PORTADA-DIMENSIÓN 25, enero de 2014
“Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez”
Eduardo Galeano
Eduardo Galeano
SUEÑOS: EXCESOS DE REALIDAD (Urraca)
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10:56 p.m.
DIMENSIÓN 25
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Urraca
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EXTRODUCCIÓN 11Durante la etapa del sueño, el sistema nervioso se encuentra sumido, alterado, seducido y continuamente excitado por múltiples efectos y causas interiores; los órganos se dan a “la fuga” y se ponen en actividad. La sangre se arremolina en torrentes de impetuosa revolución, el cuerpo experimenta un nuevo orden en una nueva posición: la horizontal, y debido a esto surgen sensaciones en el ser de diversas maneras, tanto exteriores como interiores.
Si cerramos los ojos, nuestro cerebro crea y recrea una multitud de impresiones de luz, una gama vasta de colores y una simultaneidad de efectos acompañados de figuras amorfas y determinadas. Así mismo, el sueño recrea en nuestro interior vivencias, colores, representaciones, tramas, comportamientos personales y ajenos, impresiones visuales, paisajes y personajes. Es como si por medio del sueño actuara en nosotros otro ser, un resultado de una mezcla comprendida entre un ser ajeno y conocido, entre alguien físico y metafísico, entre un yo con sus propias vivencias y percepciones, y otro yo con sus comportamientos y experiencias inmediatas. Este es un momento hermoso y único que podemos considerar como pórtico y camino, que nos ofrece las ventanas a un nuevo mundo del que podemos indagar segmentos y secuelas de nuestra existencia de una manera personal, subjetiva y muy propia.
Caprichosos y confusos son los sueños, confundiendo en múltiples ocasiones nuestra razón respecto a los puntos de semejanza y contraste de ese mundo metafísico y netamente interior representado en sueños; con el mundo de la realidad en el cual poseemos herramientas más sólidas, para levantar desde éstas nuestras definiciones y razones de existencia. Considero que comúnmente la ruta de la vida tiene notable influencia y profunda relación con los sueños del hombre. Las conclusiones acertadas o erróneas más habituales que el hombre deriva de los sueños, tienen una forma de legitimidad; me refiero con esto, a que la adaptación de una interpretación o conclusión de un sueño, aplicada a la vida misma del soñador; genera un efecto, una esencia misma y verdadera, una experiencia próxima que se relaciona directamente con lo natural, con la unidad interior, con el espíritu libre que no aprende a conocer, sino por frecuentes “revelaciones” exteriores e interiores.
Entre las cosas que puede llevar a un soñador a la conclusión propia y subjetiva, derivada de los sueños, debemos enumerar el hecho de reconocer que lo ilógico y fantasioso es necesario a los hombres, y que de éstos se derivan muchos bienes. Está esto tan sólidamente anclado en las pasiones, en los sueños, en el idioma, en el arte, y generalizando, en todo lo que da valor a la vida; que el hombre no se puede desprender de ellas sin causarle un incurable perjuicio.
Aún los hombres más escépticos, lógicos y poco soñadores tienen necesidad de volver a sí mismos, a su interior, a su fantasía, a la Naturaleza profunda y única, a sus sueños, es decir, regresar a ese mundo donde su relación fundamental con todas las cosas, es libre e ilógica.
CYNTHIA Y SUS AUSENCIAS (Psyquest)
Aquel sábado en la tarde la gente caminaba mucho más despacio, con candidez miraban disimuladamente; curiosos se abrían un espacio entre la gente que observaba alguna clase de figura, que parecía ser como un impetuoso castillo; sí, eso era, un castillo hecho de arena. Aquella era una gran escultura, con grandes torres, puentes corredizos y pequeños cañones. Aunque, había algo que más causaba atracción. Una niña de 8 años, orgullosa, posando al lado de su gran obra, robándose las felicitaciones de los turistas en aquella playa de Cartagena.
Y es que Cynthia no era una chica cualquiera. Aunque era una turista como los demás, la acompañaba una interesante historia que la llevó a aquella ribera.
Cynthia era niña pelirroja, traviesa y vivaracha que le gustaba elevar cometa los domingos, ver Bugs Bunny antes de dormir y comerse todo el cereal del día en la mañana. Era reconocida por armar zafacocas entre las niñas de la escuela para finalizarlas con su tradicional grito despavorido: “¡Qué feas se ven todas peleando!”, lo que acababa por dispersar a todas las despelucadas señoritas. Siempre ganaba a las cartas, quizá porque era una experta en armar ratimagos con la amiga que no jugaba alegando no saber hacerlo, cuando en realidad hábilmente le soplaba el juego de las demás; sí, aquellas dos eran todas unas vivarachas de los naipes.
Cynthia vivía con su mamá Juana, madre soltera, quien la crió con sudor y lágrimas, y ahora la chiquilla era su motivo más importante para aún existir. Juntas, moraban en una pequeña vivienda, vivían felices, escuchando a Antônio Carlos Jobim, comiendo dulce de papayuela y pintando los días con óleos y vinilos cálidos comprados en el San Alejo.
Sin embargo, los días empezaron a tornarse de otros colores cuando Juana en compañía de la profesora de Cynthia empezaron a notar que ella se comportaba extraño, o mejor, algo más extraño de lo habitual en aquella pequeña arma-trifulcas. En ocasiones, cuando Cynthia realizaba actividades cotidianas durante algunos segundos interrumpía abruptamente lo que hacía, cuando caminaba se detenía solemnemente, y después de hablar horas seguidas el silencio súbitamente la poseía, para volver al palabrerío como si no hubiese ocurrido nada. Al principio su madre no le prestaba mucha importancia, pensaba que estaba simplemente en otro planeta, solo hasta el día que la profesora le expresó a Juana su preocupación porque también había notado su extraño comportamiento. Es que Cynthia también temblaba abruptamente, se le caían los juguetes de sus manos, sus dientes rechinaban, su cuerpo se congelaba y su mirada se iba tomada de la mano de la nada. Parecía jugar, pero Cynthia solía recordar lo que jugaba y éste no hacía parte de sus recuerdos.
Juana no pudo ignorarlo más. Visitaron a la médica. Curiosamente Juana solo confiaba en mujeres para estos trabajos, ya que desde que el padre de Cynthia la abandonó ha nacido en ella la creencia de que hay una tendencia entre los hombres a propagar la misoginia. Siente que todos los hombres odian a las mujeres y para bien o para mal, ella también los odia, aunque en el fondo sabe que solo odia a uno.
Cynthia estaba molesta en el consultorio. No era capaz de pronunciar el examen que le harían: “Electroencefalografía Cynthia”. Dijo muy lentamente la hermosa médica. Cynthia decía que esas eran muchas letras para algo tan aburrido como un examen. “Alicia en el país de las maravillas” “Esas sí que son muchas letras que vale la pena pronunciar”. Decía presumida, promulgando su libro favorito.
El electroencefalograma dio su resultado, y confirmó la sospecha. Las gráficas indicaban crisis de ausencias, alteraciones breves de la función cerebral, por descargas eléctricas sincrónicas de los dos hemisferios; episodios sumamente peligrosos para su cerebro y debían ser tratados lo más pronto posible.
Juana estaba muy preocupada, no así Cynthia, quien no le interesaba casi nada de esa conversación, hasta el momento que a la médica se le ocurrió una sugerencia: “Vayan al mar, el cambio de ambiente podría favorecer su medicación”. Ella con su sonrisa y ojos brillantes asentía a cada palabra de la médica. Cynthia no conocía el mar, y tan solo imaginarlo le provocó una crisis. Bueno, casi.
El hecho es que le fascinaba el agua en abundancia, los atardeceres despejados y las figuras de arena. “Y bueno, que mejor que la playa para tomar una asquerosa medicina”, se decía Cynthia, cuidándose de que su madre no la escuchara.
No obstante, su madre Juana padecía disnea, y desde algún tiempo tenía la creencia de que se podía ahogar en la más leve situación; por ejemplo, en una inesperada tormenta de arena o en una caída al mar por accidente. Viajar allí suponía afrontar sus miedos: el retorno de la misoginia justamente en aquella región Caribe, donde prima el pensamiento machista (según lo que le habían contado), o quizás un fuerte episodio de disnea en medio de la ribera.
Juana corrió el riesgo, todo por darle un gran día a una chicuela que tenía un cerebro no del todo bien y que quizá si la medicación no funcionaba, sus crisis se agravarían y dentro de unos años no pudiese volver a disfrutar nada.
Así que, ahí está Cynthia, entregada a la molicie del mar, envuelta en arena, entre una muchedumbre que mira su castillo y la saluda. Ahí está Cynthia, sumergida en su propia saudade de la playa, con su medicación en la mano izquierda y su pala de juguete en la derecha, exornando su atractiva obra de arte de arena. Ahí está Cynthia, esperando a que su príncipe llegue en su birlocho y la llevé más lejos de cualquier castillo, de cualquier litoral. Ahí está Cynthia, perdida en el romance de su imaginación, ruborizada como el color de su cabello, tal cual como aquel atardecer. Cuando de repente abre sorpresivamente sus negros ojos, ágilmente se pone de pie y dice: “Ah ¡¿pero qué tonterías estoy pensando?!” Tomó su pala, derrumbó su castillo y ante la mirada estupefacta de la gente, dijo: “El amor es para idiotas. Elijo una feliz ausencia que una triste presencia”. Y así se fue Cynthia, hablando entre dientes a comprarse un turrón de coco y aliviarse de su ausencia.
LÁGRIMAS DE VODKA (Johnky)
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SIN OBJETO ALGUNO (TOMA DOS) (Andrés Pérez)
Delante de mí, tenía a una mujer que lagrimeaba junto a la bocina del teléfono público en una esquina cualquiera del pueblo, que ya no es pueblo sino un sucio y triste suburbio sumergido en el smog y la falsa prosperidad de unos pocos. Al parecer, la varita mágica de don Próspero no había favorecido a la pobre muchacha que entre sollozos musitaba palabras acompañadas de signos de interrogación. El juego de hacerle preguntas al otro, al mutismo e indiferencia del otro. Juego que a veces no sirve para nada, la mentira se viste con los harapos de las palabras que forman rancias frases. Mentirle al otro es lo más fácil, pero mentirse a sí mismo es jodido. Jodido está el sujeto al otro lado de la línea con la ráfaga infinita de monedas que posee la chica y la perorata de sus labios carmesí como estrellas japonesas. El individuo telefónico, macho alfa dominante del sector, debe estar que se desgarra su propio vientre con la espada de un samurái que, anda descalzo por las calles de Tokio pidiendo limosna para tomarse un sakí, ya que no se puede matar con la dignidad de todo guerrero japonés, pues cuando viajó a Colombia a dictar un curso de Samurái a los hombres de machete, carriel y metralletas; le robaron su espada que hoy reposa en la habitación de un hombre hablando por teléfono con la mujer histérica que alguna vez soñó con viajar al Japón, y casarse con un samurái quien tuviera una gran espada. Pero el japonés ya no tiene espada, el hombre alfa no es capaz de matarse y ella ya no tiene sueños nipones y monedas para despacharse contra un ladrón de espadas. De repente, giro de 180º sobre unos tacones rojos, el vestido floreado cubriendo la silueta curveada de un cuerpo rebosante de sensualidad, expresada en esa mirada salvaje de ojos encharcados y labios suavemente acariciados por el pintalabios, entreabriéndose lentamente para dejar escapar un dulce y dictatorial: me prestas una moneda, y Yo completo idiota anonadado llevo mi mano al bolsillo, extraigo el metal sin fijarme en su valor y la deposito en sus suaves manos. De nuevo giro de 180º, la moneda al teléfono rojo de la carrera 14, ráfaga de insultos: sos un perro hijueputa malparido grandísimo maricón, y te espero esta noche en la casa. Fin, y suspirando de amor o rencor, cuelga el teléfono. Y sin decir gracias da media vuelta, encamina sus pasos hacia la calle 8 y desaparece al doblar la esquina. Atontado, sin aliento y embargado de unas ganas profundas de… joven va a llamar o va dejar de estorbar. Viejita cascarrabias. Claro que voy a llamar, no ve que estoy haciendo la fila. Descuelgo el teléfono, la bocina aún conserva su perfume floreado. Marco los números, repica y repica. Al lado la viejecilla y sus orejas atentas para recoger el chisme y regarlo con sus amigas en la misa de la tarde, celebrada por el cura desocupado que en el momento gatea por la ventanilla de la casa cural a las muchachas del colegio.
Al fin contestan. Una voz recia y de mando: diga. No había mucho por decir, por digar, más bien había mucho que mendigar. Solamente dije: si buenos días para el trabajo de profesor de historia. Y la voz recia a secas no más dijo: ahora no tenemos nada, la vacante fue ocupada la semana pasada. Si quiere déjeme sus datos, los ingreso al sistema y apenas resulte algo lo llamamos. Me van a llamar, increíble. Bueno lo he intentado, mañana será otro día, como dijo el filósofo.
Mientras tanto continuemos con el mierdero de hoy, el reloj de la iglesia marcaba las 11 de la mañana y tenía hambre, recordé que no había desayunado y no tenía nada en la nevera. En la tienda de la esquina compré un pan y un salchichón, aliméntate con confianza, rezaba la publicidad de los productos cárnicos refrigerados. Benditos los privilegiados vegetarianos que se evitan comer esta basura. Me caen tan mal los vegetarianos, son tan idiotas, cuando uno está comiendo carne lo miran como si estuviera cometiendo un delito, se creen mejores porque comen vegetales, buenos porque no comen animalitos y con el divino juicio de condenar a los carnívoros. ¡Ah! sátrapas vegetativas parasitarias no me mires comer el salchichón o sí, observa como devoro el trozo de vaca mezclado con cartón y harina. Como mis dientes lo trituran y masacran el pobre pedazo de animal. Ridículos. Desconocen que los vegetales y las frutas son también seres vivos. Van a tener que comer aire. Lo estaremos llamando, vegetariano debe ser. Un momento, stop. ¿Qué pasa? ¿Dónde quedó la actitud positiva del maestro J Mario?, ¿dónde quedó el buen ciudadano que convive tolerantemente con sus hermanos, dónde el prójimo que coloca la otra mejilla? Aquí estoy a tus rodillas. ¡Oh señor! Pido perdón, no vuelvo a levantar falso testimonio contra mis hermanos los vegetas, que estúpido soy. Dejaré que ellos me condenen, porque ellos tienen la razón. Comer carne es malo, malísimo y debo pagar por ello. Seré vegetariano, está de moda serlo, igual que ser marica. ¡Ah pero esto si no maestro J Mario! Ud. mejor que yo sabe lo que es una mujer. Vegetariano soy, soy bueno por ser vegetariano, amo a los animales mas no recojo los perros que hay en la calle. Cuido a mi perro como si fuera mi madre, mientras dejo morir a mi mamá en la otra habitación. Esa es la humanidad, dejad que todos los animales vengan a mí, amaos unos a otros y hay de aquellos que comen carne y se acuestan con mujeres ajenas, porque suyo no será el reino de los cielos. Amén, ámense. Tiro el salchichón por la ventana, un momento, eso es anti-ecologista. Debo ser ecologista, está de moda serlo. Todo está de moda, todo está IN. Ser anti-político, está IN, ser poeta enmarihuanado IN, ser gay es IN y las mujeres te aprecian más. Pero seguimos tomando Coca-Cola, comprando artilugios tecnológicos que se alimentan con la sangre de África, continuamos rindiendo culto a este sistema que devasta bosques y animales, estamos tan cómodos en éste, nos creemos rebeldes y no somos más que unos niños mimados solicitando la teta del sistema. Para qué más. Mañana los titiriteros nos dirán que está de moda ser guerrillero y todos lo seremos. Circo y payasos al por mayor. Soy vegetariano, soy ecologista, soy poeta enmarihuanado, soy bisexual, soy anti-político, soy el producto acabado de un sistema parido de retrasados mentales.
TRAGEDIA II (Mb-6v!)
Por: Mb-6v!Fue asesinado en medio de la plaza, su cuerpo fue recogido, pero la sangre no, se derramó formando un trazo disperso que terminó por acumularse en un agujero, que visto desde abajo, permitía la luz en una línea delgada.Pero, ya no más luz, sangre. Quien Vivía Allí Abajo, se enteraba de la precipitación densa y roja, y premeditaba algo oscuro. Tiempo más tarde, en medio de la plaza, fue alzado un busto en homenaje a El Señor De La Sangre, justo donde el agujero abría la boca, y tapó por completo los ojos de Quien Vivía. Este señor, sin saber de los amaneceres, tomó su cincel y martilló apenas por la forma, comenzando de nuevo a cavar su agujero lejos, muy lejos en “medio de la plaza”, algo prometía encontrar cuando avanzaba entero consiguiendo llegar al otro lado. Agua, muchísima agua, bien para su sed, pero no para Quien Vivía Allí Abajo, quién ya no podrá salir.
EL DILEMA DE UN ARTISTA (Luna Llena)
Él era Paul, un hombre de 25 años de edad, 1.70 de estatura, cabello negro, ojos azules y piel blanca. No tenía muy clara su procedencia, sólo sabía (por algunos documentos que conservaba) que había nacido un 22 de Noviembre en la madrugada. Según esos mismos documentos, su madre lo había abandonado, y desde ese día había sido adoptado por una familia de buena estirpe, que había llegado al hospital accidentalmente.
Siempre había sido un ser especialmente introvertido, disfrutaba con gran placer de la soledad, y se interesaba especialmente por el cambio que producían las estaciones en el paisaje, tal vez porque con frecuencia las había asemejado a su vida particular. A veces tenía una calidez irreconocible, ya que para los demás él representaba perfectamente la frialdad humana, hablaba animosamente, se atrevía a recitar poesías excelsamente aprendidas y hasta tarareaba algunas canciones en compañía de su saxofón. Aquellas eran épocas, en que como los árboles sentía que el sol irradiaba sin ningún tipo de obstáculo sobre su rostro, y que por ello su energía interior estaba completamente conectada con la música y la poesía. Pero también había épocas, en las que se sentía totalmente desvanecido, le parecía que su desdicha le llegaba hasta el cuello, le formaba un nudo incomprensible en la garganta y lo hacía decaer ante la más mínima contrariedad, porque su mente estaba plenamente inundada, éstos eran días como el invierno, todo se llenaba de una capa blanca, que no le permitía lanzar la visión un poco más allá, y por ello, lo hacía retroceder constantemente.
Sin embargo, la estación que más le agradaba en su vida era el otoño, ya que los grandes árboles que tanto le gustaban, dejaban que el viento arrasara con todas aquellas insatisfacciones, reunidas a causa de la desavenencia que su familia manifestaba para con su arte. Por ello, cultivaba sus deseos más profundos a través del lienzo, y producía las obras más admirables, al tiempo que se daba esperanza a sí mismo de que algún día tendría el valor para luchar por lo que creía que era su profesión, ser artista.
Está reflexión la hacía, mientras caminaba por un sendero lleno de gigantescos árboles color anaranjado; una pequeña mancha de sol, agazapada entre las protuberantes plantas penetraba por el costado izquierdo de aquella senda, y a los lados, se observaba un millar de hojas pertenecientes a aquellos árboles. Éstas hacían las veces de guía para Paul, ya que por fin había tomado la determinación que tanta angustia le había causado tiempo atrás, había comprendido que este sendero, era el camino de su existencia, y que por ello era el momento de tomar la decisión de construir su propio trayecto, aquel que lo haría feliz, aunque ello significara renunciar a cumplir las expectativas de su familia, y por tanto tuviera que afrontar las posibles consecuencias de su determinación.
En ese momento el hipnotizador le dio la orden de despertar; entonces Paul se incorporó, miró a su alrededor y se encontró con una habitación pequeña, medianamente iluminada por una lámpara de color blanco, la cual irradiaba una luz que penetró fuertemente en los ojos de Paul, y le hizo derramar algunas lágrimas. Luego se volvió para observar el rostro de la persona que había emitido la instrucción, y encontró en él un gesto amigable. Fue en este preciso instante cuando recordó todo con total claridad; había solicitado la ayuda de aquel hombre para viajar a su vida pasada y así poder comprender por qué, a pesar de que el arte lo hacía muy feliz siempre experimentaba un sentimiento de insatisfacción. Además, ahora dilucidaba lo que nunca había podido comprender plenamente, el porqué su cuadro preferido era, en contradicción con la valoración artística de los críticos y la preferencia de sus seguidores, aquel en el que se observa la figura de un hombre que camina por un sendero lleno de gigantescos árboles color anaranjado, en el que el sol penetra por el costado izquierdo del cuadro, y el camino se extiende infinitamente.
...DESDE EL NOEMA (Urraca)
Se quedó unos instantes en la esquina de la cerrajería, mezclando sus confusiones y pensamientos, con el humo del cigarrillo. ¿Por qué? ¿Por qué se detenía a pensar? Tal vez porque estaba abrumado de tanta perfección, tal vez porque lo tenía todo y su lucha con el mundo era demasiado fácil y absurda. Solo más tarde, cuando caminaba sumido en el frío de la noche hacia la soledad de su apartamento, tuvo la sensación precisa y captó perfectamente lo que le pasaba. Era la soledad, los recuerdos vacíos, la poca convicción y el deseo de compartir con otro cuerpo la soledad. Cuando se da cuenta de esto, cuchillos filosos refulgen su carne y variadas compulsiones trivializan su magia de empezar de nuevo otra vida. Meditó la mejor manera de hacerlo, hasta que desesperado por el placer constante, se lanzó al mundo, imperturbable dejó su antigua vida atrás, y sintió alivio. Hoy porta con desgano la mirada triste y lejana del hombre que se abandonó a sí mismo.
DOMINÓ (Johnny C.)
Al viejo don Ramiro le gusta jugar dominó los domingos en la tarde, por lo general junto a Urrutia, su vecino del apartamento de enfrente y don Anselmo, un viejo aún más viejo que le gusta fumar en pipa y beber nada más que vino. El año pasado, Rosa, la esposa muerta de don Anselmo, que por entonces no estaba tan muerta juzgó repentinamente y según ella, palabras del viejo Anselmo: “necesario morirse primero que él”. Lo logró luego de tragarse un montón de calmantes. Nadie dijo nada, ni siquiera Anselmo; se murió un jueves y al domingo siguiente luego de las respetuosas honras fúnebres, los tres viejos jugaban de nuevo al dominó en el mirador del apartamento de don Ramiro. Desde allí se puede divisar todo el paisaje, que no es más que un cuadrilátero de cemento donde dos grandes moles de hormigón se elevan frente a una poca transitada calle, en disposición tal vez de combatir; pero nunca hasta este momento han podido llegar más allá del saludo riguroso y la última auscultación al oponente. Todos los habitantes a la redonda agradecen el hecho de que eso se mantenga así, y no pase a mayores; porque si no, se verían obligados tal vez a perecer en una lucha en la que no tienen nada que ver o cambiar de sitio para vivir, y eso siempre es un trabajo detestable.
Hoy es domingo, pero los viejos no van a jugar al dominó, por ahora. Todo esto porque en alguna parte del mundo, en un cuadrilátero verde demarcado con líneas blancas, veintidós melenudos y otros no tanto se proponen combatir, en el buen sentido de la palabra, por la gloria. Hay que dejar en claro, que bajo ninguna circunstancia es por Gloria, la señora que habita el 2B de la torre 2. Tal vez sea por la final de la copa mundial, un súper clásico, un clásico regional o la lucha a muerte por la permanencia en la categoría mayor. También puede ser un partido de ligas menores en el que participa el hijo de don Simón, el otro vecino del dominó; que ya no es tan vecino porque se mudó a finales del año pasado, debido a su problema de rodilla y a la administración del edificio por no poder mantener el ascensor en óptimas condiciones de sube y baja.
Don Ramiro en su apartamento mira la t.v. o quizás trata de remover sus intestinos porque odia hacer esas necesidades cuando hay visita. Digamos que le parece descortés. A Patricia, la esposa de Ramiro, no le gusta para nada el fútbol, la tiene sin cuidado aquel deporte de bestias; por ahora como sabe que Cecilia, la esposa de Urrutia, va a venir junto a su marido está tranquila; porque tendrá con quien conversar mientras los señores se dedican a putear a los señores de negro y a otros tantos rivales o no, que por qué sí, que por qué no. Don Anselmo duerme una siesta en su apartamento, como vive solo seguramente nadie lo despertará a tiempo. Además, don Anselmo vive tres pisos por arriba de Ramiro y Urrutia, quienes de verdad odian profundamente tener que subir la treintena de escalones que hay desde allí hasta el piso de Anselmo.
Urrutia, junto a su esposa, se encuentra ante la puerta del apartamento de enfrente marcada con un 4A en helvética dorada. El viejo golpea moderadamente y ambos esperan el crujir de la puerta para sonreír.
Doña Patricia, sentada en el sofá al lado de su marido oye los golpes en la puerta y se apresura a abrirla; porque seguramente don Ramiro, que ha regresado del baño o de la cocina, está sumergido en los números, en los antecedentes de cada equipo para el partido que le vomita el televisor; mientras pasan imágenes de fervorosos asistentes a la gala de patadas, gritos, escupitajos, empellones, insultos, euforia, sudor y a veces goles.
Mientras tanto, don Anselmo en su sueño, decide voltearse y quedar boca arriba, porque de lado se estaba quedando sin aire, y seguramente la falta de este elemento le echaría a perder el sueñito; aunque muchas veces la falta de este mismo elemento otorgue uno eterno, como el que decidió tomar su esposa hace un año. Patricia abre la puerta y luego de los saludos, los bien cómo estás; tal vez abrazos y agradecimientos, se hace a un lado para dejar pasar los invitados que rápidamente se riegan en la sala de estar. Don Ramiro se levanta para recibir al matrimonio vecino y luego, de los abrazos, besos, cómo estás, la familia, el presente, los hijos, nietos y por qué no bisnietos. Se sientan frente a la t.v. los hombres, las mujeres huyen despavoridas a la cocina, tal vez al comedor.
El juego empieza y los hombres callan, porque los hombres mientras miran fútbol, no comentan nada que no tenga que ver con el juego, la comunicación se les reduce a pocas palabras y gestos como mirar al techo, abrir las palmas de las manos, puñetear el aire e insultar o tratar de inútiles a los jugadores. Las mujeres, sentadas en la mesa de la cocina, con la primera taza de té humeante frente a sus manos, se disponen a conversar de sus respectivas familias y de otras; por lo general más lo segundo que lo primero. Quizá, aun hablan del suicidio ocurrido la semana pasada; de los matrimonios de sus respectivos hijos; de recetas de cocina; de la hija de tal que a pesar de ser muy joven está embarazada y se presume que ni ella misma sabe quién es el padre. Tal vez una de las dos señoras suscite las siguientes palabras: “¡Qué horror!”
Sobre sus cabezas don Anselmo se dedica a roncar en paz, Urrutia se levanta y grita ¡GOL!, esto exalta a las mujeres que al unísono se miran y sonríen pícaramente como lo harían un par de chicas jóvenes al contarse alguna picardía llevada a cabo junto al novio la noche anterior. El gol, no fue gol, pasó muy cerca o pegó en el travesaño; cosa que hizo devolver a Urrutia al sofá bastante desilusionado. El viejo Ramírez se queja de que el extremo es muy malo y no sabe centrar, Urrutia por su parte le comparte la preocupación que le da el delantero tan rápido y ágil que posee el equipo contrario. Las mujeres, los codos apoyados sobre el mantel de motivos frutales fuman, y quizás conversan del lugar a donde piensan ir de vacaciones.
En el último piso de esa torre, la 2; una chica vestida únicamente con una camisa de hombre fuma en el balcón, apoyados los antebrazos en el barandal, el cabello suelto y ondulante. Ella, quizás tenga nombre de flor, si no es flor: Violeta, Lila, Calatea, Maya o Dalia; mira de reojo la torre 1, más exactamente al séptimo piso, el cual habita Oscar, un tipo más bien solitario que en estos momentos no se encuentra allí; puede andar de paseo en su motocicleta o en casa de sus padres. Todas las noches, Oscar sale a fumar en la oscuridad de su pequeño mirador y de vez en cuando cruza la mirada y una que otra sonrisa con la chica del último piso de la torre 2.
Un poco más abajo, pero en la torre 1; recientemente se instaló un matrimonio joven, hacen el amor por cuarta vez está tarde. Parecen muy amables; aunque por ahora tienen poco contacto con el resto de sus vecinos, aparte del saludo riguroso en las escaleras o el ascensor. Abajo, en el jardín de juegos para infantes instalado cerca a las dos torres, se puede ver a un hombre sentado en un banco de madera, mirando a un nene deslizarse una y otra vez por el tobogán. El señor, es Martín Saldarriaga, padre del niño y ex-esposo de Amanda Montero, la que vive en al apartamento 2B de la torre 1. Amanda, sostiene que Martín le fue infiel con Diego, un amigo de Martín de quien se desconocen datos. Nadie puede asegurar afirmativa o negativamente. El niño juega felizmente mientras su padre lo mira y desenvuelve un chupetín que de seguro obsequiará al chiquillo.
El apartamento del décimo piso de la torre 1 está desocupado, éste lo habitaban los González hasta la semana pasada, en que Andrés un chico de más o menos entre catorce y dieciséis años decidió lanzarse al vacío en una mañana de lluvia. Según la carta que se encontró luego entre sus pertenencias, éste dejó claro que “no odiaba la vida; pero sí, rotundamente vivirla”. Después del incidente, sus padres afligidísimos decidieron buscar otro lugar sin recuerdos.
El primer tiempo del partido ha terminado y las caras de ambos edificios se adornan con pequeñas figuritas que salen a fumar, a tomar el aire fresco de la tarde, a divisar el paisaje o descansar la vista. El tema más seguro de cualquiera de las conversaciones, debe ser lo relevante y destacado del juego. En esas, don Anselmo, despierta, alcanza su caja de dientes que está sobre el nochero y sale en busca de la liberación urinaria. Ramírez y Urrutia encienden cigarrillos y destapan botellas de cerveza; la chica que seguramente tiene nombre de flor se desenreda el cabello mojado sentada en la cama; Martín ayuda a su hijo llegar más alto en el columpio; doña Cecilia y doña Patricia discuten tal vez sobre un asunto político, mientras Cecilia sonríe irónicamente y su compañera se mira las uñas de las manos, y quizás recuerde que hace dos días Yuly, la hija del matrimonio 3A de la torre 2, le coloreó las uñas mientras jugaban a tomar el té. El matrimonio 3A de la torre 2 no está presente en este momento, de hecho, ningún domingo se los puede encontrar. “Día familiar”, asegura la esposa a sus vecinos, en esas conversaciones de ascensor. Sale un chico corriendo de la torre dos. En el balcón del apartamento 8B de la torre 1, aparecen tres tipos, cada uno con una lata de cerveza en la mano; entre ellos está Pedro, dueño del apartamento. Pedro es el tipo más respetado de la torre 1 a pesar de su dudosa y a veces irrespetuosa conducta. También, alguna vez intentó ligarse a la chica que tal vez se llama Rosa, Verónica o Iris. Pedro y sus amigos, tal vez estén mirando el partido o esnifando coca. Seguramente es poco de lo uno y mucho de lo otro o viceversa.
Al parecer don Anselmo, decidió bajar los escalones que lo separaban de sus compañeros. Ahora sentado en el sofá junto a ellos, carga su pipa mientras tal vez Urrutia lo pone al tanto del juego. El niño que hace rato salió corriendo es Peralta, regresa con un paquete seguramente encargo de don Anselmo. Quizá éste, encontró a su vecinito, hijo de la señora viuda del 7B, en su maratónico descenso por las escaleras y le pidió el favor de ir a conseguir algo para él. Peraltica como lo suele llamar don Anselmo, hace este tipo de recados con gusto; porque así se gana monedas que luego gasta rápidamente en chucherías. Hace un rato largo se reanudó el encuentro, el niño vuelve a salir de la torre, feliz tal vez por la jugosa propina que don Anselmo le dio; los cocainómanos salen a gritar un gol al balcón, por la reacción de los pensionados, se puede saber que ellos le van al otro equipo; a la chica del décimo, seguramente le importa un carajo lo que pase con esta tarde de domingo; Martín y su hijo, quizás fueron en busca de helado y sombra. Cecilia y Patricia comen de la tortica que la señora de Urrutia preparó para la ocasión; Oscar en su motocicleta probablemente ande perdido en las carreteras del campo; del matrimonio 3A de la torre 2 no se puede saber exactamente donde se encuentra; el joven matrimonio de la torre 1 dormía una siesta antes de empezar a hacer el amor por cuarta o quinta vez; justo en este momento en el lugar en el cual cayó Andrés, aterriza una pequeña paloma.
Hay un nuevo gol, los pensionados baten los puños en el aire celebrando lo que debe ser el empate en el marcador; Pedro y sus compinches permanecen en silencio entre bufidos de resignación y decepción. De Peraltica se puede presumir que está sentado en la acera frente a la tienda “el buen porvenir”, propiedad de don Jacinto, otro viejo que a veces viene a jugar al dominó con los contentísimos señores del sofá, del apartamento 4A de la torre 2. El juego termina y las caras de los gigantes de cemento vuelven a adornarse con pequeños poros sonrientes, apáticos, esperanzados, soñadores, indiferentes, tranquilos, resignados, expectantes…
AMIGOS DE LA CALLE (RH (O+)
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No sé su nombre, si pertenece a alguna de las distinguidas razas clasificadas por el hombre, y mucho menos si tiene amo. Solo sé que le gusta jugar, distraer a los pacientes o a sus acompañantes mientras son atendidos por el médico. Y parece que vive aquí, en el hospital, rodeada de un ambiente hospitalario y de inesperadas urgencias, que le ha acogido amablemente a ella y a su compañero, que anda vigilante, silencioso y malacaroso por los alrededores del edificio. Este par de canes tuvieron la fortuna de encontrar un hogar entre el abandono y miseria que ofrece la calle. Otros, calculo unos veinte a treinta perros, no corren con la misma suerte y deambulan sin rumbo fijo por las calles en busca de comida o alguna aventura. Los hay de todos los colores, razas, y tamaños. Se desplazan lentos, sin afán, sin las preocupaciones de acompañar al presuroso amo en sus tareas y sin miedo a perderse, pues conocen mejor que nadie el terreno y cada uno de sus recovecos. La naturaleza de la calle los ha hecho sin dios y amo, y su único enemigo es el hambre que los persigue a todas partes como las pulgas que llevan encima. Pero ante la escasez de comida han sabido responder con un detallado cronograma que rige su dieta. Saben, por ejemplo, en qué sectores y qué días se acumula la mejor basura, aunque allí se la tienen que ver con los gallinazos y las ratas, pero no hay nada que un recio ladrido no pueda solucionar. Otros saben, que si madrugan a la hora en que los dispensadores de carne reparten ese jugoso alimento entre las diferentes carnicerías, podrán mover eufóricamente la cola ante un inmenso hueso de cerdo o de res. Y los más afortunados encuentran la piedad de los humanos, en nutritivos cuidos que fortalecen el pelaje y los músculos. Sin embargo, no es suficiente porque la brecha entre oferta y demanda aumenta a cada instante. Son más los tirados en la calle abatidos por el hambre o el cansancio, permanecen allí horas enteras viendo pasar al animal pensante de pestilente aroma. Algunos caen ante el encantamiento del hombre, otros lo rehúsan rabiosamente. Unos pocos comen en casa y duermen a la intemperie.
La vida diaria de un perro callejero difiere, frente a los de casa, en los cuidados que obtienen éstos por parte de sus amos. No obstante, los primeros aprenden a encontrar el cariño de calle, así sea una patada o un correazo, y van entendiendo, con tristeza, que ellos son las chandas y otros los perros. Por eso, es inusual ver distinguidos descendientes de pedigree tirados a la calle. A ellos los recogen cualquiera, a las chandas no. Solo los de control animal, por su carácter institucional, los llevan de vez en cuando al albergue y allí pasan largas temporadas gimiendo y esperando que alguien se acuerde de ellos.
Hay quienes probaron la vida en casa, y no les gustó. Otros que nacieron en cualquier esquina, camadas de seis, ocho cachorros, de los cuales sobrevivirán tres y a la edad adulta solo llegarán dos. Sin embargo, la vida de la calle no siempre es dura. Y a veces saben encontrar el lado bueno del mundo urbano. La mayoría le gusta pasar el tiempo en el parque, echados debajo de las bancas, saltando entre los cercados, o acompañando en sus juergas a los empedernidos chirrincheros, y en ocasiones se baten con ellos en combate, saliendo mal heridos, o ilesos. Otros prefieren ser caminantes y dormir donde los coja el sueño. Unos pocos, tal vez con cualidades místicas, comprenden la onírica delicia de la misa y ante el sermón del cura duermen plácidamente en medio de los feligreses. Los de vocación galán se dedican a cortejar hembras de la élite y aúllan bellos romances caninos ante los balcones de las damiselas. Los más jóvenes eligen como vida el deporte y persiguen motos, automóviles, caballos, bicicletas, compitiendo por ser el mejor. Los bravucones forman pandillas que se dedican al pillaje y conquista de territorio, y cuando toca pelear y bajarle los ladridos a algún novato, se los bajan, incluso llegando a la muerte. Pero la mayoría, sin saber quién eres, mueve la cola al verte venir o se acercan tímidamente en busca de una caricia que aleje el frío de la noche. Y de repente suelen estar ahí, a tu lado, dispuestos a acompañarte en algún tramo de tu camino, para recordarte que en la calle puedes encontrar un fiel amigo.
SERPIENTE XVIII
- ¡Señores, fin de la partida, muestren sus juegos! –Exclamó el Rey.
-Yo paso. –Dijo alguien en la mesa.
-Yo también. –Replico otra voz.
-A mí me falta una carta para hacer escalera real –dijo el Rey al hombre que tenía en frente¬.
-Pues yo no tengo como ganar esta partida –contestó el hombre-. Hace rato me quiero deshacer de “J”, ya que no tengo “K” para hacer escalera.
- ¡Exacto! –Exclamó el Rey-. Además recuerda que en este juego la “K” no vale por “12”, eso te sirve en otros juegos y otras mesas, con otros reyes, aquí no.
- Tienes razón –contestó el hombre.
-Yo soy Rey y tengo “Rey”, y me falta tu “J” para hacer escalera real. Así que pago por ver y tener. Toma estas treinta monedas, dame a tu rey, es decir tu “J”, y así formo escalera real y gano la partida.
-¡Hecho! –dijo el hombre.
-¡Traidor! –se escuchó una voz al fondo del salón.
-Yo paso. –Dijo alguien en la mesa.
-Yo también. –Replico otra voz.
-A mí me falta una carta para hacer escalera real –dijo el Rey al hombre que tenía en frente¬.
-Pues yo no tengo como ganar esta partida –contestó el hombre-. Hace rato me quiero deshacer de “J”, ya que no tengo “K” para hacer escalera.
- ¡Exacto! –Exclamó el Rey-. Además recuerda que en este juego la “K” no vale por “12”, eso te sirve en otros juegos y otras mesas, con otros reyes, aquí no.
- Tienes razón –contestó el hombre.
-Yo soy Rey y tengo “Rey”, y me falta tu “J” para hacer escalera real. Así que pago por ver y tener. Toma estas treinta monedas, dame a tu rey, es decir tu “J”, y así formo escalera real y gano la partida.
-¡Hecho! –dijo el hombre.
-¡Traidor! –se escuchó una voz al fondo del salón.
SINESTESIA (Mb-6v!)
Puedo ver la luna y una estrella,
puedo ver, además de esto,
una sonrisa dibujada noche,
una nube que desalienta,
un pensamiento en sereno
y tu mano en cualquier parte.
El frío necio que adormece el erotismo,
y aunque esto no lo veo,
no está lejos de imaginar que lo siento.
Si hay noche cuando no la quiero,
no lloro ni concibo,
me encierro como ciego que sabe de las estrellas.
A veces vuelo a ver otra tierra,
donde conspirar y estar despierto son rima,
y por momentos encuentro
la música en un silencio,
que sopla sin prisa,
asesinada, dormida,
o de tristeza muerta
manchada de unisonía.
A toda hora donde respiro
encuentro más tierno tu cielo,
y canto a ti en mis oídos
que desesperan de muertos.
puedo ver, además de esto,
una sonrisa dibujada noche,
una nube que desalienta,
un pensamiento en sereno
y tu mano en cualquier parte.
El frío necio que adormece el erotismo,
y aunque esto no lo veo,
no está lejos de imaginar que lo siento.
Si hay noche cuando no la quiero,
no lloro ni concibo,
me encierro como ciego que sabe de las estrellas.
A veces vuelo a ver otra tierra,
donde conspirar y estar despierto son rima,
y por momentos encuentro
la música en un silencio,
que sopla sin prisa,
asesinada, dormida,
o de tristeza muerta
manchada de unisonía.
A toda hora donde respiro
encuentro más tierno tu cielo,
y canto a ti en mis oídos
que desesperan de muertos.
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