202 (Andrés Pérez)

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 “La utopía es el principio de todo progreso y el diseño de un futuro mejor”.
Anatole France (1844-1924)


Bolívar es un nombre escrito con mayúscula en las “gloriosas” páginas de la historia patria. Bolívar es un monumento que habita en los parques, sumiso ante el tiempo avasallante de este presente que derrumba el bosquejo de una independencia malograda desde su primer grito. Independencia, que por cosas del destino vio la luz en un pantano y en ese pantano se quedó estancada, moribunda, enlodazada; cada vez  que se dice con falso orgullo patrio en los altares del poder vasallo del colonialismo moderno: “Colombia independiente”. Mientras por debajo de la mesa el monigote de turno desangra la libertad del pueblo, la esencia de la patria independiente. 202 años de aquello, de aquel grito mudo y sin retumbo de un hombre solitario y soñador que valiente se abalanzó hacia el abismo de la nada, hacia la utopía de un conjunto de pueblos independientes formando una sola nación. El sueño del libertador. Bolívar también es un sueño y un pensamiento que está ahí yendo va más allá de su nombre en los anales de la historia y de una estatua de gloria en la que defecan las palomas, como diría Vallejo. Bolívar y su lucha están entre nosotros, seres cohibidos y reducidos por las maquinarias institucionales del poder moderno, sólo hace falta abrir los ojos, mirar la historia no contada, superar el pesimismo que nos carcome los pies para el avance, sólo hace falta hacer una pausa y lanzarse hacia la nada, hacia la utopía, porque de la nada viene lo real, lo concreto. Bolívar no fracasó en su lucha, quien lo hizo fue el pueblo que no pudo luchar por el sostenimiento de su independencia.

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