PORTADA-DIMENSIÓN 18, junio de 2013

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“No pienses con palabras, es mejor que procures ver la imagen”.
Jack Kerouac

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EL RESGUARDO DEL SILENCIO (Johnny C.)

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EXTRODUCCIÓN 04




En esta ocasión, debo decir que con sorpresa o sin ella, llevar a cabo alguna idea para esta sección de revista Dimensiones me fue prácticamente imposible; ya sea porque estaba muy ocupado o porque ninguna idea maduró lo suficiente como para poder extraer algo. Conmigo es interesante eso de que con presión y tema, simplemente haga que me bloquee y termine en el recurrente infierno blanco; a veces manchado de tinta por todos lados, porque cuando no puedo escribir, me da por jugar con la barra de tinta de los kilométricos y termino como un niño pequeño con tinta hasta en los dientes. Es un mal hábito, lo sé; la verdad no he podido superarlo, ni siquiera con aquello del horrible sabor que tiene la tinta.

Entonces básicamente estaba jodido y empecé a pensar en pedir algo de ayuda, que caía como del cielo o más bien tocaba mi puerta. Resulta que hace un tiempo había quedado de prestar algunos libros a hnz51 y ahora tenía al tipo frente a mí y mi problema de páginas blancas. Pensé que tal vez, él podría ayudarme con eso. Nada que la noche, una ollada de tinto y un paquete de pielroja no pueda solucionar. Pero que va. 51, lo único que hizo fue sentarse, subir los zapatos sobre mi escritorio y encender un cigarrillo. Escuchó mi inconveniente en completo silencio mientras el cigarrillo se quemaba en sus labios. No suscitó palabra alguna, luego se levantó y localizó cualquier emisora de jazz por internet y regresó a su asiento, volvió a subir los pies sobre la mesa y se arrellanó aún más; de nuevo sin decir palabra alguna.

Relativamente hace poco que conozco a 51, algo más de un año, no conversamos mucho porque el tipo es más bien parco y prefiere el resguardo del silencio. Encendí un cigarrillo y mandé a la mierda las esperanzas de una ayuda. En ese momento recordé que él es básicamente uno de los pilares de esta iniciativa. Me sentí un completo imbécil, como cualquier obrero que pide inútilmente ayuda a su jefe. Aunque, él es un buen “jefe”, jamás se le ve; pero uno sabe que anda por ahí.

51, tomó la cafetera y se sirvió algo de café en un pocillo sucio que había sobre la mesa y encendió otro cigarrillo, luego me dijo:

-Trascender con la escritura, saber escribir no significa nada o sirve de muy poco. La escritura se ha quedado atrás con respecto a otras propuestas como el cine, la pintura o la fotografía; por el simple hecho de que el lenguaje es un método inservible para traducir los pensamientos o ideas, simplemente se queda corto compañero.
Yo miré sus zapatos impunemente sobre mi escritorio, su cuerpo retorcido en esa v, su mirada perdida en el techo. Cuando se está junto a 51, la realidad empieza a tornarse azul, a trasmutar en una pantalla de humo que se devora todo, menos el silencio. Le dije que la ventaja que tiene la literatura, es la misma de la música. Él me miró tal vez ya sabiendo la respuesta o previendo lo que yo le iba a decir.

-El poder de hacer imaginar –le dije- por la pequeña sonrisa en su rostro me pude dar cuenta de que eso era justo lo que estaba pensando.
-¿Sabes cuál es el problema con esa idea? –Dijo 51-  puede que haya razón en eso; pero lo que yo quiero subrayar es la manera como  siempre, cualquiera que escriba se ve obligado a mutilar sus ideas por medio del lenguaje. Te digo que éste no alcanza para satisfacer la necesidad de expresión hablada o escrita, es indistinto. En cambio en el cine o la pintura, un sólo fotograma o lienzo puede representar más exactamente el sentimiento, la idea imaginada, la imagen preconcebida.

-Eso está bien, incluso entendible y por qué no compartible. – Le dije- pero estás dejando de lado la importancia del poder de la imaginación. Como te decía. Una sola novela, un solo cuento puede ser imaginado un sinnúmero de veces por los diferentes lectores. Haciendo de éstas un sinfín de novelas y cuentos, a pesar de ser el mismo cuento o la misma novela; igual a tu imagen que puede representar también un número infinito de películas.

Dicho esto, bajó los pies del escritorio y esculcó en los bolsillos de su pantalón, entonces arrojó sobre la mesa una hoja doblada como en cuatro pliegues. Encendió otro cigarrillo y me dijo.

-Eso es con lo único que te puedo ayudar, son unos tontos versos que estuve garabateando esta tarde. No sé qué significan, tal vez no tengan significado alguno. Total, decime cómo hace uno para traducir de verdad y fielmente aquello en lo que se está pensando… No me importa para qué los utilices, si es que eso te pueda ayudar en algo. 

Entonces simplemente se levantó, hurgó en mi biblioteca y se llevó un par de libros.

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CREENCIA EN LA MISMA IDEA (Urraca)

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 Cuando se desea entender a un hombre, la vida de un hombre, se procura ante todo, averiguar cuáles son sus ideas. “Ideas de un hombre”: con esta expresión podemos referirnos a un sin número de cosas muy diferentes. Por ejemplo, los pensamientos que se dan ante él acerca de una cosa o de la otra, los que se le ocurren al prójimo y él adopta (conciente o inconscientemente),  posteriormente estos se repiten en su comportamiento.

Estos pensamientos pueden poseer diferentes escalones, grados o definiciones de verdad. Este fruto de tan “predilectas verdades” nacen de la vertiente hallada en la idea misma y encuentran dentro de sí, una incomparable vía de realización hacia la definición del hombre, como ser único e indispensable dentro de la naturaleza y vida misma en cualquier tipo de hábitat o grupo social.

No hay vida humana que no esté constituida por ciertas creencias básicas. En cualquier momento de la vida misma, el hombre tiene que luchar con algo –consigo o contra el mundo mismo-. Sin embargo, ese mundo y ese “sí mismo” con el que el hombre se encuentra, aparecen ya ante él bajo la especie de una interpretación de “ideas” sobre el mundo y sobre sí mismo.

Estas ideas básicas, -que alguna vez se convierte en creencia- no surgen en un momento preciso o definido de nuestra vida, no llegamos a ellas por un acto particular de pensar o deducir; es decir, no son pensamientos precisos u ocurrencias que se logran en ocasiones por medio de una secuencia lógica, a la cual la psicología define como razonamiento.

Todo lo contrario: estas ideas o creencias constituyen el norte de nuestra vida, y por eso cada una de éstas son únicas, tienen un carácter preciso y particular, cada una en sí misma y en relación con el hombre. Cabe resaltar que, no son ideas que tenemos o se nos ocurren, sino ideas que somos.
Cuando una idea misma, toma forma y fuerza al punto de convertirse en creencia, refuerza el concepto de “idea que somos”. Incluso en ocasiones, llegando a este punto, se confunde para nosotros dicha creencia con la realidad misma, se convierte en nuestro mundo y en parte de nuestro ser, y por lo tanto pierden totalmente el carácter de ideas o pensamientos nuestros y que posiblemente podrían muy bien, no habérsenos ocurrido.

Cuando se ha caido en cuenta sobre la diferencia existente entre idea y creencia, aparece entonces claramente, el diverso e importante papel que cada una de éstas desarrolla en nuestra vida. Con las creencias propiamente no hacemos nada, sino que estamos en ellas. Caso omiso, ocurre con las ideas, las cuales elaboramos, trabajamos y damos forma hasta convertirlas en un concreto, en una esencia, en una estructura, en una creencia.

Según lo anterior, hay  ideas que nos encontramos e ideas en que nos encontramos, que parecen estar ahí antes de que nos ocupemos en pensar. Lo que sorprende a veces, es que a unas y a otras indistintamente se les llame ideas. Esta rotulación que se da a través del nombre es lo único que nos impide distinguir dos cosas tan distintas y cuya diferencia resalta de forma clara ante nosotros y por la cual, no se da la debida importancia a cada uno de estos términos: creencias e ideas.

Entre nosotros y nuestras ideas hay siempre una distancia infranqueable: la que va de lo real a lo imaginario. En cambio, con nuestras creencias estamos inseparablemente unidos. Por eso cabe decir que las somos. Las creencias constituyen la base de nuestra vida, el terreno sobre el cual se siembra, se recoge, en el que todo acontece. Porque éstas nos ponen delante de lo que para nosotros es la realidad misma. Toda nuestra conducta, incluso la intelectual y psíquica, depende de cuál sea el sistema y la lógica de nuestras creencias inmediatas. En éstas, vivimos, nos movemos y somos. Por esto mismo, no solemos tener  conciencia expresa de ellas en toda su totalidad, éstas actúan latentes en nosotros, como una implicación directa en cuanto a lo que somos, hacemos o pensamos. Cuando creemos de verdad en algo, no tenemos la “idea” de ese algo, sino que simplemente contamos con éste. Por el contrario, las ideas, es decir, los pensamientos que tenemos o suponemos sobre las cosas, –sean propios o ajenos- no poseen en nuestra vida un valor de realidad. Actúan en ella directamente como un pensamiento nuestro y sólo como tal.
Esto significa que, nuestra “vida intelectual” es en algún modo, una vida secundaria respecto a nuestra vida real o auténtica, y representa a ésta sólo una dimensión virtual o imaginaria.


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CAPSULACIÓN (Andrés Pérez)

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Quizás hace veinte días o tal vez más, llegué a esta especie de habitación. Realmente no lo sé. Como tampoco poseo la certidumbre de saber dónde estoy, aunque las paredes y las sábanas blancas, la camilla y el extraño aparato de forma circular con miles de botones y un centro al parecer líquido, el cual emana constantemente un rayo de luz, me hace pensar en un centro médico. No logro asimilarlo como tal. He notado la extraña ausencia de los médicos, las enfermeras y por supuesto los enfermos. Solo se escucha mi respiración y mi voz que rompe el frío silencio con gritos desesperantes tratando de llamar la atención de alguien. Sin embargo, nadie viene, nadie responde. En los primeros días entendía esto como algo normal de un hospital, a veces las enfermeras tardan en venir o el doctor se encuentra ocupado con otro paciente. A medida que pasaba el tiempo comprendía que estaba completamente solo y que  nadie vendría. Varias veces he tratado de levantarme y caminar hacia la puerta; pero algo de acero o hierro adherido a mi espalda me mantiene fijo a la camilla. No entiendo por qué esto, no noto el más mínimo dolor en mi cuerpo como para estar en este estado, puedo mover las piernas, las manos y el cuello, y mis sentidos funcionan sin deficiencia; aunque no logro percibir el más mínimo olor y la temperatura del espacio. Puede ser que la habitación esta esterilizada.

 Recuerdo que antes de llegar aquí tuve un fuerte dolor de oído, eso sucedió afuera cuando todo era normal. Iba manejando por una de las avenidas de la ciudad bajo un calor insoportable, las personas andaban ligeras de ropa, usaban lentes y algunas se cubrían con sombrillas de los fuertes rayos del sol. Esa mañana en las noticias de la radio el locutor anunciaba que las tormentas solares continuarían hasta el punto de suceder en los próximos días, la más fuerte de éstas en la historia del planeta. Paralelo a este fenómeno solar una serie de terremotos venían sacudiendo a la tierra en diferentes puntos de su geografía, siendo más intensos en el cercano oriente donde habían dejado miles de muertos. Sin duda, sucedía algo más allá de lo normal. Sin embargo, todos continuábamos impertérritos yendo a las playas, a los bares, gastando el dinero en los centros comerciales o conduciendo lujosos Mercedes Benz por las avenidas de la ciudad hacia los lugares de trabajo y de repente sentí ese pac en mi oído izquierdo.
Después todo fue muy extraño, perdí el control del vehículo y estuve a punto de estrellarme si no hubiera frenado a tiempo. El dolor se intensificaba con un agudo pitido y la parte izquierda de la cara se entumecía, quise buscar en el GPS un hospital, pero el aparato no funcionaba, igual el teléfono celular y el automóvil. Salí del auto y noté con cierto temor que veía con mayor nitidez y rapidez todo lo que sucedía alrededor, filas de automóviles apilados uno tras otro esperando la señal verde del semáforo, que al parecer tampoco funcionaba. Veía, increíblemente a la joven que era asaltada al otro lado de la ciudad. De repente, conocía la vida del méndigo tirado en el andén, aunque nunca lo había visto. Las señoras mirando hacia el firmamento y la mujer de lentes oscuros mirándome como si supiera lo que me sucedía. Tuve la sensación de haber visto ese rostro antes, ¿dónde? Quise caminar hacia ella para preguntárselo; pero el dolor aumentó a dimensiones desbordantes y un líquido blanco seboso empezó a salir por el oído. Entonces no pude evitar caer al suelo y mientras perdía el conocimiento lo último que escuché fue el taconeo de la mujer, que se alejaba.

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SERPIENTE XV

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-¿Cuánto hay?
-Cinco panes y dos pescados.
-¡Apenas!
-Sí, maestro.
-Noooo marica, esto no lo soluciona ni la ONU.

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ORBE MORFOINESTABLE (Mb-6v!)

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Acostumbrado a perderse en el reservado mundo de los misterios, el hombre, un día, de noche oscura y lejana al amanecer; decide sentirse solo y desnudo, tanto que en el mismo instante de liberarse, perfecto y explosivo, va descascarando tranquilo y sin afán, el último huevo de su especie. Un extraño animal que nunca ha visto pero que distingue de su parecido ser un bípedo con alas, un cerdo ángel diabólico, un esperpento enmascarado en una burbuja sin seguro. Él, es un ser que imagina, lejos de toda realidad  ser un dios y lo consigue, ser pensamiento y la materia. Sentirse solo, es inventarse un mundo para sí mismo. Ya tranquilo y convertido nuevamente en inmundicia,  vuelve a la compañía, no es el mismo seguro; pero querrá regresar a una realidad más prometedora cuando se canse de lo mismo, muy pronto, hasta que viva por completo en su realidad, como cualquiera lo hace mientras se domina a sí mismo.

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NOCHE ACUARTELADA (RH)

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Girardota, 9:30 de la noche. Último sábado de mayo, el mes de las madres rezan los carteles de publicidad. La noche es joven. Una noche con luna, motos, automóviles y caballos que forman una desafinada sinfonía que interpreta la ópera prima de este siglo: el ruido infernal. Por las calles, las aceras y el parque; gente, perros y ratones que deambulan sin rumbo fijo. En las esquinas basuras, policías para la seguridad ciudadana y soldados para mayor seguridad en caso de que los primeros no sirvan para nada. No es que los girardotanos estemos en toque de queda o estado de sitio por culpa de las amenazas de algún narco y si es así contamos con la protección del Señor Caído, santo patrón del municipio, la cual nos basta. 

La numerosa presencia de estas fuerzas públicas obedece primero a que los “poli” no tienen nada que hacer y los “milis” andan de reclutamiento, o sea lo mismo que los “poli”: no tienen nada qué hacer más que venir a joderle el fin de semana a un pelado que ha estado esperando esta noche durante cinco días, para salir con su novia o sus parceros. Pero qué le vamos a hacer, Colombia necesita más héroes para enfrentar los hipotéticos enemigos de la patria, así se esté hablando de paz en La Habana.

Triste es que se los lleven; pero ellos también se dejan llevar, no ponen resistencia, uno que otro se da a la fuga, el militar lo corretea por las calles como a una rata y a menos de cien metros lo atrapa, lo reduce, lo conduce y lo desaparece en el interior del camión. La gente no hace otra cosa que ver, reírse y algún tímido entre la multitud grita que eso es ilegal. Pero su grito no tiene réplica en sus pares. Sin embargo, la tristeza y el miedo de una madre girardotana de perder a su hijo en un campo de batalla y que el Estado se lo devuelva en un cajón con la siguiente consigna: “Feliz día señora madre, le desea el Estado mayor del crimen”; rompe todos los miedos  y la lleva osadamente  a enfrentarse a un grupo de soldados y después a la policía con el objetivo de que le devuelvan el retoño de sus entrañas y poder dormir tranquila esta noche, todas las noches.

Sin embargo, policías y soldados sufren la misma enfermedad que los políticos, son sordos, escuchan sino las ordenes de sus superiores, no se conmueven ante las lágrimas de una madre desesperada, solitaria e indefensa. Ni siquiera ven y reflexionan el mensaje que expresa la gestualidad de la estatua en honor a las madres de Girardota, la cual tienen frente a sus narices y se yergue como la vida ante estos señores de la muerte.

De la luna llena aparecen más madres reclamando sus hijos, el parque parece plaza de mayo. Los soldados se baten en retirada, lo que parecía un sencillo reclutamiento va tomando matices de revuelta. Sin embargo, una multitud pasivamente espectadora rodea el camión de los “milis” sin hacer nada. No se decide a enfrentar, a bajar a los chicos del vehículo, a reventar la primera piedra contra el parabrisas, a iluminar la noche con cócteles molotov, a gritarle al Estado mayor del crimen y la impunidad que dejen de sacrificar a la juventud en sus absurdas guerras. No pasa nada. El camión se va con los muchachos, las madres reciben una escueta respuesta por parte del cabo: “yo le voy a devolver a su hijo señora”. ¿Cómo se lo va a devolver?, ¿en una caja?, ¿en una silla de ruedas?, ¿loco? El tumulto no se pregunta esto, simplemente se aleja, continúa el camino sin rumbo fijo. Los “poli” regresan a las esquinas. Los perros rasgan las bolsas, el indigente se arrellana en su cobija y mientras se duerme dice: “la noche ya no es joven, porque no hay juventud que la habite”.

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"LOS OJOS DE MI VIDA" (Johnny C.)

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-Disculpe… puedo sentarme aquí, junto a usted. ¡aaaahhhh! Muchas gracias. Qué linda está la noche ¿no le parece? Y el parque así, medianamente iluminado. No hay nada mejor. ¿Ya vio la fuente? La han encendido después de largo tiempo, porque hace rato que andaba seca la pobre. Iba camino a casa en el autobús, medio dormida y ¡pum! Un bache me hizo volver en mí y deshacerme de los sueños, entonces vi como el agua mojaba el cielo. ¿Le molesta si fumo?, ¿usted fuma? Ah, pues bien, tenga uno. Usted sabe, todo pasa tan rápido que no te das cuenta; muchas cosas, la mayoría se terminan, otras dejan de gustarte, haciendo que sean pocas las que permanezcan junto a ti como dormir quince minutos más en la mañana antes de irse a trabajar, el olor del café que inunda todo el apartamento, romper en pedacitos muy pequeños una hoja de papel o mirar la tele sin volumen inventando los diálogos de las personas que aparecen… siente el aire, ¡¿puede ver los árboles cómo florecen?! Qué digo. ¡Claro que puede! Y si no. Mire. Sólo  haga el favor de hacerlo. La gente sólo levanta la vista cuando trata de encontrar una respuesta a sus problemas, o para buscar a ese ser comúnmente aceptado como dios. Por lo general, andan como sabuesos olfateando el trasero de las demás personas. Yo no. Se lo digo porque desde niña, cansada de peinar tontas muñecas inexpresivas, me dediqué a mirar al cielo…

…Luego… Entonces. Bueno. Conocí a Carlos. Mi primer novio. Un chico más bien tímido y parco. ¡Puede imaginarlo! Él, me dio mi primer beso; era una tarde calurosa de sábado detrás de la iglesia. ¡Se imagina! ¡Detrás!.. Fue lindo, una hermanita de la caridad nos vio y nos sonrió con su cara coloradota; yo pensé que tal vez a ella no la habían besado nunca o que lo único que había besado ella, eran los cochinos pies de todos esos “santos” que  rondan por ahí. ¿Y usted? Los chicos son tan misteriosos con ese tipo de cosas, ni que fuera lo más grande del mundo. Dan muchas vueltas o son horriblemente inoportunos. De todas formas, es fácil saber qué es lo que quieren, intentan o planean hacer. Pobres. Entonces tres cosas. Esperas a que se decida solo; le ayudas un poco o simplemente te le de-sa-pa-re-ces…

…me gusta el olor a tierra mojada. Tal vez usted caminó cerca a esa estatua de allá. ¿Noooooo? Pues vea, yo vengo justo de ese lugar; hay un jardín hermoso y todas las flores estaban perladas por la lluvia, de lejos parecían brillar como un pedazo de vidrio en el desierto… Hoy tuve tanto trabajo, ni se imagina, para qué contarle. Y el jefe acosa y acosa y acosa, digo, por el trabajo; aunque en el que tenía antes, el otro jefe también acosaba; pero de otra manera que terminó cansándome, entonces un día lo golpeé tan fuerte que me descompuse este y este dedo. ¡Ah! ve, le gusta mi anillo, es de juguete. Se lo gané a una de esas máquinas, a la cual le echas una moneda y ésta te da un premio. Pues yo quería el anillo, el problema era que la máquina parecía conocer mis intenciones y se negaba. Entonces, esa noche me quedé sin monedas y tuve que regresar al día siguiente. Hice añicos mi marranito. ¡Fue  súper genial! Se llamaba Fredo, igual a un novio que tuve y era más tacaño, todo se lo quería guardar… No digo que está mal; pero de vez en cuando a una le gusta que la alaguen con algo más que dulces comprados a última hora. Entonces, luego de llegar al apartamento, encender un cigarrillo y abrir una lata de atún para el gato; lo tomé en mis manos. A Fredo, el marranito. Y lo alcé lo más que pude; entonces un cerdito de barro relleno de relucientes monedas cayó como en cámara lenta y se hizo añicos, asustando al gato, haciendo ese sonido de caja registradora, esparciendo monedas, muchas monedas. Porque verá, estaba casi lleno…
Me encanta llevar muchas monedas en el bolsillo y oír ese tin-ton-tin-tin mientras caminas y bajas por las escaleras, con la sensación de que esas monedas te pueden dar una satisfacción mucho más grande que el dinero guardado con ahínco para comprar algo que crees necesitar y luego de obtenerlo parece tonto; pero… Pero el sabor de ese helado o del pequeño dulce permanece por mucho más tiempo en los sentidos. ¿No lo cree así? Yo sí…

Pero qué tonta soy, espero no molestarlo, perdóneme. Hablo, hablo, hablo y no dejo que usted lo haga ¿De verdad no le parece molesto? ¿Le gustaría otro cigarrillo? Tome pues. ¿Hace frío, no le parece? Mire, deme una de sus manos, ahhh qué rico, están tibias, al contrario de las mías. De igual no me importa si hace frío o calor, me gusta que llueva; porque así tengo la oportunidad de hacer dibujos con los dedos sobre las ventanas de los autobuses o de algún café o en la carrocería de los carros que están parqueados. Aunque también me gusta que haga calor para venir aquí al parque y extender una sábana y leer un libro junto a los árboles o mirar las nubes y quedarme dormida un rato. ¡ahhhh! Y qué me dice de irse a caminar y buscar una quebrada para bañarse desnuda y sentir esa transición de pegajosa y agotada a fresca y libre. ¡Eso sí es lindo! Pero lo que más me gusta, es el tiempo mixto, usted sabe. Esos días en que sales de casa y de pronto te asalta una tormenta y te notas desamparada con cara de no entender nada, entonces llueve y hace sol al mismo tiempo dejando ver ese arco de colores. Un día vi tres juntos, uno detrás del otro; en ese momento no pude evitar sentirme feliz. Decidí irme antes de que desaparecieran, conservar la fotografía mental intacta del momento perfecto…

¿Sabe? Hace tres años que papá murió, aun era joven, tenía menos de cincuenta años; pero un corazón débil. A él le gustaba coleccionar de esos autos de juguete que son hechos a mano y son muy bonitos, y leer el periódico en la perezosa con una enorme taza de café. Ya no fumaba; porque los doctores se lo habían prohibido, aunque cuando yo lo visitaba se daba el lujo de fumar junto a su hija “los ojos de mi vida” así me decía, mientras me contaba un montón de anécdotas sobre cuando yo no había nacido y luego de años que yo no puedo recordar mas que por sus palabras…

No siento tristeza; pero si estoy preocupada por mamá. Pobre. Le ha hecho mucho mal y no ha podido superarlo, se la pasa en casa tejiendo abrigos de lana para niños huérfanos; un día terminó uno y lo guardó diciéndome que ese era especial, que se lo regalaría a su nieto. Es decir, a un hijo mío, porque no tengo hermanos… que yo sepa. A mí no me disgustan los niños, solamente lo que no me gusta es tenerlos. Ella insiste. Creo que esa felicidad no voy a poder dársela; aunque estuve a punto. Con Alejandro. Un novio que tenía y quería mucho, nos íbamos a casar. Papá aun vivía, se llevaba muy bien con él; todo se fue a la mierda cuando Alejandro simplemente desapareció. Luego me enteré de que estaba viviendo en otra ciudad con la “mujer de sus sueños”, o eso me dijo la vez que nos encontramos por azar en el cruce de la calle que baja hasta Piedritas. Total, le deseé mucha suerte; aunque tampoco pude evitar pensar que lo atropellara un bus de esos grandes, intermunicipales.

¿Por qué no nos fumamos otro cigarrillo  y esta vez usted me cuenta algo? Digo… Si quiere. Aunque déjeme decirle una cosa, usted se parece tanto a Fernando. Tiene el mismo color de ojos y forma de rostro. Fernando era un tipo bueno, muy inteligente… Al pobre Fernando lo engañé con un tipo que se llama Julián. Con él, Fernando, la pasaba bien; pero era muy monótono en ocasiones rayando con el aburrimiento y la postergación. Por cosas del destino conocí a Julián. Un vago de tiempo completo al que le gustaba prenderle fuego a las cosas, arrear su motocicleta a toda velocidad y luego sentarse a escribir en medio de un potrero, todo lo que había pensado durante el paseo. A veces me llevaba junto a él, verlo escribir era una delicia porque quemaba cigarrillo tras cigarrillo mientras avanzaba con las letras al igual que con su motocicleta.

…Bueno, me tengo que despedir porque mañana hay mucho por hacer. Usted sabe. La vida que nos imponemos. ¿Pero? Tal vez nos veamos en alguna otra ocasión y entonces pueda contarme algo de usted…    

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CONTRAPORTADA 06

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