CATARSIS (Urraca)

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Sin saberlo, llegué a mostrarme fuerte, insaciable, irrefutable. Perseguía a un ser que sería incapaz de habitar. No podía desistir de esa actitud. Frenarme en el camino significaría empobrecerme vertiginosamente hacia todo lo que había sido en los últimos años. ¡Es paradójico! Ya que detrás de esa pobreza deliberada, se hallaba algo que me seducía y alentaba. Estos eran momentos malos y sórdidos, pero algo pasaba dentro de ellos. No habían diálogos o encuentros conmigo mismo; solo habían esperanzas de un cierto diálogo con un incierto y remoto “yo”. El problema se hallaba en el plano moral. Estaba tan absorto de este falso ser, que me aventuré a descubrir tardíamente en mi interior estados profundos y por qué no, estados estéticos. Los resultados no me parecieron un premio, sino un exceso de una realidad absoluta y satisfactoria. Descubrí que solo habitaba una esencia que podía darme acceso a múltiples estados y creencias.

Identifiqué en mí mismo un sentido progresivo de la condición humana, un orden, que para mí era simplemente un efecto colateral de toda la ansiedad metafísica que habitaba en mí, y en mi afán de mostrarme como quería e imaginaba en algún pasaje de una vida meramente abstracta, confusa y abruptamente hipotética.

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