Olas de sonido
Por: Shoegazerestancado en los mismos sonidos, ya no soportaba más. El silencio es placentero, te ayuda un poco a organizar las ideas, a empezar a construir de nuevo sobre ese ser, sobre esa masa que ya eres. Hay momentos en los cuales, simplemente no se quiere tener contacto con nadie, nada de miradas acusadoras, ni reproches por formas de pensar, de hablar, de actuar o de ser. La calle es un lugar salvaje, nadie te da chance de nada, las mujeres parecen seres enclenques que se balancean de aquí para allá sin fin, sin ganas, sin horizonte. Los viejos ¡Ah de los viejos! -trataré en la medida de lo que sea posible evitar esa enfermedad del tiempo-. Con su lento caminar, su eterno mal genio por la vida, por la cercana muerte, su asco por la “juventud corrompida” y su mirada insepulta de miedo, de fin, de deseo escondido, de no querer morir. Los niños, los perros, los burros, contemporáneos, foráneos, curas, creyentes, los no creyentes, los odiados, los por odiar, los otros caminantes. En esencia lo que quiero decir es que, a veces uno no está para ese circo, para ese juego de pareceres, poderes, susceptibilidades, apariencias, que solo buscan algo de ti: poseerte, dictarte lo qué debes o no hacer, cómo y cuándo. A veces es mejor refugiarse lejos de ese aire sofocante, lejos de la presión consumidora-civilizadora, lejos de la destrucción del ser, por la sociedad perfecta que nunca se habrá de alcanzar.
Creo que me desvié un poco del tema, de lo que quería hablar o escribir. Hablaba de la música y su particular manera de poseer o crear el alma, de alimentar el momento, ya sea de sosiego o de completa explosión, de liberar la presión, de brindarle a la cabeza sonidos apabullantes, bestiales, sonidos como para taladrarse el cerebro, o por el contrario, notas que generen un agradable y placentero orgasmo cerebral. Limpias caricias a un ser maltrecho que solo patalea por un poco de espacio, donde tampoco se encontrará a gusto consigo mismo.
Me gusta mucho la música, en especial el “Rock ‘n’ Roll” y algunos de sus muchos derivados que en esencia son casi lo mismo. Poder estar aquí en este momento, en este espacio, poder oír “Pink Floyd” y sentir la vibración de la guitarra y la magnífica ambientación de los teclados. Me gusta “The Doors” y su inconfundible sonido, su enigmática voz que aúlla desde las cavernas más profundas. Me gusta “Nirvana” y la manera como rasga mis días en pro de un tedio absoluto que es imposible sacarse de encima, entre otras; yendo desde “Radiohead” hasta “Coil” o desde “Black Sabbath” hasta “Tool”. La mayor parte del tiempo, la paso oyendo música y en casos como el mío, donde mis pérfidos oídos piden incesablemente nuevos sonidos, navego horas y horas en la red, buscando nuevas olas que me transporten a ese sin fin de lugares, a esos recónditos rincones de la imaginación.
Hace algún tiempo en medio de la noche, en un blog de esos que tanto abundan en internet; me encontré con un pequeño listado de bandas cuyos nombres se me hacían totalmente desconocidos, lo cual, no me extrañó puesto que bandas de rock hay muchas regadas por todo el mundo y para todos los gustos. Lo que sí me pareció raro o llamativo fue la manera o forma como etiquetaban dichas bandas. Las llamaban “Post-rock”. ¿Post-rock? Mierda. Y por qué diablos “Post-rock”. La verdad nunca había oído sobre tal término, así que decidí investigar un poco y lo que empezó como un simple test, terminó por volverse una frenética carrera por ahondar más y más. Como todo hijo del rock fue evolucionando hasta la posición donde se encuentra hoy: totalmente instrumental (en algunos casos hay voces, aunque muy reducido su espacio) y de sonido atmosférico, por momentos tranquilizantes y en otros explosivos, llenos de matices y efectos desgarradores, luces brillantes que destilan fuego para al final apagarse y renacer con la siguiente “track”. A fin de cuentas instrumental, pero totalmente elocuente, contador de historias en dos o cinco minutos y simplificador de vidas en doce. La mayor parte del tiempo te invita a soñar despierto, aunque dependiendo del estado de animo puede también brindarte un rápido descenso hasta la depresión. Yo no creo que sea depresivo, pero tampoco “happy”. Es simplemente música que invita a ser escuchada a un volumen moderado (si es con audífonos mucho mejor). El aspecto sobresale cuando caminas por la calle o viajas en bus, pero definitivamente en la oscuridad de tu habitación es donde realmente toma su hermosa estética.
Aunque, es un género bastante “underground” tiene amplia gama de bandas y seguidores. En mi repertorio musical, tengo unas cuantas bandas, todas con un algo especial. Algunas un poco más experimentales como “Singur Ros”, “Múm” o “Amiina”. Otras más ambientales como “Hammock”, “Slow Six” o “Do May Say Think”, otras de tinte más metal como “Russian Circles” o “Pelican”, entre otro puñado de bandas de hermosa contextura que van desde el sonido sublime hasta ascender en espirales cósmicas en un deleite armonioso como “Explossion In The Sky”, “65 Day Of Static”, “The Best Pessimist”, “Johnnytwentythree”, que se han ido convirtiendo poco a poco en mis favoritas.
La música se ha convertido en la religión por excelencia, no importa el tipo o género; no importa si es otra forma del sistema para imponer control; no importa el estatus, ni la raza o el sexo. Además, ésta se arraiga en algún punto de nuestra vida para salvarla un poco de su monotonía, de su asquerosidad, del tedio y la soledad.
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