LA FORMACIÓN DEL LECTOR (Andrés Pérez)
La metodología pedagógica
desarrollada en la formación ética de jóvenes y adultos, da señales de fracaso
en sus objetivos al proponer métodos
autoritarios que cohíben la
libertad y la capacidad interpretativa del individuo en formación, generando en
él un constante rechazo a estos métodos y como consecuencia una deficiente
formación ética. El escritor y catedrático español Alfonso López Quintas,
detecta en su artículo “El análisis
literario y su papel formativo”, las falencias en la metodología y propone
como una verdadera formación en cuestiones éticas, aquella que respeta la
libertad y otorga las pautas de interpretación necesarias para el
discernimiento y el conocimiento de las leyes que rigen el desarrollo de la
vida humana, a través de la lectura penetrante de obras literarias de calidad;
pero siempre y cuando estas sean abarcadas como ámbitos de realidad y no como objetos.
Para el catedrático la obra
literaria es una trama de ámbitos que describen una realidad y conllevan al
autor a entrar en juego con ésta realizando sus experiencias y no simplemente
limitándose a transmitirlas, así descubre su sentido mas hondo y empuja al
lector a sumergirse en ese juego, a reconocer esas experiencias y vivificarlas
como propias develando las intuiciones fundamentales y la génesis de la obra, bases prioritarias para la adecuada
interpretación. Además, hace hincapié en
la suma importancia de que el individuo
en formación reconozca el plano de realidad, en el que esta moviéndose,
requiriendo para este fin la flexibilidad mental necesaria adquirida por medio
de la lectura que insta a pasar de un nivel a otro de la realidad; viéndose reflejada
en el entreveramiento o conflictos de los ámbitos que trascienden las
relaciones individuales y sus propios problemas e integra diversos niveles de
rangos distintivos a la vez que invita a transcender los valores inmediatos,
reflejando las actitudes y los actos humanos. De allí, que todo en la literatura
no sea mera ficción. El argumento lo puede ser, mas no el tema; y el tema
determina los comportamientos y actitudes de los personajes, plasmados a través
de imágenes poéticas que vertebran la vida humana a partir de sus temas éticos,
con los cuales juega y hace jugar al intérprete dándose así su gran papel
formativo en las cuestiones éticas.
Por otro lado, toda obra literaria
de calidad plantea la invitación a la creatividad como fuente dinámica para el
desarrollo de la persona y sus pares. El autor de una obra gesta en su texto el
acto creador y el acto no creador, los contrapone, los enfrenta en equivalencia
de fuerzas, y ese enfrentamiento arroja el resultado positivo o negativo evidenciado
en el destino final de los personajes. El intérprete reconocerá ese resultado.
Y asume la importancia del valor creativo a partir de las posibilidades o la
complementariedad que le ofrecen los otros (entornos).
En cuanto a la parte
filosófica de toda obra, manifiesta en la articulación profunda de sus
conceptos, Alfonso López Quintas considera prioritario que el buen intérprete
reconozca desde sus pre-saberes esos conceptos, de esta forma comprenderá la
lógica que rige los procesos espirituales, en los cuales están enmarcados los
personajes y las tramas. De esos procesos espirituales se destacan el vértigo y
el éxtasis (el egoísmo o la generosidad), manifiestos en los sentimientos y
actitudes de los personajes, impulsados a actuar en pro de sí o de los demás.
Dos procesos espirituales que determinados por el encuentro creativo o el no
encuentro, lo no creativo, enriquecen o empobrecen las realidades de los
entornos y develan al lector intérprete los estragos que causa en la vida
humana la entrega al vértigo y lo gratificante del éxtasis; pero siempre y
cuando el intérprete sepa distinguir los diversos niveles de realidad, en los
cuales se está moviendo.
Por lo tanto, el análisis
literario juega un papel prioritario en la formación humanística del hombre en
el campo de la ética, brindándole las herramientas necesarias que le ayudarán a
profundizar más a la hora de abordar obras literarias de calidad. Es importante
resaltar referente a este aspecto de las obras literarias de calidad, que el señor
Quintas a lo largo de su argumentación enfatiza que toda literatura que sea
abordada como plan de estudio, debe ser de alta calidad estética. Así el autor
reconoce que no todo lo que se da a llamar literatura lleva por sí misma el
adjetivo de calidad. Algo parecido pero un poco diferente sostiene el profesor
Ricardo Senabre en su artículo “la
comunicación literaria”, en éste derrumba de entrada lo erróneo que es
agrupar bajo una sola categoría (literatura), una variedad de material escrito:
poemas, crónicas de suceso reales, relatos de ficción, meditaciones
espirituales, teatro, autobiografías e incluso cartas, constituyen un conjunto
heterogéneo, recubierto sin embargo, por un marbete unificador -literatura- que anula la diversidad real de los objetos
agrupados. De hecho, Senabre va más allá
al demostrar que la literatura no solo se concierne a la tinta en el papel,
sino que también puede ser lo no escrito, lo oral, lo verbal. Esta diferencia
de lo que es literatura y de lo que no lo es, está determinada, igual que en Quintas, por la estética, por la alta
dosis de calidad que el autor de una obra emplea.
El análisis literario profundo
revela esa estética, de cómo el autor al emplear elementos estéticos transgrede
las normas lingüísticas. Por otro lado, el análisis desmonta el mero
significado de los objetos; una perla es un mero objeto, pero este objeto
incrustado en determinado contexto adquiere un sentido que sobrepasa el
significado de éste. Aquí la estética esta ligada a ese entreveramiento de ámbitos.
Sin embargo, para que el análisis
se pueda dar con toda la profunda claridad y no con una confusa
superficialidad, ambos autores resaltan la importancia de uno de los elementos
primordiales de la comunicación literaria o el juego literario, el lector. Que posea
las herramientas fundamentales para llevarlo a cabo. Pero antes de empezar a
tratar lo del lector y sus bases fundamentales, en las que coinciden Senabre y Quintas, es prioritario resaltar la
diferencia que existe entre los dos respecto a lo que es la literatura. Para el
primero la literatura es un fenómeno de comunicación: una obra es un mensaje
verbal, que como cualquier tipo de mensaje, parte de un emisor- que en
literatura se conoce con el nombre especifico de autor- y se dirige a un
destinatario- lector u oyente- que lo recibe y los descifra. Pero no es
cualquier tipo de mensaje, es un mensaje estético. En cambio para el segundo la
literatura no es un medio para comunicar determinadas experiencias; es el medio,
en el cual realiza él mismo tales experiencias. Y esas experiencias propician
el juego con el lector quien las rehace personalmente. Pese a esta diferencia,
el hecho es que la comunicación literaria o el juego literario esta constituido
por los elementos emisor-receptor, autor-lector. El emisor-autor transmite ya
sea mensajes o sus experiencias y el receptor-lector los recibe y descifra. Ahora,
para el desciframiento el lector debe poseer, según Ricardo Senabre y Alfonso Quintas,
bases fundamentales, herramientas que le ayuden en esa tarea, en el primero de
los autores es fundamental que el lector comparta el mismo código del autor, el
código lingüístico y desde ese código reconstruir la ecuación que transgrede lo
idiomático. Sin embargo, el código lingüístico no basta en la mayoría de las
veces y resulta necesario para el lector compartir el contexto cultural, en el
cual esta inserto la obra para sobrepasar los significados parciales y atrapar
el sentido del conjunto. Alfonso Quintas, refiriéndose a un pasaje del “Mio cid” incrustado en un contexto cultural de
algunas regiones españolas, recalca la imposibilidad de comprensión que
poseería el lector que parte tan solo del código lingüístico y esta por fuera o
desconoce el contexto cultural del texto. Esto sería la razón básica de la
intraducibilidad radical del mensaje literario. Por otro lado, se exige por
parte del lector que éste reconozca el juego que plantea el autor, lo juegue y
a partir de este punto, teniendo como base la génesis de la obra, abarque los diversos
niveles de realidad, transcienda los valores inmediatos y atrape la lógica que
discurre entre las líneas y tejen la trama de los personajes. Pero para poder
atrapar la lógica que va ligada con la filosofía que el autor de la obra
plantea en su texto, el lector debe intuir la articulación profunda de los
conceptos y esto a partir de un conocimiento bien articulado de la temática
filosófica, no es posible, por ejemplo, percibir el sentido riguroso de la
obras pertenecientes a la literatura del absurdo- que van a contracorriente de
la normativa estética común y solo pueden ser comprendidas cabalmente a la luz
soterrada que las anima- si no se
acierta a precisar los diversos modos que hay de temporalidad y espacialidad.
No cabe duda de que para
ambos autores, el lector es al mismo tiempo el objeto de la literatura y el
sujeto del análisis literario, y como sujeto analítico que recibe el mensaje o
las experiencias del autor, se le debe exigir el desarrollo de sus capacidades
analíticas algo que solo puede obtener a partir de la lectura estudiosa de
obras de calidad, que deben partir desde los tempranos años de la educación
escolar.
Referencias:
-El
análisis literario y su papel formativo, Alfonso López Quintas http://www.hottopos.com/convenit/lq1.htm
-La
comunicación literaria, Ricardo Senabre http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtual/libros/literatura/lect_teoria_lit_i/comunicacion_literaria.htm
-
la manipulación del hombre a través del lenguaje, Alfonso López Quintas http://www.pensamientocritico.org/alflop0404.htm
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