MONÓLOGOS DE UN GATO SIN-CENSURA (C. Gómez D.)

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Soy un gato de ocho vidas: verán, no soy un gato. Nací de nueve formas y me fui reinventando. -Ayer no era un gato-. Me hicieron sobre el pasto y al nacer, entonces, fui arrastrado hacia los más altos vestigios de la condición humana: la envidia y la tristeza. Decidí abandonarme a las ideas y me suspendí en la imagen de un hombre un tanto más errático; que caminaba sin afanes y con los brazos menos largos. Me los corté hasta los codos. Días más tarde, hice lo propio con las piernas: ahora tengo un acopio de materia inerte apresado en las rodillas del cual me sirvo para reptar.

Me fui a los suelos y dejé los sueños bípedos desatendidos en otros hemisferios. Ahora caminar no puedo, por lo cual los brazos desmembrados me han servido como aliento para suavizar el peso de una efigie construida en cinco vidas: me dieron una por cada trozo mutilado. Entretanto, iba siendo, brevemente, despojado de las carnes que ceñían las vísceras a mi conciencia; ambas fueron extirpadas y me dieron una vida por el sexo y otra por el alma. Ahora, siete vidas se agrupaban en lo que por momentos, correspondía apenas a la silueta de un difunto venidero.

Menos hombre y más humano me iba haciendo en simultáneo. Ya las piernas desmembradas no me eran necesarias. Aun así, no podía por ahora hacerme gato. Decidí extraerme, entonces, aquello que en antaño hube elogiado. Me fui hacia los bosques y trepado sobre un árbol me llevé los ojos al averno: los penetré a cada lado con los brotes afilados de un árbol alto y desgastado.

Bajé con bastas hendiduras y sin iris o pupilas. Todo, incluso lo visto en otrora, quedó aislado de mi derrotero. Conservaba ahora, el espacio concerniente a una falsa perspectiva y, en adelante, solo a blanco y negro. Me hice dos vacíos y con ellos otras vidas. Llegué a nueve y por fin pude reinventarme: fui privado de una vida que, en definitiva, ya no me correspondía y me fundí en ocho para ser finalmente un gato.

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