EL SHOW DE FRANCISCO I (RH)
De entrada declaro que no comulgo con ninguna doctrina religiosa, o más exactamente con las mafias sacerdotales que encuentran en la fe de los incautos, una oportunidad de hacer millones a punta de sermones y bendiciones. Tener fe cuesta y de esto se han dado cuenta las castas sacerdotales que guían al rebaño desorientado. Pero el tema de que la jerarquía religiosa es una de las bandas criminales más importantes del mundo, es pólvora quemada. Ya todo el mundo lo sabe, todos lo han escuchado, y sin embargo ahí están llenando plazas, calles, mientras mendigan un saludo de mano, una insignificante bendición de su altísima santidad que pasa fugaz como el Espíritu Santo dejando una estela de polvo y mugre. Es que a pesar de todo, no aprendemos y por lo tanto vamos a tener que mencionar el nuevo aparato coercitivo del que se valen los usureros de la fe para liquidar sus millonarias mesadas.
La religión cotiza en Wall Street y la Iglesia Católica nunca ha perdido el tiempo cuando de sostener sus arcas se trata. Antaño fueron las cruzadas, después la inquisición, más adelante la dudosa ternura de Juan Pablo II, y ahora, en la era de la espectacularidad, en la cual la mayor de la idiotez es todo un espectáculo para idiotas consumidores; han elegido como guía espiritual de sus millones a un hombre que sabe de espectáculos: Bergoglio, hoy llamado el show de Francisco I.
La singularidad de este individuo radica en la ruptura de las desgastadas convenciones del Vaticano que tienen como prioridad cuidar el arrugado culo del vejestorio Papal, como si fuera el culo del mismo niño Dios. El Papa Francisco es, o mejor dicho, aparenta ser irreverente y su discurso es o simula ser revolucionario por romper esas convenciones. La irreverencia de este Papa es su espectacularidad y para secundarla tiene a su disposición los medios de comunicación, los cuales montan el show y propagan cada una de las frases del Santo Padre como panaceas revolucionarias que sacuden los pilares de la iglesia y cambian el mundo.
Es todo un show, hay que reconocerlo, es irreverente, rompe algunas convenciones muy insignificantes por demás; sabe manejar un perfil bajo ante las masas; no se oculta tras las puertas del Vaticano, sino que se exhibe y además opina constantemente de lo que pasa. Sin embargo, pese a esto, se le puede aplicar aquel dicho de “predica, pero no aplica”. Y es allí donde estriba su peculiaridad: anuncia y anuncia; pero nunca logra realizar nada de lo anunciado.
Francisco es inteligente dentro de su idiotez, cómo no ser inteligente en medio de un rebaño de completos idiotas. Y haciendo uso de esa inteligencia ha fabricado una fachada de buen pastor, reforzado en un espectáculo, que tiene como escenario el balcón del Vaticano, donde domingo tras domingo miles de feligreses se congregan en la Plaza de San Pedro, el mayor de los idiotas, a escuchar la idiotez Papal, y lo último que dijo Bergoglio fue: “los representantes de Dios no deben vivir en palacios rodeados de lujos y placeres, deben estar en las calles escuchando y hablando a la gente humilde”. Entonces, ¿qué haces allá arriba rodeado de lujos y placeres Papacho parlanchín? ¿Por qué te pavoneas entre altos mandatarios y al rebaño solo bendiciones das? ¿Dónde está tu cacareada austeridad, acaso en la pobreza de tus pensamientos? No eres más que puro show, baba derramada cotizando millones para el Banco del Vaticano. Un aplauso para tan ingenioso monigote. “Luces, cámaras, acción, Francisco es el salvador”, ¿de quién? Del negocio llamado Fe Católica. Pólvora quemada; pero hay que decirlo.
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