TECNOLOGÍA E INMORTALIDAD (Pablo Ramos)
Introducción
Las sociedades se fundamentan en la transitoriedad de sus
diversos ámbitos, principios e ideales, los cuales son determinados por leves o
bruscos movimientos en algunos de los factores constitutivos que le definen y
dan forma. Estos movimientos van ligados al trasegar de la sociedad en relación
con el mundo, en la manera como el hombre interviene en la naturaleza empleando
y transformando la materia que ésta le ofrece para la creación de artilugios y
objetos técnicos que le permiten superar la vulnerabilidad ante el entorno
natural que le rodea.
La inserción de estos cambios que produce la intervención y el desarrollo
de objetos técnicos modifica constantemente la relación hombre-sociedad en
todos sus aspectos: económicos, políticos, culturales, religiosos, científicos
y sociales.
La naturaleza de esos cambios en los ámbitos o esferas ya
mencionados puede darse de manera progresiva. Esto quiere decir que la primera
estructura adapta los nuevos elementos
que surgen en el proceso de desarrollo del objeto técnico. También puede
ocurrir lo contrario, esto puede modificar completamente la primera estructura
porque es incapaz de adaptarse a los cambios. Con ello, posibilita el
surgimiento de nuevos lenguajes y ámbitos que configuran estructuras enmarcadas
dentro de una lógica propia respaldada por instituciones académicas,
científicas y gubernamentales.
Colocar el objeto
técnico como eje dinamizador y primordial de la existencia humana al
transformarla históricamente permite reconocer las potenciales capacidades
creativas del hombre en la creación de objetos a partir de su trabajo sobre la
materia, con el cual le da una forma y una función determinada para suplir
necesidades vitales. En este sentido, el hombre se apoya en sus objetos
técnicos para permanecer en el tiempo y en el espacio por medio de sus memorias
externas (hipomnesis) que las posteriores generaciones reciben y asimilan
potencializando sus propiedades a dimensiones desconocidas; buscando como fin
máximo prolongarse. No está por demás citar las palabras del filósofo francés
Bernard Stiegler para comprender mejor el concepto de “memoria externa”:
Exteriorizamos en equipos mnemotecnológicos contemporáneos cada vez más
funciones cognitivas, y, correlativamente, perdemos más y más conocimiento que
es entonces delegado no sólo a los equipos, sino también a las industrias de
servicios que lo pueden poner en red, controlarlo, formalizarlo, modelarlo, y,
tal vez, destruirlo, en el caso de ese conocimiento que escapa de nuestro
alcance, inducir una “obsolescencia de lo humano”, que se siente más y más en
pérdida e interiormente vacío. (Stiegler, 2001)
Tsunami de objetos
técnicos y tecnológicos
“El aleteo de una mariposa puede producir un tsunami al otro
lado del mundo”. Este proverbio oriental define claramente lo potencial y
azaroso que puede ser un mínimo cambio en el entorno social. Podríamos
considerar analógicamente el aleteo de la mariposa con el momento en que la
mano toma la piedra y empieza a darle forma de herramienta. De esta manera,
genera una ola que aún hoy, y muy seguramente mañana, continúa: un tsunami de
objetos técnicos y tecnológicos se desbordan configurando nuestro modo de
existencia, nuestra manera de ver el mundo y relacionarnos.
La producción constante de objetos técnicos y tecnológicos
cambian las condiciones de existencia. Suple algunas, crea otras. El hombre se
ve envuelto en un círculo vicioso; cada objeto creado propicia o necesita el
desarrollo de otro para existir. El proceso no se detiene y no se detendrá: una
cosa es sustituida por otra. El caballo es reemplazado por el automóvil como
vehículo de transporte. Se generan autopistas, industrias del petróleo,
aparcamientos, talleres de mecánica; lo automotriz se desborda y solicita
lenguajes e instituciones que lo definan y lo normalicen. Apela el conocimiento
de nuevas ciencias que posibiliten su estudio y consecuente desarrollo. Atrapa a la sociedad en un envolvente
dinamismo de producción: todo se hace más rápido: El motor Ford acorta las distancias
con lo cual el tiempo invertido en el desplazamiento de un punto a otro es
mínimo. En cuestión de años la cultura del automóvil se establece en la
sociedad y su permanencia en ésta se encuentra en transición.
Decíamos que en el arduo tránsito de las herraduras al
neumático- pasando por el riel- la sociedad ha creado las condiciones
necesarias para la aparición del auto ¿Pero, se encontraba está preparada
culturalmente para el cambio que propiciaría la tecnología automovilística en
su diario acontecer? Sólo la aparición del auto en las calles permitiría
comprender sus incidencias en lo cultural. Pero no cabe duda de que la
capacidad de percepción y la experiencia del viajero cambiaron de forma
drástica en el tránsito entre hombre-caballo-campo, a hombre-auto-ciudad
subsumiendo al viajero en un sinfín de simulacros que aún hoy trata de
asimilar. En palabras de Baudrillard: “El simulacro no es lo que oculta la
verdad. Es la verdad la que oculta que no hay verdad. El simulacro es
verdadero” (Baudrillard, 1978)
Desde otros contextos, el interés cinematográfico en la
época en que el automóvil se encontraba en auge nos permite observar esa
transformación cultural: de los films westerns como The great train robbery
(1903), Stagecoach (1939) se pasó a películas como Rebel Without a Cause
(1955), The Car (1977), en las cuales el automóvil o la motocicleta empieza a
ser el protagonista de la producción cinematografía. Se revalida con ello los
valores de lujo, poder y rebeldía desatados por la velocidad y la gasolina que
estaban de moda.
Es notorio, sin embargo, que en ese tránsito de las espuelas
al neumático algunos sectores de la sociedad se resistieron a la introducción
del auto como vehículo de transporte. Este hecho es comprensible en la medida
en que por mucho tiempo el caballo dinamizó el desarrollo de la sociedad y
alrededor de éste se forjaron costumbres y tradiciones difíciles de abandonar
por la comunidad. Todo cambio entraña un universo desconocido que produce una
especie de pánico en la sociedad intervenida. Por ello, es normal que haya miedo
y resistencia ante lo nuevo. Se da, entonces,
una confrontación entre lo mutable y estable. Y esta confrontación se
traslada a los individuos agrupados en generaciones: un choque generacional
alrededor de una cuestión cultural.
Son precisamente las generaciones más jóvenes a quienes lo
innovador le habla al oído seduciéndolos con lo versátil de las funciones y
aplicaciones. Son estas generaciones
quienes se apropian de lo nuevo y lo introducen poco a poco en la sociedad
porque se encuentran desprendidos de las tradiciones y dispuestos a transformar
lo estable. Las generaciones mayores, ante este hecho, muestran su resistencia
al cambio como un factor apocalíptico que socaba los valores familiares y
sociales.
Si damos un paso más, encontramos que la verdadera inquietud de las generaciones mayores no es
más que una especie de nostalgia por el tiempo pasado. De allí viene quizá la
frase “todo tiempo pasado siempre fue
mejor”. En ese tiempo lejano hay una añoranza por lo perdido, por un mundo que
ya no es como lo conocieron. Para ellos,
parafraseando la publicidad de una compañía aérea, “El mundo ya no se
mueve como antes”.
No sobra decir que hoy, cuando la tecnología de la
información domina todos los ámbitos sociales, el mundo no es el mismo, no se
mueve de igual manera. El desarrollo de las tecnologías ha acelerado el tiempo
de transición entre un objeto técnico y su consecuente reemplazo por otro: lo
que ayer tardaba un siglo, hoy tarda menos de una década en actualizarse. Todo
se acelera y el cambio es constante, no se detiene. Nos quedamos estupefactos y
a veces entusiasmados en espacios
simulados que prolongan la existencia más allá de lo real. (¿Qué es lo real?)
El ciberespacio y la
vida prolongada
La esfera informática y de las comunicaciones invita a
entrar en relación con el mundo de otra manera, trascendiendo lo real desde
otro espacio: el ciberespacio. El espacio habitable soportado por redes,
softwares, algoritmos agrupados alrededor de ciencias y objetos técnicos que lo
respaldan crea un movimiento cultural desbordante: la Cibercultura. (Levy,
2007)
Esta cultura, que encuentra en los más jóvenes a sus asiduos
consumidores, se establece de forma rápida en la sociedad al encontrar una
mínima resistencia en algunos sectores y al ofrecer un mosaico de funciones con
aplicabilidad a diferentes ámbitos de la vida. Entre esas funciones cabe
destacar la virtualidad de la identidad, una manera de escapar a los límites de
lo real. Un simulacro por medio del cual el individuo entra en juego con su identidad.
El ciberespacio o la virtualidad invita al individuo a
perder su identidad anónima en lo que llamamos real, lo invita a ser otros, a
figurar asumiendo roles que en lo plano de la realidad no puede o le cuesta
asumir. En el ciberespacio el individuo simula vivir otros mundos y en estos
descubre posibilidades sensoriales. Lo simulado se asemeja a lo real, crea el
simulacro de la realidad dentro del espacio virtual. Pero éste es un simulacro
de lo real en el cual no existen ni aplican ciertos límites de la realidad,
sino que, , por el contrario, se amplifican . De ahí que se intenten producir
ciertas sensaciones de placer ode vértigo en el cibernauta. La virtualidad
viene hacer la matrix:, , un programa por medio del cual el individuo recrea su
realidad para decidir cuándo entrar o salir de ella.
Pero adviértase que aún distamos -no por mucho tiempo- de
las realidades simuladas (interfaz-ordenador-cerebro) en las que cuerpo y mente
estarán completamente integradas en la virtualidad para experimentar un sinfín
de sensaciones. Por ahora, ordenadores y
móviles nos acercan a esa futura simulación.
La presente sociedad
es absorbida por la virtualidad y lo real se convierte en un lugar de tránsito.
En lo virtual se da el dialogo con los otros. Allí mediatizamos nuestra
existencia, nos hacemos imagen virtual permaneciendo de otro modo. ¿Quizás de
un modo más placentero que lo real?
En líneas anteriores
se ha dicho que el objeto técnico como memoria externa (hipomnesis) es la
intensión del ser humano de permanecer en el tiempo y en el espacio de forma no
física y que la cibercultura viene a ser una aproximación simulada de este
permanecer. De ahí que se pueda decir que el ciberespacio y el objeto técnico
guardan una íntima relación. En este sentido, la tecnología informática y el
ciberespacio expresan el deseo del hombre de ser inmortal por medio de un
simulacro. La relación ciberespacio-hombre será, por tanto, determinante en el
transitar de éste hacia la inmortalidad. El cómo y el por qué serán cuestiones
que deben motivar nuestras reflexiones.
Bibliografía
Baudrillar, J. (1978). Cultura y simulacro. Barcelona:
Editorial Kairos.
Levy, P. (2007). Cibercultura. Informe al concejo de Europa.
Barcelona: Anthropos.
Stiegler, B. (2001). Anamnesis e hipomnesis. Bochumer
Kolloquium Medienwissenshaft, (págs. 3,4). Bochum.
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