SIN LA IDEA PATRIA, NO HAY EJÉRCITO (Andrés Pérez)
La fuerza pública, más específicamente el ejército, está constituido por autómatas que obedecen cada una de las órdenes impartidas por sus superiores, sin preguntarse qué tan necesario es acatar dichas órdenes. Considero que la existencia de un ejército de hombres dispuestos a matar a otros hombres armados o desarmados, culpables o inocentes, bajo el pretexto de defensa nacional, y toda la parafernalia militarista; es inconcebible.
Inconcebible, porque el ser humano tiene conciencia que todos formamos parte de una sola especie, que somos uno solo por encima de naciones, banderas, idiomas, acuerdos comerciales, creencias e ideas. Somos hombres más allá de las divisiones que el sistema -lamentablemente debe mencionarse pues no existe aspecto en la vida en que éste no interfiera- trate de dividirnos con sus necias clasificaciones de razas y pueblos.
Es la fragmentación de esa especie en países y credos, la que posibilita la formación de ejércitos, permite que cada uno de los hombres pierda la conciencia de ser-universal, para pasar a asumir la identidad de un pequeño grupo, los colores de una bandera, y confinar su cuerpo y mente a los estrechos e inexistentes límites de un territorio. Entonces asumimos la idea de grupo que defiende sus valores y culturas, reduciendo al máximo lo que nos define a todos, para dar cabida a lo que nos diferencia y separa. En síntesis, dejamos de ser hombres que habitamos la tierra, para pasar a ser individuos que habitan naciones. Con orgullo decimos ante los demás que somos colombianos, rusos, alemanes, entre otros.
Interiorizamos los valores, la historia y la gloria de ese pueblo, el cual nos creemos con el deber de defender, proteger ante los demás que aparecen como enemigos amenazando la estabilidad del grupo. Esa es la única forma de posibilitar la existencia de los ejércitos, que cada hombre esté dispuesto a matar a otro, por más que la causa de dicha confrontación le sea ajena o la desconozca completamente.
El ejército camina de la mano del patriotismo, este último es el que impulsa las tropas, alimenta las ideas de odio y honor, nos hace creer que la causa es buena y necesaria. El patriotismo aliena al individuo con la soporífera fórmula de la identidad nacional enarbolando iconografías históricas del pueblo.
Teniendo en cuenta lo anterior, es comprensible la forma en que existen los ejércitos, mientras exista la división existirá la violencia para solucionar, no la división, sino la permanencia de semejante Estado. El ejército, en cuanto a idea de patria, será violento, está hecho para eso. Ahora, ¿cómo lograr imbuir esa naturaleza de violencia e indiferencia en cada uno de sus integrantes?, ¿qué fuerza se moviliza dentro de la persona, para lograr que se lance a la guerra por unos ideales que no le pertenecen? Lo primero es el patriotismo, funda cierto idiotismo en los individuos en creer que defiende algo que los define como pueblo. El segundo factor es la propaganda que refuerza la ideología del grupo, el combustible necesario para el polvorín. Logrando estas dos cosas, los individuos se enganchan en las filas, sacrifican su propia vida o la de otros. Cometen los mayores horrores, ultrajan otros pueblos y culturas por el honor y la permanencia de la patria. Ellos se sienten sin responsabilidad de nada, solo obedecen órdenes, de ahí que sean autómatas, han perdido la capacidad de decir no, solo dicen SÍ SEÑOR. Pero, ¿es posible que la ideología del grupo aniquile por completo al humano y su forma de sentir?, ¿la férrea disciplina y la constante propaganda, han terminado por anestesiar a los hombres?, ¿ya no hay hombres?
Los ejércitos continúan siendo formados por hombres, que a pesar de todo aún tienen la capacidad de pensar y sentir, por muy mínimo que sea, y al ser capaz de esto, de ser conscientes de que no hay ninguna patria, territorio ni bandera que se interpongan entre ellos, tal vez se nieguen a disparar, a avanzar de frente contra la muerte.
Nota: Texto a propósito de la situación en Gaza, donde la barbarie se sustenta a partir de unas ideas de pueblo que fundamentan el odio entre israelíes y palestinos. Una idea de territorio que unos defienden y otros reclaman. Pero ninguno quiere ceder, tienen miedo de perder su infundada identidad nacional, y la única forma de solucionarlo es enarbolando sus banderas y haciendo avanzar sus ejércitos, uno más poderoso que otro; pero ambos tan nefastos para los pueblos que dicen defender.
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