LA GRATIFERIA (Simón Ramírez)
Mi palabra es esquiva y ampulosa cuando sobre espacios como estos
intenta detener; no los alcanza lo suficiente pues aquellos la desbordan,
acuáticamente, en su simple linealidad. Sin embargo lo intentaré, como “vocero”
de la Grati; cabe agregar la salvedad sobre la experiencia en sentido
Foucaltiano (que deforma y estalla lo que soy), mis impresiones o intentos de
definiciones son necesariamente vagos, parciales: para definir la Gratiferia
tendría que hacerse un trabajo sensorial y de opinión con todos los que han
caído a ella, porque es colectiva, habla en sí misma, orgánicamente. Sin
megáfonos o mejor aún, cada lector tendría que ir…Parcharse.
Pero bueno…Formalmente:
La Gratiferia o la feria de
lo gratis (donde te llevas lo que necesitas y traes lo que a otros pueda servir
más), es una idea contracultural que
una vez, hace más o menos 3 años, alguien trajo a Girardota. Venía replicada de
Medellín (por primera vez en el “Carlos E”), que a su vez venía de otros
lugares y tiempos desconocidos (me imagino); no creo que muchos de los que han
contribuido en estos procesos sepan a quién y en qué lugar del mundo se le
ocurrió esta idea… Eso sería realmente innecesario, pedante y además contrario a
ciertos principios que para mí promulga la Gratiferia.
De manera superficial, es un
espacio donde se disponen de múltiples objetos en buen estado (feria), según el
ritmo de la misma gente, la cual en la medida que se va enterando de la
existencia de tal espacio, empiezan articulándose con su presencia o con
objetos.
Se diferencia del trueque y
del bazar, pues el primero establece una relación de valor equilibrado sobre un
marco específico (el cual al tender más por
lo “social-consensuado” que por lo valorativo del objeto, lleva a las pugnas de:
“esto vale más que aquello”), y al segundo le interesa la recaudación de
fondos. Es decir, aquí lo medible en términos de más o menos no importa. Bien
puede que usted lleve para poner en la “lona
de la Grati” toda la obra completa de Truman Capote, o de Albert Camus (en
edición bilingüe)… mientras para su casa usted se lleve una pera y una llave de
expansión o no se lleve nada.
A lo que le apunta en sí
misma y sin los matices de quienes la realizan, es a una pequeña reformulación
en las dinámicas de consumo y de interacción que hegemónicamente nos incitan
por diferentes medios; dicha interacción, por los objetos no se tiene,
“paradójicamente”, una valoración y a su vez se tiene una exagerada valoración
(un fetichismo absorbente): más claramente…Todo es desechable; pero todo es
“necesario” de obtener, imprescindible.
A su vez que permite el
espacio de vínculo y de interacción desde lo que “a otro le pueda servir más
que a mí”, conduce la durmiente solidaridad. Y es que la solidaridad, que se
pontifica desde estos mismos discursos, es una de estridentes regimientos, con flashes y de grandes exenciones
tributarias, a la municipalidad se le olvida a veces lo esencialmente humano que le pervive.
Coleteándole.
En este sentido, si se
quiere ver así, se enmarca dentro de las
dinámicas y experiencias de resistencia global (o de la llamada por algunos “alter
globalización”) por parte de sujetos diversos
que se posicionan crítica y sobretodo prácticamente ante una perspectiva global
de mundo, reduciéndolos a mero
consumidor-consumido, que los enajena con búsquedas banales, que los quiere
separados, profundamente lejanos, desde su cercanía cibernética…y métale
cuántos etcéteras quiera.
Aquí en Girardota se había
dejado de hacer por un tiempo, ya que quienes empezaron con la propuesta
desistieron de ella o la redujeron a un simple carácter exótico: no la hacían o
pasaban más de 6 meses sin hacerla. Fue por eso que yo, junto con otros
compañeros de municipalidad, decidimos sacar la vieja lona en la que habíamos
pintado una vez el letrero de la Gratiferia y abrir otra vez el espacio para el
encuentro, ahora sí, de manera
constante.
En eso estamos desde septiembre,
más o menos; ahora sí haciéndola cada primer domingo del mes, en el parque
principal. Pensábamos que dotarle de cierta regularidad permitiría a personas
sin acceso a internet (donde mayoritariamente se avisa) estuvieran pendientes y
fueran. Que la Gratiferia realmente se empezara a mezclar con las dinámicas
habituales de la gente.
Y es de esta forma en que
realmente nos hemos conocido como pueblo, algunos de los que no nos conocíamos,
después nos saludamos por ahí… las señoras traen las ropas de sus niños cuando
eran más pequeños, y se quedan a conversar un ratico; algunos “chirrincheros”
cogen pantalones, pero también libros; alguien trae unas frutas y se va; la
señora con su letrero de desplazada agarrando el buzo de lana; la chica
estrenando tacones que me pregunta si sí le quedan bonito; la pelea entre las
pretendientes del bolso dorado; … Todo lo múltiple y contradictorio que en
nosotros como organismo se puede ver claramente en la Grati, y sin moverse del
puesto.
En fin, el proceso de aclimatación ha sido
lento con algunos impedimentos institucionales (como es de esperar cuando destellos
de rebeldía surgen), o aguaceritos que nos hacen desistir; sin embargo, cada
mes se va volviendo más fructífero, cae más gente, nos prestan sonido y podemos
leer cosas, poner música… matizar. De a poco se han ido sumando iniciativas
culturales y contraculturales, desde aspectos como el teatro, la música, la
poesía, las artesanías, la cocina. Que es al final lo que transversaliza a la
Grati… Ésta como una excusa para la reunión y encuentro de nuestra generación,
tan desterritorializada: sin vínculo, ni asidero, ni lugar común.
Se extiende pues la
invitación a todos los internautas que no se (la) han encontrado, a que juntos
nutramos este espacio desde las posibilidades y expectativas de cada quien; que
nos bajemos de esos no-lugares comunes, en los que tanto nos gusta estar para
contar qué pasa en nosotros, mirarnos, tejer un rato, proponer lecturas, o quejas
municipales… qué sé yo. La Grati se construye entre todos.
Para terminar y romper esa palabra “formal”, con la que
construí el texto por cuestiones informativas (parroquiales), quisiera retomar
la vocería con una palabra más cercana a lo que realmente sucede en la Grati. Una
palabra más mía y de tantos. Menos “pedantegógica”.
Manifiesto de la Gratiferia Girardotana
El primer domingo de cada mes, solemos dar definiciones
someras y precisas, para que todos los habitantes sin importar sus libros
leídos o sus razones de parar en la lona a “curiosear”, puedan entender qué es
la Gratiferia. Algunos, si nos escuchan, asienten con interés y aceptación, por
más que entiendan lo que quieran entender, o nos suelten un buenísimo aforismo,
que al rato olvidaremos. A todo el mundo le decimos por igual, ya sea en el
grito o en el micrófono (si tenemos), que se acerquen, que bien puedan y se
arrimen con confianza, “la feria de lo gratis, señor”… “la feria de lo gratis
señora”… Y así, tantas otras estratagemas… Somos como mercaderes del-no-dinero,
para poder atraer sus mentes mercantiles… Y algunas llegan, y vuelven luego… o
algunas refunfuñan o se burlan, o se emputan porque se sienten inseguras; billete
en mano. Sin embargo, nos urge como pueblerinos subversivos que se reúnen no
solo a “farria” o hablar güevonadas: estallar, contar de una manera menos
volátil y fugaz esto que hoy nos reúne y que mañana puede desaparecer… por qué
hacer eso… qué es realmente eso.
Aquí algunas aproximaciones. Nunca acabadas. Cada uno que
llega a la Gratiferia puede hablar, tirar su versión del asunto:
-Nuestra propuesta es
agresiva y cercenanate por más que la presentemos colorida y cordial para-cada-persona-específica;
va directo a los axiomas fundantes y fundamentales de “nuestras sociedades”(que
cada vez tienden más a conjugarse en singular): al “toma y dame”, al “cuánto
por esto”, y sobre todo al de “mi plata
vale”, por solo nombrar algunos… Va a ellos para revolcarlos o al menos para
llenarlos de pesada sustancia viscosa y escurridiza: le importan las vigas y
andamios municipales, así ni se den por
enterados en su totalidad quienes los cargan, y se nos acercan. Puede ser que
nos queremos parecer a las palomas muy en lo profundo y sin saberlo: cagando
las altas cornisas, mirando desde las solidificadas estructuras su paso
acompasado y automático. Hasta por eso nos gustará el parque. Será.
-A la competencia
capitalista (deshilvanada en apariencia, que se representa básicamente en las
perspectivas de consumismo e individualización) oponemos los lazos de la
solidaridad popular, siempre en continuo proceso de construcción y
desmadejamiento, urgentes para nosotros. Nuestra función como jóvenes, en estos
tiempos insanos, curiosamente se encauza por un recordarles a los ahora
olvidadizos habitantes (algunos más aletargados que otros), aquello
irreductiblemente humano que aún pervive en ellos, en nosotros. Insistentes o
anacrónicamente utópicos creemos en vínculos más profundos que el dinero. La
Gratiferia es uno de estos vínculos.
-En nosotros la necesidad y
disfrute de la Grati no surge como una pontificación o búsqueda de beatitud;
ínfulas de desquiciados, tal vez a muchos de nosotros sí les gustaría
adjudicarse… tal vez sí se les hallen, como eco amplificado, tal vez .Pero de
todas formas es un desquicie radical… Primigenio… ante el fárrago de mierdas y
vanidades que nos asfixian.
Por eso, no nos vemos metidos
en sotanas o arengando lo “bueno que somos”, mientras nos toman la foto-campaña:
de estos hay muchos, pululan doquiera la mirada. No lo hacemos para que nos
miren, sino para mirar (nos). Nos sabemos fugaces, dispuestos y vitales; no
imprescindibles o únicos… así como se empezó a hacer casi 4 años por primera
vez acá, y nosotros la volvimos a sacar, esperamos que después sea abordada,
sostenida y disfrutada por otros espíritus inconformes.
-Nuestra propuesta oscila
entro lo político y lo poético, de su esencia y de quienes la componen. Si me volvieran
a preguntar, con la exigencia de la
síntesis diría Gramscianamente: “Contrahegemonía”, “que es Contrahegemonía”. Y digo que oscila (indecisa),
sin la imperiosa necesidad de definición, porque ambas en nosotros hablan de
una vitalidad, de una exigencia por
la acción. La pasividad que vemos en
estos cuerpos nuestros (por más que anden rompe-vientos en ruidosas motos, por
más que se aturdan en sobredosis de decibeles, por más que puedan estar en
todos los lugares y con todas las gentes a partir de unos pocos movimientos
dactilares)… nos enerva, nos abruma.
-Por todo lo anterior, y
mucho que faltaría y falta por decir en el proceso, nuestra negación es
militante, se inscribe en una larga y vigente tradición de inconformismos
estéticos y sociales; pero también económicos y políticos… Busca creación.
Salir con la lona es traducir o encauzar las peroratas que lanzamos, nuestros
incisivos o balbuceantes discursos (ya como certezas o intuiciones) en una proposición.
Proponemos. Ideologizamos, sí; dotamos también
de insospechados matices el parque y a su gente.
Promulgamos un tiempo
atravesado por manos estirándose, por unas palabras gráciles y sencillas,
cercanas a unos oídos apurados y vilipendiados en la exigencia del “te doy si
me das”. Lo promulgamos con el sol de la tarde en nuestras cabelleras
enmarañadas, con los gestos totales que invitan: abarcando pero sin acaparar.
Mirando fijo. Lo promulgamos matutino, aunque lo especifiquemos en “el primer
domingo de cada mes, desde las dos de la tarde; y sí, aquí mismo en el parque
de Girardota”.
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