SYSTEM FAILURE (RH)

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    Imagen de la película "Hardware"


En ningún momento pensaron que semejante cosas llegaran a suceder, aquello formaba parte de la ficción o vanas profecías que nunca llegaban a cumplirse. Además, no concebían de ninguna forma el desmoronamiento de un sistema que  daba muestras de ser sólido, fuerte e impenetrable, capaz de perdurar en el tiempo y de garantizarle a cada uno de sus integrantes la seguridad necesaria para sobrevivir. Ellos confiaban, creían fervientemente en cada uno de los tentáculos del sistema que se extendían hasta las entrañas mismas de las personas. Los avances tecnológicos deslumbraban y permitían la superficial tranquilidad de aquellos tiempos. Cosas como las enfermedades mortales, los virus, las guerras entre naciones o guerras civiles, cataclismos naturales, crisis económicas, solo sucedían en países subdesarrollados incapaces de elaborar un programa capaz de imponerse a la fuerza de la naturaleza y a los fenómenos sociales. Nada de eso les sucedería a ellos, porque año tras año  fabricaban el sistema de inmunidad, que les permitiría estar blindados ante cualquier ataque, incluso contra uno alienígeno. Aunque, el precio a pagar desbordaba las cifras más altas y hasta las mismas leyes, solo importaba el objetivo primordial: estar protegidos las 24 horas y cada uno de los 365 días del año.

A pesar de todo esto, el miedo y el terror no desaparecían de sus inquietas mentes, porque cada vez el Sistema  inventaba, a medida que producía nuevos objetos para mitigarlos, miedos inexistentes que tomaban fuerza aterradora en una población absolutamente formada en la  obediencia. Aquello propiciaba la demencia del consumo, millones y millones de personas cada día compraban toneladas de artículos. Nadie se preguntaba nada. Simplemente se deslizaban por los pasillos como robots en busca de la última medicina que les permitiera subsistir, porque el peligro estaba ahí, al acecho y si no morías hoy de un virus proveniente del trópico, mañana quizás una bomba en el Metro acababa con tu preciada existencia. Había que ponerse a salvo. Los delincuentes, y cualquiera podía serlo, deambulaban por ahí  dispuestos a todo.

Esa frágil tranquilidad extraída de las cosas, lamentablemente sería tan efímera como ellas mismas. En un momento dado el sueño simulado se desvanecería y daría paso a la desgarradora pesadilla de la realidad. Ya nada sería como antes. Solo bastaba dar aquel paso, en el cual decidimos poner nuestro destino en los circuitos de los ordenadores, en aquella luz roja titilante en la oscuridad de un cuarto. Nunca medimos las consecuencias de dichas acciones. Pensábamos que todo perduraría para siempre. Y que ahora el hombre dominaría, con ayuda de la máquina, el caos de la naturaleza y el cosmos. Cuán equivocados andábamos, ahora solo basta con asomarse a la superficie para comprobar el mierdero de nuestros avances tecnológicos. Pero ni eso podemos hacer ya. Asomarse afuera es como ponerle sello final a la mísera vida que hoy llevamos. El sistema falló, como fallan todos los dioses, quizás por ser creación del hombre.

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