SILENCIO, NO SÉ REALMENTE QUÉ ES LO QUE QUIERO (Johnny C.)

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Después de abandonar el café ya no llovía; pero era de noche. Martessábadolunesjueves. No sabía qué día era y no me importaba. Llegué a un cruce, el semáforo peatonal estaba en rojo. Esperando el verde, estaban un viejo con un paraguas bajo su axila derecha, una chica realmente fea y un par de chicos de unos quince años tal vez.  Cuando el semáforo dio el verde, esperé a que ellos y otros que se habían juntado allí cruzaran. Permanecí mirando los edificios alrededor, había uno alto coronado por lo que parecía ser un pararrayos o una antena radial. Alguien me estrujó y me dijo que no estorbara, era uno de esos sujetos con traje y corbata; seguramente un abogado de poca monta o un vendedor de seguros. Le dije que podía irse a la mierda, frenó en medio de la calle, giró y me enseñó el dedo del medio, luego continuó con su camino. Encendí un cigarrillo. De nuevo rojo. Una señora realmente indignada con la actitud de aquel tipo me dijo que deberían matar a todos las tipos de traje y corbata. Creo que es el mejor comentario que he oído de alguien que no conozco mientras espero para cruzar alguna calle. Los autos que vienen se detienen, las personas empiezan a cruzar, me digo que esto es el mundo que actúa como una máquina. Esto se detiene para darle función a lo otro, aquello gira y se abre eso, mientras esto baja y sigue así hasta el infinito. Cruzo. Empieza a llover de nuevo.
Entro a un bar que no conozco, se llama “Vanguardia”. Ordeno cerveza y enciendo un cigarrillo, casi no hay gente. En la mesa delante de mí están sentadas dos chicas, más atrás hay una pareja, beben vino mientras conversan. Las chicas beben cerveza, una es fea, la otra no esta mal. El mesero lleva lentes y un delantal muy curtido, trae mi cerveza. La chica que no está mal me mira, luego sonríe, luego mira a su amiga que le dice algo, vuelve a mirarme y luego al vaso del que bebe. Hay unas cuantas bombillas que emiten un color azul profundo, casi violeta. El tipo de la barra tiene el cabello largo, mira en la televisión a unos futbolistas discutiendo con el árbitro por algo. El televisor esta mudo.  Los altavoces escupen so lonely, so lonely, so lonely. Llamo al mesero y pido más cerveza. Enciendo un cigarrillo. Siento que me tocan el hombro, es el imbécil de Adrián. Me pregunta que qué hago, que cuáles son mis planes. Adrián es de esos tipos que siempre están solos y no lo soportan, entonces tratan de permanecer junto al primero dispuesto a tolerar su presencia. No tengo problemas con eso; pero esta noche no quiero idiotas a mi lado. Adrián se sienta y ordena más cerveza, me pide un cigarrillo, se lo doy y dejo la cajetilla encima de la mesa para que no tenga que volver a hacerlo.
-¿Cómo estás?-pregunta.
-Bien, supongo--respondo. Luego me pregunta del por qué estoy solo y cómo va mi vida y que dónde esta ella y otro montón de preguntas que de verdad odio que me hagan solo con el propósito de poner conversación. El mesero llega con las cervezas  y Adrián me dice que no me preocupe, que éstas las paga él. Tomo la botella y bebo, luego miro a las chicas, ellas me miran y les sonrío. No sé por qué hice eso, simplemente es de esas sonrisas que salen como un hijueputazo después de machacarse los dedos. Puro reflejo. Adrián pregunta algo que no alcanzo a oír. Me encojo de hombros y vuelvo a beber. Ahora suena “Enjoy the silence”, espero a que termine la canción y luego le digo a Adrián que me tengo que ir. Me largo.
Más tarde, de nuevo en el apartamento llueve fuertemente, los vidrios de las ventanas se estremecen con los truenos, quiero encender un cigarrillo; pero recuerdo habérselos dejado a Adrián. En la radio nunca pasan buena música. Enciendo el estéreo y pongo a sonar algo de la Velvet Underground. Busco en todos los cajones alguna colilla de cigarrillo. En el cenicero no queda ninguna fumable. Solo encuentro la llave de algo, una menta y un papel doblado. No me acuerdo qué abre o cierra la llave, la menta sabe horrible y el papel doblado es una garza de origami hecha con un menú de comida china. Ya no llueve, me tiro a la cama, me quedo dormido quince, tal vez treinta minutos. Suena el teléfono, levanto la bocina y cuelgo. Espero. Cinco o diez minutos después suena de nuevo, cuento veinte repiques y contesto. Es Bryce, dice que deberíamos ir a la fiesta en el apartamento de alguien que no conozco. Silencio. No sé realmente qué es lo que quiero, si quedarme o ir. Le digo que sí.
Nuevamente empieza a caer una brizna menuda, llegamos al edificio donde vive Harry. Antes de entrar, Bryce me dice que espere un momento. Enciende un porro, inhala una, dos, tres veces, me lo pasa. Fumo, retengo el humo lo más que puedo. Subimos las escaleras, Bryce toca el timbre; inmediatamente abre alguien. Es Harry, saluda a Bryce, me presenta. Harry nos invita a pasar, el lugar está completamente oscuro; pero se pueden percibir muchas siluetas, es como si estuviera entrando a una  caverna y un monstruo con cientos de ojos de fuego latentes me mirara, nos asalta un vaho de calor y una nube de humo; apesta fuertemente a marihuana y a alcohol. Suena  “Your pretty face is going to hell”. Harry cierra la puerta y nos dice que en la mesa hay de beber y en la cocina hay bocadillos, que nos sirvamos todo lo que queramos. Harry y Bryce son tragados por la oscuridad. Me quedo solo, camino hacia un pequeño rectángulo de luz que se puede ver al final de un pasillo. Es la cocina. Hay una mesa repleta de frituras y cosas por el estilo. Cerca a la ventana hay dos chicas hablando, las mismas de “Vanguardia” me reconocen, sonríen, siguen en lo suyo. Me pregunto si el imbécil de Adrián está por ahí. Me siento en una silla al lado de la mesa, empiezo a comer cualquier cosa. La chica que no está mal, me mira y me dice que en la nevera hay cerveza, se acerca y me pregunta que si quiero una. Le digo que sí. Me dice que se llama Karen, miro a su amiga que no tiene buen aspecto; le pregunto que si está bien. Karen me dice que sí, que solo está un poco pasada. Tina, la chica fea vomita por la ventana. Imagino a alguien que cruza tranquilo la calle y de pronto se le derrite la existencia en bilis y demás porquerías o al vecino de abajo que se asoma mientras toma café y termina cubierto por lo que podría ser la enorme cagada de un periquito con problemas gástricos. Suena algo de los Buzzcocks. Karen me pregunta que si quiero bailar, yo le digo que si abandona a su amiga, ésta va a terminar tomando un atajo a la calle; entonces ella camina hasta donde esta Tina y le dice algo. Tina se sienta y se recuesta contra la pared, poco a poco empieza a resbalarse hasta quedar en una extraña posición entre sentada y acostada.
Bailamos entre un montón de gente, somos una masa amorfa que se mueve de un lado para otro; pero nunca avanza, hace un calor increíble. Karen grita y me abraza y me besa, alguien rota un porro y fumo y se lo paso a Karen que también fuma y se lo pasa a alguien. Suena  “Soul kitchen” y Karen se cuelga de mi cuello, se lleva algo a la boca y me besa, siento su lengua en los dientes y en el paladar. Me pasan una botella, bebo, se la doy a Karen, bebe, la agarro por la cintura y la beso, le meto la lengua hasta tocarle el alma, le muerdo los labios, ella me dice que deberíamos buscar un cuarto o un baño o un closet. Entramos a un cuarto, hay alguien tirado en el suelo desmayado, dormido o muerto. No sé. No nos importa, Karen empieza a quitarse la ropa, yo también, hacemos el amor. Un rato después, ella se vieste  y me dice que tenemos que buscar a Tina. Enciendo un cigarrillo,  me visto y salimos del cuarto. Suena “Fascination street”. Vamos a la cocina, Tina no esta; Karen empieza a buscarla por todo el apartamento, yo me acerco a la ventana de la cocina y miro. Tina ha decidido tomar el atajo.

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