ESPACIOS URBANOS, ESCENARIOS DE EXCLUSIÓN* (Andrés Pérez)
Imagen de RH “Urbanox”
Tal y como se sueñan la ciudad los empresarios, los arquitectos y las instituciones públicas, la forma en que conciben engranar individuo, vivienda, espacio público, transporte masivo, medio ambiente; es inevitable percibir la creación de una ciudad ideal, pero a la vez una ciudad solo para unos cuantos. Lo demás son extramuros.
En torno a esa ciudad ideal se desarrolla una periferia miserable, olvidada, donde no alcanzan a llegar los tentáculos de bienestar y progreso que se vive en el centro de la urbe. La ciudad es algo que se desborda, que nace en el caos, en un desplazamiento masivo de poblaciones de otras regiones empujadas por la miseria y la esperanza de un progreso. No hay planeación, ni ideal que niegue esta circunstancia de la realidad. Sin embargo se oculta, sumergiendo esas otras ciudades en una nube de polvo o sepultándolas bajo el asfalto, creando ciudades subterráneas.
Por otro lado el ideal de lo urbano, su fría perfección, la esterilización de su ambiente, la funcionalidad de la arquitectura, plantea un individuo extraño a su entorno, perdido, controlado, moldeado y adaptado a las circunstancias espaciales. Porque la modernidad en lo urbano, no busca la integración de la población; por el contrario, su objetivo es conseguir la personalización del espacio y de la población que habita dichos lugares, crear una infinidad de burbujas en las cuales nadie se relacione con nadie. Dicha descripción no hace parte de un lejano futuro, es el presente aquí y ahora, desde hace mucho tiempo.
Vemos como las plazas o los parques han dejado de ser lugares donde se encuentran las diferentes clases sociales de la población para compartir, así sea una mirada. Lo anterior se debe al rápido crecimiento urbano ligado al desarrollo económico de los más pudientes, dándose así la estratificación de espacios, no solamente privados, sino también públicos. No es lo mismo estar en el parque Bolívar, que en el Lleras, la diferencia va de un extremo a otro atravesando diferentes aspectos: la arquitectura (limpia-sucia, ordenada-desordenada, vigilada-abandonada, legal-ilegal), el ambiente y la atmósfera (agradable-nociva), el lenguaje (vulgar-formal), y los mismos individuos se diferencian. Son muy divergentes sus comportamientos en ambos espacios y esto obedece a la lógica que dichos entornos imponen al sujeto.
Las lógicas nos dicen que algunos lugares son para cierto tipo de personas, que acá se debe transitar, circular, y no estar estáticos, estorbando el tráfico; que la miseria, la mugre, lo feo no tiene cabida en lo limpio, perfecto y bello -cada día somos testigos de cómo la miseria del centro es desplazada hacia las periferias, para hacer de este sector de la ciudad, agradable, pero ¿para quién?- Esas son las políticas excluyentes de los espacios urbanos diseñados por empresarios, que les importa un comino lo equitativo, la inclusión, el medio ambiente. Y lo único que les importa es la rentabilidad, la productividad de lo urbano que genere riqueza, ganancias, monopolización de los espacios y todas las vidas que allí habitan.
En consecuencia, la funcionalidad espacial coarta el cuerpo, sus posibilidades expresivas, al fomentar estereotipos de comportamiento concernientes al estrato del espacio. Los cuerpos fiesteros se reúnen en la zona rosa. Los cuerpos obreros en torno a las industrias. Los cuerpos burócratas en torno a los centros financieros, los cuerpos desocupados a las esquinas, los cuerpos miserables a las cloacas y extramuros. Ningún cuerpo puede habitar otro centro sin adaptar las normas propias de esos lugares. Encontrar a alguien de la calle en cercanías al centro financiero es una anomalía inconcebible o viceversa. Ver a alguien de corbata tirado en la calle en medio de la basura, enciende las alarmas. Porque no es “normal”, es algo que está por fuera de lo común. Es imposible que alguien de semejante estrato esté en esas condiciones.
A modo de conclusión concebimos la perfección de los espacios urbanos, como el absoluto control sobre lo que puede un cuerpo, restringiendo otras posibilidades de habitarlos e implantando una forma a la cual, debemos estar ligados, sometidos. Por lo tanto, debemos desobedecer las convenciones espaciales, sus normas y transgredir los estereotipos de comportamiento, para buscar vivir el cuerpo en el espacio, y no lo contrario. Para plantear que en lo bello cabe lo feo y en lo feo cabe lo bello.
*Este artículo reúne las conclusiones planteadas durante la instalación urbana realizada por algunos estudiantes de Teatro de la Universidad de Antioquia, que de forma independiente y queriendo manifestarse en el Foro Urbano Mundial (WOF), estuvieron habitando las calles más concurridas de la ciudad de Medellín, desde el nicho del indigente; pero desde la piel del ejecutivo. Para indagar en la pregunta que se plantearon para abordar la experiencia: ¿impone el espacio arquitectónico formas corporales y comportamientos en los ciudadanos?
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