PORTADA-DIMENSIÓN 23, noviembre de 2013

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“No existe pasión más poderosa que la pasión de la pereza”.
Samuel Beckett

DIMENSIÓN 23

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EL CUERPO COMO EXPRESIÓN DE RE-EXISTENCIA (RH)

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EXTRODUCCIÓN 09


El poder ejercido por los organismos de control social sobre el cuerpo del ciudadano es cada vez de mayor proporción. Determinar de antemano lo que es un cuerpo, lo que éste puede hacer y expresar, es el objetivo primordial de las instituciones, que ya no solamente controlan las decisiones de los individuos; sino que además moldean las sensaciones y las emociones de éstos a partir de la codificación de normas de conducta, las cuales van más allá del comportamiento ético que el ciudadano debe asumir ante la sociedad. Normas que pasan a dirigir la integración de los individuos en los espacios tanto públicos como privados para el debido funcionamiento de un sistema que considera el cuerpo humano como un objeto más del espacio, un objeto maleable, dócil, desechable y vulnerable al crecimiento, al cambio de ritmos o transmutación de los lugares.
Semejante proceso de integración, o más bien de reducción del cuerpo a la lógica espacial, pone en movimiento todos los engranajes del sistema a través de la maquinaria de las instituciones (la familia, la escuela, la universidad, el trabajo y la religión). Reeducan el cuerpo, lo rehacen de nuevo para purgarlo del “salvajismo”, del primitivismo, de los instintos naturales, de lo sublime, de la expresión espontánea de su géstica que catalogan de indómita y antisocial, de lo que bulle dentro de sí y reclama libertad. Una vez libre de esto, de su verdadera expresión, se le rellena con una especie de catálogos de expresiones repetitivas, homogenizadas y toleradas (para el sistema) que van llevando al hastío, al desasosiego y al maquinismo del movimiento en el cuerpo del individuo. La herramienta más utilizada para este fin es la persuasión, claro está sin dejar de omitir el castigo, el miedo y el sometimiento empleado en los casos que sea necesario por los agentes corregidores del orden, que ya no son del orden social, sino del orden corporal. Esta persuasión se hace de forma incesante a través de los medios masivos de comunicación que nos venden no solamente productos, sino también formas corporales, lo que debe o no debe sentir un cuerpo en determinadas situaciones, en fin nos venden estilos de vida, de corporalidad y de expresión. El cuerpo como un producto. Se refuerza lo anterior con la creación de un calendario repetitivo, el cual nos dice constantemente que el fin de semana es para el cuerpo fiestero, desorganizado en la medida de lo tolerado por los agentes, mientras el resto de la semana es para trabajar, habitar el cuerpo organizado y funcional en pro de una actividad fructífera. Una maquinaria que nos dice que cada cosa tiene su lugar, que en el trabajo no se baila ni se juega, que en los conciertos no son para estar estático, inexpresivo (otra forma de expresión); que la vida exige un cuerpo acelerado, activo y proactivo. Que lo lento no sirve, que lo imperfecto es desechable. Que la antiforma es errónea, que habitar lo desconocido es estúpido.
Por lo tanto, el mayor producto que nos ofrece la postmodernidad, es el cuerpo alienado, reducido a su mínima expresión, absorbido, engullido, aplastado, maniatado por la lógica del espacio que determina los comportamientos corporales de los individuos en dichos lugares. Y mientras se coacciona la expresividad del individuo, se va canalizando su energía creadora por medio de distracciones o en la fomentación de actos violentos como punto de fuga de esta energía, para que no sea empleada en actos creadores, en gritos de vida.
Ante este desconcertante panorama, utilizo el arte y más precisamente el Arte Teatral, el cual tiene en uno de sus elementos primordiales el trabajo sobre el cuerpo, como mecanismo de resistencia y re-existencia.  Pero cuando hablo de Arte no me estoy refiriendo a los procesos artísticos ligados al sistema, y que en manos de él nos es más que una herramienta útil a la hora de introducir la persuasión y establecer sus valores. También cuando hablo de Teatro, me refiero a un modo de hacerlo que se mantiene al margen -mas no es marginal- de las convenciones teatrales tradicionales y que rompe con todos sus esquemas. De hecho, no sé si debería llamarle Teatro. El caso es que este Arte del cuerpo indaga por la total expresividad corporal, desliga al espectador de su papel pasivo, lo convierte en un elemento activo y proactivo intelectual y corporalmente.
Augusto Boal (teórico y dramaturgo Brasileño) desarrolla esta forma de Teatro al darle al espe-actor una conciencia sobre el cuerpo y sus hábitos. Mientras tanto Antonin Artaud planteó el cuerpo sin órganos, que indaga en lo profundo de Sí, en sus orígenes ancestrales, para encontrar la expresividad de un cuerpo no ligada a ninguna forma ni forzada en la interpretación de un personaje. Y en lo que hoy llamamos Performance, desde una experiencia personal se cuestiona diferentes aspectos de la sociedad, siendo uno de ellos lo corporal y la represión que padece.
Todos estos diferentes modos de trabajar lo artístico, nacen ante la necesidad de indagar lo desconocido, lo otro, la no forma, la deconstrucción de la lógica  para llegar al redescubrimiento del cuerpo y de lo que puede éste hacer. Es una reconstrucción de los ritmos,  las sensaciones y emociones de lo corporal que vuelve a tener la capacidad de sentir, de ser sensible, de re-existir, de volver a vivir, y de hacer de su vida una obra de arte, un acto de vida desde el cual, se resiste.

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TODAS LAS TARDES, IGUAL (Johnny C.)

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La casa está en silencio, doña Aurora debe estar tomando su pequeña siesta. No puedo recordar o sentir como mío el pasado que este corredor me guarda todas las tardes; hace años que tiene la misma distribución, el mismo color de paredes y la terca y empecinada posición de las materas en el patio. Es una tarde como cualquiera, un poco fría ya que empieza a regarse la noche en el horizonte, y allá abajo; en la solitaria sala, el reloj de péndulo le marca los segundos al silencio de la casa, a mí, que estoy aquí, un poco más viejo, inútil; tal vez melancólico. Me puedo ver entre las materas jugando, persiguiendo las abejas, las moscas y las mariposas para tener el placer de alimentar al pájaro, que no puede hacer más que revolotear en su triste jaula dorada. Todas las tardes. Igual. Sin poder evitar o sorprender al pasado. Saberlo como una ráfaga de aire que atropelladamente se bate en el interior de la casa, y descubre cuerpos, formas, pensamientos y situaciones como lo haría el soplido de un niño, que encuentra un baúl viejo entre los enceres abandonados en el altillo de la casa. La decepción de no encontrar nada valioso, es la misma que siento ahora.
Con el propósito, quizá mentiroso de visitar a la vieja estoy aquí. Cada tarde, mientras el tiempo lo permita, porque no veo una obligación, porque he comprendido su muerte mucho antes que ella misma. Incluso y tal vez la verdadera razón sea… sean las imágenes, el silencio; el desatinado interés por saber que todo continúa igual. Igual al tiempo en el que un mocoso y torpe chiquilín montado sobre un triciclo, se lanzaba desde la parte alta del pasillo una y otra vez, sin permiso, sin agotamiento; por lo menos hasta que en una terminaba contra las materas haciendo un daño o haciéndoselo a él mismo. Tal vez, en el que ya crecido, guiaba la mano temblorosa de Clarita por la penumbra del pasillo hasta su habitación, en busca del primer contacto, de la primera vergüenza o satisfacción. Luego, están los traspiés, el tanteo en la oscuridad cenagosa después de permanecer hasta altas horas de la noche en las cantinas atiborrándose de cerveza, humo y desolación; entre peleas y gritos; entre ideales vacíos e insulsos, agrandándose la falta de una compañía femenina y odiándose, culpando a otros; inventando sobre la bruma y los espejismos maneras esporádicas o justificaciones para continuar y soportar el sinsentido de la existencia.
Después o durante, está el tiempo del viejo. Alto, parco, duro de facciones y actos. Castigando por cualquier niñería. Desde aquí se lo podía observar, empecinado en hacer andar de nuevo, en arreglar o restaurar cuanta cosa lo necesitara o no. Con paciencia, sin camisa; desde aquí hasta su pequeña sala taller. Haciendo preguntas, mostrando las herramientas,  enseñándolas a utilizar correctamente; siempre con la premisa de que el problema del mundo radica en no saber cómo funciona; y lo que sería doblemente peor: saberlo e ignorarlo. El viejo, siempre fue el viejo, nunca una gota de alcohol o una historia mal habida; un golpe a su mujer o a sus hijos, por lo menos cuando no lo merecían. Con esa pequeña sonrisa única para todo, desde responder los saludos de los conocidos en la calle, las buenas o malas notas del colegio o los problemas cotidianos de la vida familiar.
Sé de mi recuerdo, de mi comprensión; incluso del orgullo que podría llegar a sentir a pesar de su fría e inexpresiva presencia, de sus palabras vacías de emoción; porque su objetivo jamás fue el cariño u odio que cualquiera de nosotros podía profesarle; porque su idea por lo menos para lo que llevara el rótulo de su familia, era la idealización de su persona, la correcta forma del individuo sobre la farsa y la irresponsabilidad corruptoras de la sociedad. Puedo comprender todo eso, el deterioro, la abstracción; la conclusión inevitable del fracaso que pudo o no llevarlo a la muerte.
Ahora, aparece Ramón, se limpia los zapatos en el felpudo y deja los paquetes que trae a un lado del perchero en el que cuelga su abrigo. Me ve, hace un gesto con la cabeza y luego mira el reloj de la sala. Camina hasta donde estoy.
.¿Qué hay Luis? ¿Y mamá?
-Dormida… supongo.
-¿Cómo, no sabés dónde está? –bufa y luego suspira.
-¿Querés un café? –me pregunta. –No- le respondo.
Se sienta en la silla que esta a mi lado y me ofrece un cigarrillo con falso interés. No se lo acepto. -¿qué has pensado sobre lo que te conté de mamá?- me pregunta, mientras se levanta y va en busca de un cenicero al comedor. Dejo, que el propio eco de sus pasos sobre el corredor le responda. Miro las matas de mamá que reciben de nuevo, cansinamente, más lluvia. Me digo, que es una tontería y una estupidez hacer algo; recriminar, actuar en defensa de eso que ya no puedo cambiar. Ramón, regresa y se sienta a mi lado de nuevo, deposita el cenicero en el brazo derecho de la silla; observa también sin interés, sin expresión la lluvia menuda que cae sobre el suelo del patio.
-Entonces ¿qué has pensado sobre el problema que hay con mamá? –pregunta de nuevo, esta vez con un talante serio, casi preparado para la ocasión.
-El problema con mamá, es que está vieja, y por lo general la gente vieja es un problema para sí misma y para la gente que dice o está segura de rodearla.
-No jodas Luis, mirá que estás hablando de mamá.
-Por eso. De una vieja. –Ramón me mira esta vez con lo que podría ser una expresión de verdadera sorpresa, de asco naciente o renovado.
-No sé, en lo que realmente estés pensando; pero a mí, se me hace muy peligroso que mamá le ande abriendo la puerta y dejando entrar a la casa a todo el mundo, a todos los limosneros que se aprovechan de que está vieja y sonsa para robarle, quitarle lo poco que tiene. Explotan su estado. No te digo que hace unos días había como cuatro de estas personas esperando a que ella abriera para que les diera algo. Es inaudito viejo, no puedo creer el grado de cinismo que esta gente puede llegar a tener.
-Si querés, le mandamos a instalar una ventanita igual a la de las licoreras. Así no tiene que abrir la puerta y puede seguir practicando la caridad que tanto le gusta, sólo que por ventanilla.
-¿Vos estás hablando en serio Luis? No jodás hombre ¿No te parece un problema grave?
-No. Si mamá quiere regalar sopas, dinero, trastos viejos, joyas o cualquier otra cosa que a “esa gente” como la llamás vos le hace falta, me tiene sin cuidado. ¿Por qué habría de importarme eso? ¡Ah! DECIME.
- No es eso Luis –me dice luego de aplastar el cigarrillo en el cenicero- Esta bien que haga su obra de caridad. Yo me refiero al potencial peligro que representa ese alguien al verla sola e incapaz de cualquier defensa. Porque se me hace imposible que no pensés en el riesgo  que se corre dejándola a merced de todo eso. Además, si quiere hacer caridad, que la haga en la iglesia. Total es su dinero y voluntad.
-Sabés qué Ramón –le digo, mientras enciendo un cigarrillo- Deja de ser pendejo, prefiero que le entregue lo que quiera a cualquier persona en vez de un cura. Sabrá su dios qué hace con todo eso. -Ramón se queda callado con la cara arrugada de enojo, cruza las piernas y empieza a sacudir el zapato, ha dejado de llover y he decidido que entiendo al viejo completamente. Que nada importa.
-¿Y la familia? ¿Cómo está Inés? ¿Alejandra? ¿Juanchito? Hace rato que no veo al muchacho.
-Bien. Creo. –No puede darse por enterado o es incapaz de entender que lo sé y estoy sentado junto a él. Que no me importa estar junto al tipo que se acuesta con mi esposa. Mi hermano, el tipo junto al que crecí, con el que tal vez tengo mayor entendimiento; al que podría considerar el más cercano a un amigo. Si es que eso existe. No puedo evitar el por qué, no me importa, pero necesito de alguna forma saberlo. No por una falsa intención de perdón u olvido, no porque quiera demostrarle un dolor; hacerlo asumir el papel de error. –Supongo que los niños están bien. No soy un buen padre. Me dedico a que desde ya empiecen a olvidarme progresivamente y así cuando ya no esté, ni se den cuenta, ni se enteren que tuvieron a alguien a quien pudieran considerar como una persona cercana e influyente. En cuanto a Inés, ha sabido ser una buena mujer y lo que podría juzgar como una buena esposa. Aún me sorprende su energía y entrega para con los hijos, los asuntos familiares, su trabajo y su amante. –Ramón, no hace más que contener la respiración y cerrar los párpados  por algunos segundos. Enciende otro cigarrillo y exhala ruidosamente el humo deshaciéndose o preparándose para algo.
-¿Estás seguro de eso que me estás diciendo?
-No, no sé exactamente qué piensan mis hijos de mí. –Le digo mirándolo a los ojos, disfrutando por primera vez de su sorpresa, de su taciturno miedo. –Decime, ¿Sabe Gloria que la engañas? No, no creo. Conociendo lo escandalosa que es tu esposa ya habría hecho algo y más cuando es con Inés. –Ramón permanece en silencio, mira las baldosas del suelo sin parpadear. No puedo aceptar que se sienta tan perplejo por una acción que seguramente llevó a cabo con gusto y sorna.
-Mierda… Luis… No sabes… lo mucho… que… no tengo palabras; pero siempre percibí que este momento llegaría y que tarde o temprano tendría que afrontarlo… ¿Te contó ella? No voy a tratar de explicarme, ni siquiera de defenderme.
-Me lo pudo haber contado ella o simplemente lo intuía; tal vez los vi saliendo juntos de un café o entrando a un hotel. No sé; pero tus palabras no hacen más que confirmar… Te acordás de la tarde en que papá decidió perpetuar su silencio, de la tarde en que vos y yo, allá en el patio de atrás haciendo no sé qué; oímos la escopeta y supimos de inmediato que era la de él, porque él mismo nos había enseñado a dispararla y al mismo tiempo nos tenía terminantemente prohibido siquiera tocarla. No sabes el número de veces que entré a su pequeño taller y lo sorprendí mirándola fijamente, como se mira a una novia, o un contrincante a muerte. Te acordás que corrimos inmediatamente después del fogonazo y un par de tíos que estaban en ese momento no nos dejaron entrar, queriendo mantenernos lo más lejos posible del cuarto ese. Pero sin importar eso, tanto vos como yo, sabíamos lo que había pasado. Te acordás también de las recriminaciones posteriores, de las preguntas sobre el por qué lo había hecho; del sentimiento total de apatía y negación en contra de él… Ahora lo entiendo, incluso puedo perdonarlo. Porque él, tal vez o no, entendió que nada tiene sentido, que ningún esfuerzo vale la pena a pesar de que intentes o quieras hacer lo mejor… Me tengo que ir viejo. Despedíte de mamá por mí… Sabes qué, mejor no le digas que estuve aquí y conversamos…

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TÚNEL GALÁCTICO (Violeta)

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Las galaxias ese día estaban un poco revueltas, un poco melancólicas, un poco moradas. Era ella, que a su paso cada estrella que tocaba se desordenaba, ¡Enloquecía! Aunque la singular chica no se percataba de ello, poco a poco desmoronaba galaxias. Aquella noche ella como de costumbre pasaba a beberse la vida trago a trago y encontró algo raro en aquel lugar, ese lugar donde iban a morir las esperanzas, ella lo vio, lo recordó, lo saboreó y lo trajo hacía sí. Poco a poco se introdujo en su túnel galáctico convirtiendo su ser  en una pequeña estrella. Aquella que enloquecería con solo ser tocada por él.

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DEVANEOS DE LA NOCHE PRECEDENTE A UN COLAPSO VESPERTINO (Mb-6v!)

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Puede ser este el mejor momento para maldecir, pero no me atrevo, tengo más sueño que hambre y alguna cosa espera ser emprendida con el carácter de importante, ir al baño quizás o beber una taza intelectual. A veces prefiero no dormir, he llegado a durar hasta 6 días en trajines públicos, con personas que superan en unas cuantas unidades lo permitido por sus cabezas y terminan en algún acogedor drenaje. Pero hoy tengo sueño y repito, no quiero maldecir. He resistido tanto como para perder una importante parte de la vida. Soy una máquina de orina, fabrico un mililitro por minuto de vida perdido y cuando la gano, ahorro esfuerzos para otras fuentes líquidas. Me gusta eyectar setenta mililitros de sangre por minuto desde mi ventrículo izquierdo, despertarme con la glucosa en ochenta y uno, respirar diecisiete veces por minuto, temblar a falta de dopamina, medicarme con agua e intoxicarme con neurotransmisores que atormentan mi conducta, ya lo ven, el sueño me hace pensar cosas, como mover mi mano con un pensamiento en cero coma cero cero ocho segundos, secretar melatonina a causa de la luz que veo, transportar mil doscientas millones de moléculas de oxígeno en un eritrocito; me gusta estar a treinta y siete coma tres grados centígrados en mi estado más lúcido, tener un pH de siete coma treinta y nueve, treinta y seis litros de agua en mi cuerpo, parpadear dieciséis mil trecientos veintiocho veces al día, dar ocho mil trecientos veinticinco pasos cotidianos, un gasto calórico total de dos mil cuarenta y seis calorías y dormir nada. Quizás no duerma por maldecir tanto las palabras, que a propósito digo al día nueve mil ochocientas diez y siete en promedio, por tenerme atado al destino de ser noctambulo “cuentista”.

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MECENAS DEL GUIONISTA (Don colombiano)

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Hace poco vino a visitarme uno de mis queridos sobrinos, el que sacó los genes defectuosos de la familia porque se las da de escritor y aspira a la bagatela de ser Artista. Y para colmo de males en su aspiración le debía ayudar Yo, su tío Don Colombiano, quien tiene tanto reconocimiento e influencias en las altas esferas, según dijo el muchacho. A modo de respuesta a su petición y queriendo bajarlo de la nube en la que gravitaba le respondí: “dedíquese a otra cosa, porque de la escritura solo puede sobrevivir si tiene el talante de los maestros Paulo Coelho, Walter Riso, Og Mandino, Papa Jaime o el Padre Alberto Linero, grandes pensadores del siglo XX dignos de ser leídos y empotrados en el panteón de las letras; algo que es imposible para usted  porque le falta lo más importante, sabiduría, eso se adquiere con el paso del tiempo y el buen vivir”. Al instante cayó de la nube cuál pájaro fulminado por un rayo, no obstante no quise dejarlo en semejante estado y le ofrecí otra opción a la conquista de su pobre sueño. También puede escribir guiones para las televisoras nacionales y quizás las internacionales. La industria televisiva permite un rápido ascenso en su jerarquía y además garantiza la prosperidad multimillonaria, y tal vez en menos de lo que canta un gallo esté pisando Hollywood. El joven no pudo ocultar el entusiasmo que embargó su rostro y con una inmensa sonrisa en su carita pecosa dijo: “¿Tío, podes hablar con los del canal?” Y así fue, a los tres días estuve charlando un buen rato con el presidente de ambos canales y a las pocas horas le confirmaba a mi sobrino la buena noticia: adelante  con el guión. A los pocos minutos el muy arrastrado se presentaba en mi casa para que le ayudara a escribir el susodicho guión. Cómo decirle que no

Empezamos por revisar la parrilla de la televisora y encontramos que las telenovelas son lo más ofrecido, después vienen los Realities, concursos millonarios y magazines, y por último películas repetidas hasta el infinito. Así que, debíamos escribir la historia de una nueva telenovela; pero evitando los lugares comunes para hacerla diferente y atractiva. De entrada descartamos el melodramático esquema de La Cenicienta, La Dama y el Vagabundo, La bella y la Bestia, Tío Rico, entre otros. No queríamos escribir una telenovela, en la cual la niña pobre se enamora del niño rico y al final terminan felices, o del hombre salvaje y de la recatada dama que termina domesticando al salvaje. Pero no se nos ocurría nada diferente. Existía la posibilidad del género Narco-novela muy atractiva en estos días de tanta sequía escarlata y cuyo formato ayudan a dignificar figuras históricas del Narco y empotrar los valores del polvo blanco en la sociedad moderna. Dicho género seducía, podría hacerse la historia del Cartel de Cali, extrañamente nadie lo ha hecho. Enseguida noté el peligro de dicha empresa y la descarté. Quedaban los Realities y la Novela-Estatal. En cuanto a la Novela-Estatal, del estilo hombres de acero, corazones valientes, tropa elite, permitían dejar bien en alto el nombre de las autoridades militares y policiacas del país, y eso sin mencionar el jugoso patrocinio que da el Ministerio de Defensa por dichas producciones. Entonces dije a modo de título: “los héroes si existen”. Y el sobrino, en su mayor estupidez agrego: “falsos positivos”. Ya que había abierto la boca en todo el día quise saber qué opinaba sobre los Realities. El idiota se inspiró, soltó la idea de un Reality en el que estuvieran encerrados en una casa con todas las comodidades posibles, desmovilizados de las FARC y AUC, en una convivencia que generaría tensiones, revelaría secretos nacionales, y creación de romances que mantendrían a la gente conectada al televisor, con el agregado que se permitirá el comodín de la violencia, factor primordial para atrapar audiencia. El ganador del programa, elegido democráticamente por el pueblo, se convertiría en el próximo presidente del país. Era una buena idea y la escribió tal cual. Al final del día, fatigados de tanto pensar y después de tomarnos un tinto que sirvió la muchacha de servicio, terminamos enviando tres guiones, el melodrama En Busca del Amor Perdido, a petición de la sirvienta, quien además regaló la idea. La novela-estatal Alvarón: Héroe de la Patria (idea de su servidor, Don Colombiano) y el Reality Show contienda presidencial. A los pocos días el canal RCV confirmó el visto bueno a los tres proyectos y su respectiva producción. Ahora sólo esperamos que nos paguen y nos den la fama que se robaron.

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EL ÁTICO (Psyquest)

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Existe un lugar de la casa llamado el ático. Todas las casas tienen un ático –dependiendo de la cultura su nombre variará- Es el lugar donde suelen ser archivados diversos objetos, de todos los tamaños, colores y valor, que dejados al polvo, quizá por un tiempo, o quizá para siempre, se libran de ellos porque están averiados o simplemente ya no son prioritarios. Esos objetos hablan de nosotros, de lo que fuimos o también de lo que quisimos ser: un balón de fútbol, un pincel, un libro o una guitarra, todo puede ir a parar en él. Además de ese, existe un ático personal que todos tenemos, y lo llevamos a todas partes ¿Qué es lo que se guarda en él? Para relatarlo debo contarte que ocurren ciertos días que te despiertas soñando acerca de la existencia de una realidad, una realidad colorida,  abierta y sedienta de ser pintada por tus palabras, la cual te invita todos los días a aventurarte.  Pero de algún modo te niegas, es que quizás algo te frena. Y sueles decir: “es que el tiempo pasa tan rápido”. Buscas cien respuestas, y después terminas con mil excusas. Es lo único que te preocupa, y luego te conforma. También recuerdas en ese despertar un mar de ideas y
  pensamientos en vilo para olear, acompañada de un cielo que quieres volar; sabes que lo quieres explorar, deseas enloquecer en él, sentir las súbitas cachetadas del viento y gritarle al vasto firmamento todo lo que amas y detestas de la vida. Tal vez una vez, tal vez dos veces. Tal vez mil veces, o hasta que tu garganta dé ¿Por qué no? Ahí es cuando te das cuenta que quisieras explorar con tu imaginación el universo, quisieras vivir con la verdad. Quisieras dejar de ser un reo por primera vez en tu vida y salir de esta maldita cárcel que te cierra las salidas, esta estúpida burbuja que a diario te comprime y que te priva de ser cacheteado por el viento; y terminas por ser golpeado con el inerte hierro de la insípida realidad, con heridas tan inmensas hechas de herraduras fundidas en mil lamentos, éstas que al compás marcan mecánicamente tus pensamientos confusos y sin procesar, ocupando un importante lugar en tu cabeza; en ese inmenso ático que de ocaso en ocaso, de grano en grano se ha muy pronto de empolvar.
Ese es el ático, el cual puede ser el cementerio de tus anhelos, que en nubarrones de polvo cobijará lo que en algún momento serán tus sueños. Así que, ya sabemos que ese ático estará siempre ahí, y que recordaremos en aquellos matutinos despertares ¿Y qué se guardará en él? Pues, cada uno lo decidirá, porque hasta este mismo escrito, también puede al ático ir a parar.

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MAESTRO DE LIBERTAD (Urraca)

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Me encuentro en una playa
en la que el viento seduce mis oídos,
y la arena complace mis
desnudos pasos.

Escucho desde aquí el bramar
vociferante del mar.
Ecos perdidos en su inmensidad,
incrustados en viajeras botellas.

Unas tremendas olas sucesivas
sobresaltan mi existencia,
haciéndola aún más inexistente,
más roja de atardecer.

Una esencia distinta me salpica
los pies desde la orilla.
Un devenir oculto en aguas y
espuma tan clara.


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AMNESIA PERO NO OLVIDO, MAGIA PARA DUMMIES (Mb-6v!)

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Olvidó, en un instante, regresar a la forma normal de su cuerpo, ahora sin magia, rompería absolutos espejos y con los cristales destrozados ha de cegar el mundo.

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CONTRAPORTADA 11

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