LA ABERRANTE AUTOCENSURA (Andrés Pérez)

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EXTRODUCCIÓN 13



La censura es algo que va quedando en el pasado, en aquellos difíciles años en que la prensa debía enfrentarse a los tentáculos del poder, y padecer la persecución y el  terror, a la hora de publicar una noticia o manifestar un punto de vista discordante con el régimen.

Ahora las cosas son muy diferentes, el poder ya no tiene la necesidad de perseguir, exiliar, acallar periodistas, cerrar periódicos y revistas, estar omnipresente en las redacciones con resaltador entre las manos atento a cualquier palabra de doble sentido.  No debe molestarse en revisar una a una las editoriales, porque el férreo proceso de censura, ha permitido la reconfiguración de los periodistas investigativos, en periodistas informativos-repetitivos y como tal una información menos crítica.

Este proceso de reconfiguración, parecido un poco al resultado de los experimentos del doctor Pavlov concernientes a los reflejos condicionados, ha llevado a que la censura mute a otra forma mucho más aberrante, ya que son los mismos directores y redactores de los medios quienes deciden qué se hace público y qué no, a esto se le llama la autocensura, forma de control imperante, hoy por hoy en los estados democráticos y que se extiende a diversos campos de la información, el conocimiento y la cultura, dejando en claro el papel coercitivo de los medios y su ligadura al poder marcado por una crónica independencia económica.
Por lo tanto, en casi todos los periódicos, revistas y telediarios, observamos una uniformidad en el manejo de la información: escueta, confusa, imprecisa, imparcial, tergiversada. Somos testigos de cómo algunos periodistas son despedidos de su lugar de trabajo por cuestionar los intereses políticos del periódico, ya que tienen mayor cobertura las noticias referentes a la movilidad, seguridad, deporte y entretenimiento, mientras que las relacionadas con protestas sociales, escándalos políticos, desastres ecológicos ocasionados por multinacionales, se ocultan detrás de vágatelas. Al mismo tiempo, se clausuran programas de debates, columnas de opinión, parodia política. Todo esto va sucediendo de forma rápida, se va dando una homogenización de la información y como tal de la opinión. Los que cuestionan, critican y preguntan más allá de lo permitido; incomodan, son ignorados, se les cierran micrófonos, se les manda cubrir distantes regiones donde su voz no tenga resonancia.

Esos que se autocensuran, cínicamente se autoproclaman defensores de la libertad de prensa en otros países, donde con mucho profesionalismo denuncian lo que aquí cobardemente prefieren callar. De esta manera, la mayor amenaza a esa libertad, no son los grupos armados, los narcotraficantes, el poder; son los mismos medios de información quienes eligen callar, mirar para otro lado, poner la atención de la ciudanía en otras cuestiones. Éstos prefieren desinformar a perder la económica amistad que les permite ser un emporio de las comunicaciones.

Sin embargo hay quienes prefieren mil veces ser censurados a tener que adoptar la aberrante y vergonzosa autocensura.

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