METAMORFOPSIA INVERTIDA (Mb-6v!)

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Despierta el hombre en su mismo sueño, le es raro haber precedido el amanecer su ventana. No puede creer que esté despierto, él piensa que su cabeza ha girado considerablemente para ver las cosas de esta manera. Se acerca a la ventana con el mundo debajo en medio de temblores extraños y desequilibrio, encuentra que llueve de manera particular, llora también. El cielo ha cedido su altura y el agua sube hacia los suelos porque todo ha cambiado de sentido, las cabezas ruedan para él. Sin encontrar un porqué piensa en el castigo mientras presuroso se busca el cuerpo para encontrarse completo. Apenas puede manifestarlo a su familia, se presta incrédulo y por poco lo juzgan de loco. Intenta ser socorrido, respira intranquilo y prefiere no mirar. De inmediato en un hospital es atendido y lo primero que se piensa es sobre su locura de viejo, antes que cualquier otra enfermedad.


Un médico de la misma sala que estaba bocabajo, y que no era el de él, se acerca a escuchar la misma historia, y comprende una verdad exquisita de cabezas. -Yo no estoy loco doctor- dice perplejo por su situación. El médico pide permiso para llamar a sus estudiantes, quienes sin saber qué sucedía interrogan. De entrada, piensan: paciente psiquiátrico, una demencia senil que explica todo, un golpe en la cabeza, “a falta de anteojos ve lo que quiere”, miente para obtener algo, sus ojos dicen la verdad. Esta última opinión fue cuestionada, pero algo curioso servía para cerrar teorías, aquel hombre, viejo de por sí, sin observar directamente los objetos, podía detallarlos, de verdad miraba al suelo para encontrar los rostros y al cielo para dar sus pasos. Es claro que, podría conseguir su locura pero consecuente al hecho. Sus ojos decían la verdad entonces, y ante ciertas pruebas conseguía asombrar a más personas. Leyó alguna vez un médico de éstos, no cualquiera, la novela “Tormento” de Benito Pérez Galdós, escritor que rodeado de médicos describía casos clínicos extraños en sus personajes, y recordó en el libro algo que decía: “Iba de una parte a otra de la casa con morbosa inquietud; y en ocasiones veía los objetos del revés, invertidos. Hasta el retrato de su padre tenía la cabeza hacia abajo. Las líneas todas temblaban ante sus ojos doloridos y secos, y la lluvia misma era como un subir de hilos de agua en dirección del cielo”.
Cerrando con esta frase, el profesor sabio enseña que la medicina se esconde en cualquier lugar, en el polvo de los libros, en la explícita lluvia y en las cabezas que ruedan y leen. Este hombre había sufrido un infarto cerebeloso, y en un punto del cerebro, en el que convergen las informaciones sobre la visión, el equilibrio y la postura corporal. Una lesión directa en este lugar o en los “cables” que llegan a allí, todo se descuajeringa. Duró apenas hasta la noche, antes de tener sueño, la recuperación fue espontánea, aunque conservó daños permanentes en el equilibrio y algunos movimientos. Volviendo a la realidad cuerda y gravitatoria, dice sentirse estupendo de experimentar algo único para contar a sus nietos y llevarse a la muerte. Igual sabe que el mundo más de cabezas no puede estar y por un momento estuvo mejor.

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