MI OPINIÓN SOBRE "LA OPINIÓN" (Urraca)

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EXTRODUCCIÓN 03


Apreciado lector, me pregunto: ¿cuál será su opinión o primera impresión? Al encontrar aquí, unas líneas que se levantan como cualquier monumento, tratando de alcanzar una cima, sin importar cual sea, delimitará en todo su final, una estrecha frontera entre la generalización idealista, la cual pretendo exponer con un caso entre palabras; y la interpretación –quizás prudente, quizás ofensiva- en la que usted estimado lector recibe dichas palabras.

En este tiempo, en que escribo este texto, transcurren otros tiempos. Su presente-leer, era mi pasado-escribir y éste a su vez era presente de mi pasado-pensar. Aquí, llegado a este punto centrifugo que se halla inclinado en el porvenir de todos estos tiempos; me inquieta una sola cosa: “La opinión de los hombres”. Inicialmente, considero que en alguna medida es útil, y por otro lado, intuyo que al darse un intercambio de opiniones entre dos entes, éstos se sentirán honrados el uno con el otro, presentándose esto como un sucedáneo del respeto del hombre con el mismo hombre. En este hecho, se nota clara y necesariamente un pensamiento intermediario, como el paso de la palabra a la concepción individual que ésta ejerce. Obviamente en múltiples ocasiones se presentan elogios. Pero quiero resaltar hacia este fin, que la necesidad de la opinión ajena sobre uno mismo y el efecto colateral que se desencadena después, no son inmutables, y que aun por estos mismos, ambos se pueden debilitar hasta echarse uno afuera del otro.  Bajo esta lógica, quiero exponer y agregar, por medio de la opinión de otros, la mayoría de personas, quieren acreditar y fortificar  a sus propios ojos el concepto que tienen de sí mismos. Esto conlleva a dichas personas, a apoyar su propia autoridad, en fe y nacimiento ajenos, los cuales surgen en la definición que tiene el otro sobre ellas mismas, y por lo tanto, cuando no se recibe ésta, se desencadena la debilidad en el criterio propio, y por ende se genera la expulsión –de la que hablaba antes-, entre la opinión lanzada, y el resultado posterior a éste.

Cuando un hombre tira del arco su flecha, hay siempre cerca de él un blanco y una fuerza irracional que lo impulsa a disparar. Aquellas fuerzas, son déspotas, naturales, inesperadas, humanas y caprichosas. No hay pensamiento, mucho menos conclusión satisfactoria sobre qué tipo de fuerza o sentimiento abrupto se halla en él. Lo único que se sabe es que existe y es un poder dentro de sí mismo, una regla, una pasión, una fuerza. Esta última, encierra la convicción fundamental que domina y ha dominado a todas las civilizaciones.

Las opiniones son caprichos naturales que se lanzan con voz aguda, circunstancial, benévola y cruel. El hombre ante cualquier acto que se presenta ante él; se embriaga violentamente, en ese momento es preso de múltiples excitaciones, es Dios, es demonio, amor, ciencia, es consecuente y voluble, es reo de una condición en la cual,  él no se halla favorable e intenta por  cualquier medio, romper la cadena, librarse del yugo, gritar. Piensa para sus adentros, siente un enigmático antagonismo entre él y los hombres, encuentra diferencias y semejanzas, refuta algunas, comparte otras, admira éstas, ignora aquellas, renace en unas, muere en otras, se sumerge en las  que le son propias, rema en las que no lo son. Lanza el boomerang de la opinión, para que éste vuelva a él, de otra mano, con otra fuerza, con otro color y otra concepción.

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