CONFORTABLE PERTURBACIÓN (Johnny C.)
Despertó y sintió por primera vez en mucho tiempo que había logrado conciliar el sueño. El cansancio y la fatiga acumulados en su cuerpo y alma, junto a las noches de insomnio y amargura se habían disipado como nubes que cabalgan su tormenta a otras tierras. Ahora, sumido en la obnubilación del sueño siempre presente después del despertar, descarga su cuerpo contra el marco de la puerta que da acceso a la cocina; taza de café entre los dedos, y trata de reconstruir de manera errática, con imágenes extraídas al azar, el posible sueño que escapó al abandonar la almohada.
Se siente confundido, aún permanece bajo la pesada influencia del amanecer, y no está muy seguro de que todas esas figuras, representaciones y recuerdos que se pasean en su cabeza como un carrusel de feria, pertenezcan a lo soñado, sean un producto burlesco de su imaginación o verdaderamente, hagan parte de su deteriorada y retorcida realidad.
Llena de nuevo su taza con café caliente y regresa a su habitación, al buscar el paquete de cigarrillos sobre el nochero siente que no fuma desde la tarde del día inmediatamente anterior. Las imágenes siguen rondando en su cabeza, una y otra vez se repiten, cayendo sobre el tablero de los recuerdos como piezas de un rompecabezas, que pronto empieza a tomar la forma universal, la definitiva; aquella que se dejará ver como un todo. Sonríe para sí mismo, porque está solo, sabe que eso buscado y revuelto como el contenido negro del pocillo, es el producto de esa sonrisa.
Enciende su computadora, más por un impulso mecánico que por otra cosa, absorto, mira a través de la ventana de su habitación las fachadas muertas de las casas vecinas y la mañana gris que se levanta sobre éstas. ¿Todas esas imágenes que pretenden ser recuerdos constituyen un sueño o hacen parte de la realidad? Ahora, esa pregunta pende en los pasadizos de su cerebro como un enorme aviso de neón que titila en la oscuridad de una carretera olvidada.
Una noche lluviosa; las luces de la ciudad y los carros reflejadas en el pavimento; ráfagas de viento que golpean las copas de los árboles mientras una mujer camina agarrada de su brazo, las luces del alumbrado público por momentos descubren la belleza pálida de su rostro, el brillo de su mirada, la curvatura de sus labios que forman sonrisas o representan dudas; un parque solitario, salpicado apenas por desprevenidos transeúntes, obligados a encontrar refugio de la humedad bajo los aleros de techos cercanos. Ella y él, sorprendidos o no, aceptaron con gusto el tupido velo de agua que envolvía los caminos y los prados cercanos.
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La noche y la mujer se fundieron en los vapores de las horas de sueño pesado, la mañana gris se aplasta contra el vidrío de la ventana que ha dejado de mirar para revisar en el computador, la siempre presente soledad y vacío en el buzón de mensajes recibidos. Puede sentir la vívida nitidez del aparente sueño en su cuerpo; incluso percibir un aroma extraño a su cuerpo, recrear casi perfectamente en su cabeza las caricias, palabras, sonrisas, miradas y un beso bajo la lluvia; pero no se atreve a pensar y dar por sentado, que tales recuerdos conformen concretamente la demacrada y exangüe realidad que ahora lo rodea.
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