Realidades y tendencias
Por: hnz51Abro los ojos. El cielorraso. Y sí, el mismo de siempre empieza a aclararse, ese pedazo de cielo destinado a aparecer frente a mí en la mañana, en la tarde, con lluvia, con ganas, sin ella. El mismo que enfrenta todas esas imágenes cuando no se puede dormir, ese pequeño pedazo de techo blanquecino donde se proyecta todo lo que alguna vez viví, y lo poco que puedo querer vivir, al que le pregunto cada vez: ¿es real?, ¿otra vez? Y desde allí rebotan los ecos de una respuesta que creo siempre es inventada por mí, el problema radica en no poder oírla por más atención que preste. Las sensaciones verdaderas son esas que ni siquiera se sienten. No quiero mirar el reloj, no es que tenga miedo de hacerlo, sino mas bien que no tengo motivo claro, así prefiero evitar el empalagoso encuentro con su sonrisa perpetua, escupiendo números en fila que van a morir a tu reacción dependiendo de la situación en la que te encuentres. Entonces tomas el hilo justo donde lo dejaste antes de quedarte dormido la noche anterior y empiezan de nuevo los afanes por mierda que me he impuesto o peor aún, que me han impuesto. Sí, esa. La misma que a ti en cierto sentido, ¿no crees? Ir a trabajar o a estudiar, cumplir con alguna reunión importante, ir al doctor o al banco y todo el rosario restante que como buenos humanos llevamos a cabo cada simple, singular y puto día de nuestra horrenda y despreciable existencia, sobre esa delgada línea pintada en el pavimento, que en algún momento borrará la lluvia o la ocultará la noche enteramente y para siempre.
Y si sólo fuera eso podría ser comprensible, incluso aguantable, a las demás personas dándole el nombre que quieras, las mantienes al margen cumpliendo o no con tu presencia, me refiero a que si estudias, tienes a tu familia contenta; si trabajas, tienes a la sociedad contenta. Pero, la vida contigo es mucho más cruel y difícil de satisfacer. Tienes un cuerpo y unos deseos que necesitas saciar y ¡vaya que es complicado!, necesitas comer, beber, dormir, fornicar, conversar con alguién, distracciones, tonterías que precisamente nos haga olvidar un poco de cómo la realidad nos aplasta, como un fiero pie calzado con botas militares a una pobre y apestosa cucaracha que se arrastra en búsqueda de un puto hueco oscuro e inaccesible. Sin embargo, siempre gana la bota, porque ya no hay a donde huir. Hacemos parte de una gran feria y somos patos que desfilan indefensos frente a un cazador y su escopeta, entonces un día. Pum. Quedas vuelto mierda.
Eso por una parte, el cuerpo. El alma, los sentimientos. Bueno, sí que es bastante jodido, por más que trates no es posible complacer eso, siempre quiere más, siempre necesita más. No somos más que un manojo de carne y huesos en búsqueda de algo que nos haga enaltecer, y destruir la muy halagadora idea de ser desgraciados, despreciables y cochinos. No somos muy diferentes a ningún animal, sólo queremos saciar hambres y copular esperando por los cientos de soles que veremos caer, retirándose a morir en algún lugar quieto y apacible, donde se pueda ser presa fácil de los recuerdos y de un deceso menos brutal y sangriento del que merecemos. La vida es sino un constante deseo de muerte. Eso es la realidad o por lo menos la mía, la tuya es otra, lo sé; pero no menos despreciable que ésta.
Realidades y tendencias. Menudo problema. Sin entrar en sofismas intrincados, la realidad es lo que es y punto, no se diga más; pero la tuya y la mía van de la mano regidas por la tendencia que imponen desde sectores particulares y ajenos a uno: político, económico, social. Estos son los encargados de transportar esta masa sobre un carrito que empujan y amasan a conveniencia, ¿pero de quién? Y ¿Quiénes son esos portadores? Empresas multinacionales y bancos que se abren paso en la selva como fieras salvajes en busca de nuevos terruños donde clavar sus garras, alineados claro está con la falsa bandera de la democracia y la libre decisión. Malditos bastardos, no somos más que inservibles fichas de juego, consumidores, votantes, perritos falderos que se contentan con tener un trabajo de mierda, para estar a la vanguardia tecnológica. Admítelo estúpido animal, que todos tus esfuerzos son sólo para mantener una vida repleta de comodidades y materialismo innecesario.
Terrorismo, sangre, tecnología y violencia, son el motor que mueven a esta civilización de alienados adictos. Los hombres se aferran tanto a sus posesiones, que terminan olvidándose de la vida, les llena el alma, en el fondo tienen miedo de ser hombres. Ya está, es eso y nada ha cambiado, no es nada nuevo. Así ha sido desde el inicio de las civilizaciones y lo será hasta el final. No hay cambio posible, no hay vuelta de hoja para esta prueba fallida y la única forma de mejorarlo, es arrojándolo todo por la borda, enterrarlo entre las rocas, el magma y el hielo, inundándolo todo en aguas. ¡Vamos madre! Haz lo tuyo y decídete de una vez a eliminar a este aborto apestoso de tus hombros que amenaza con contaminarlo todo.
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