacando de pronto de su bolsillo una flauta en dos pedazos y destella la última luz del rayo que advierte una pesada lluvia. Observo detenidamente, comienza a tocar, se amontona la gente y no puedo verlo más, el bus se cruza en esa inquietud esperando por mí, —¡qué se vaya!—. Me acerco de a poco, algo advertido, debo escucharlo, debo ver qué hace este hombre. A lo contiguo, perplejo y empapado encuentro la sorpresa: tal cual, una a una, en la misma tónica, las melodías inéditas de mi sequía. No es el instrumento, es ahora su mirada que está sobre mí, o al menos eso creo, sonríe y sus gafas apuntan a todas partes, sus manos si me llaman y me acercan a su círculo. Es mi música en otras manos con las notas embestidas y liberadas en la pasión de quien las escucha. No para de llover, aún así toco a su lado. Hay magia en su flauta que se inunda, ni una moneda, el pide mi sombrero y se congela al instante de metales. Es tarde como la hora antigua, lo precipitado guarda las gentes, se esconden casi en las chimeneas y nosotros ahí, fríos el uno del otro, sin una palabra que nos una. Hubo la música, habrá metales que repartir y cuerdas oxidadas que reemplazar. Nos importa la noche nada, ahora se mueve, cambia mi pensamiento, derrama las monedas a los pies, se marcha y va tranquilo a otra tierra donde llueva tarde al otro día, cómodo con mi sombrero en su lugar, seguro de haberlo comprado por un buen precio.


No hay comentarios. :

Publicar un comentario