¿OCURRIÓ UNA PARAMNESIA? (Luna llena)

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Era de noche, el ulular del viento generaba cada vez más pánico en aquella gente. Desde hacía ya una semana todo se había convertido en un caos insoportable, a decir verdad, el ritmo de la vida había tomado rumbos insospechados, porque la proximidad con la muerte había rebajado a la población a actuaciones plenamente instintivas.
Todo había comenzado una semana atrás, el ominoso pájaro negro se había asentado sobre la gran estatua del ínclito libertador de aquellas tierras, y su presencia no sólo bastó para llenar de pavor a la población, sino que además su canto auguraba una tragedia inminente.
Los primeros hechos que manifestaron la inmediación de aquellos presagios, fue la decapitación de un iconoclasta, a quien se le acusaba de incitar a la sublevación de la gente, de contribuir con sus pensamientos a cuestionar los valores establecidos, y de luchar por ideales que iban en contra del progreso social.
Las personas asistieron masivamente a aquel cercenamiento, muchos de ellos por el disfrute de ver cómo sucedían los hechos, para después relatar triunfantes su hazaña de indiferencia hacia la muerte; pero la mayoría de ellos asistían para acompañar en el dolor a aquel que fue su amigo, compañero de luchas y maestro de senderos y caminos. Porque fue sólo él quién conocía con claridad el territorio, sabía de memoria los atajos, comparaba los senderos con la vida, y quien con su conocimiento motivaba al cambio, aunque como él mismo decía, a éste era difícil ascender.
Él no pronunció ni una palabra, se limitó a observar la gran afluencia de personas que lo cortejaban, sabía con claridad que habría de sucederle, pues ya había experimentado antes tan temeroso acontecimiento, entonces sintió alivio cuando la energía de aquella muchedumbre iba mitigando el miedo que sentía a la muerte, recordó sus ideales y en su último segundo, dirigió una mirada llena de valor a todas las personas que estaban presentes.
Luego de que aquel hombre fuera decapitado, las personas entraron en un grave estado de inconsciencia, acaso se podría comparar con la locura. Las mujeres comenzaron a gritar sin pudores el odio que guardaban a sus maridos, a la cocina, a los trabajos cotidianos y a las prohibiciones; los hombres empezaron a descoritarse, a llorar desgarradoramente, a lamentar la forma como habían sido adoctrinados; ni siquiera los caballos se salvaron de tan insólito suceso, pues todos ellos se enarmonaron, y comenzaron a relinchar exasperadamente.
Al día siguiente ocurrió un temblor de tierra, lo que desencadenó una tragedia descomunal, ya que todas las construcciones sucumbieron, y con ellas toda la gente que las habitaban.
Era de noche, el ulular del viento generaba cada vez más pánico, parecía ser el presagio de algún acontecimiento. El baquiano ardía de fiebre, hablaba de algo relativo a su muerte, a una desgracia que se aproximaría al pueblo.
Nadie entendió aquél mensaje, nadie vivió para contar si aquello fue cierto, de ello solo se sabe (por algunos archivos del santo oficio) que el baquiano fue decapitado.

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