LOS MUNDOS DE UN SEGUNDO O LOS SEGUNDOS DE UN MUNDO (Johnny C.)

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Supongamos que usted tiene uno de esos relojes con péndulo en una habitación de su casa, tal vez el reloj esta en una pequeña sala del lugar, en el cual usted trabaja. El reloj está colgado en un muro totalmente pintado de color blanco; es el único objeto o accesorio que salva a esa gran blancura de permanecer completamente desnuda. El muro es totalmente llano, sin ningún tipo de irregularidad, salvo la del ya mencionado reloj, que permanece irreprochablemente allí marcando una hora cualquiera, supongamos las diez y treinta minutos. Como ya se sabe, el reloj es de esos que tienen péndulo; así que es algo más llamativo que cualquier otra clase de reloj. Si el reloj fuera de aquellos redondos con números arábigos del uno al doce, no llamaría nuestra atención, porque ya es un objeto de común representación para nuestra vista; si por el contrario, fuera de esos digitales con los números representados por hexágonos alargados, separando las horas de los minutos por un par de puntos; también pasaría desapercibido para nuestra observación, porque estamos acostumbrados a llevarlos atados a una de las muñecas de nuestras manos y también porque simplemente están en casi cualquier lugar. Nuestro reloj, no. Nuestro reloj tiene un péndulo que oscila de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, esto lo convierte en un objeto más atractivo a nuestra atención. Bien, ahora supongamos también que frente a la pared, en la cual se encuentra colgado el reloj, hay un cómodo sillón, no muy retirado, a unos cuatro o cinco pasos. Entonces, usted se sienta en ese cómodo sillón a esperar, cruza una pierna sobre la otra, deja los papeles o libros que ha traído consigo a su lado derecho. Al levantar un poco la vista hacia el lado derecho, puede ver la puerta por la cual, hace unos minutos entró a la habitación; continúa recorriendo la pared con la vista; pero no encuentra nada hasta llegar al reloj. Al final del muro hacia su lado izquierdo, hay otra puerta, antes de ésta, hay un escritorio para nada distinto a cualquier otro escritorio de alguna otra oficina. Su vista regresa y se posa en el reloj, y más exactamente en el oscilar del péndulo; mientras usted está sentado allí, observando al péndulo marcar cada segundo: caen los primeros copos de nieve de una tormenta que durará los siguientes cinco días en un pequeño pueblo de Islandia; nace el hijo de un nervioso y cardíaco novicio; arriba el vuelo de la persona que más tarde conocerá en un bar; cae una lágrima gorda por el rostro de un chico que se ha quedado sin novia; un balón se impacta en el travesaño; se desploma un edificio; un semáforo cambia de rojo a verde; una repentina ventisca de viento levanta las faldas de un grupo de colegialas; se apaga una vela en mitad de la noche; el martillo de un juez condena a un prisionero a cadena perpetua; una madre abre la puerta de la habitación de su pequeño hijo;  en algún cuartucho de hotel comienza a sonar la novena de Ludwig Van; se detona una bomba en un hotel de Malasia; un apostador compulsivo pierde el juego; un perro le ladra a un cartero; se oye el “sí” de una novia ante el altar; muere alguien conocido mundialmente; una parejita se da el primer beso bajo la sombra de un árbol; un caballo toma alfil; se encuentran un par de amigos que no se veían hace diez años; alguien se corta las venas de su mano izquierda; bosteza un alumno aburrido en clase de matemáticas; llega a casa un padre completamente borracho; una bala atraviesa el cráneo de un supuesto espía; alguien pisa una mierda de perro; un heroinómano se inyecta en un baño público; se rompe un condón; un par de mafiosos se dan un fraternal apretón de manos; le comunican su despido irreversible a un gerente de banco; alguien asesta  su quincuagésima puñalada al amante de su esposa; se enciende la luz de un cine; muere alguien que no tiene conocidos; explota una estrella; un par de chicos encienden su primer porro; una mujer termina de leer un libro de Tolstoi... Todo esto sucede mientras usted está sentado allí en el sillón, mirando como el péndulo va de un lado a otro. Usted empieza a irritarse, porque no lo han atendido hasta este momento; toma sus papeles y los ojea, los acomoda y los reacomoda; vuelve a dejarlos a su lado derecho; su mirada regresa al reloj; tamborilea con los dedos de la mano derecha sobre la rodilla del mismo lado; cierra los ojos por un segundo y ve un rostro amado; piensa en lo último que hizo la noche anterior; observa sus zapatos, se mira las uñas; se pasa la mano izquierda por el cabello; traga saliva; se masajea la sien; cruza de nuevo las piernas; suspira hondo y profundamente; piensa en levantarse y golpear la puerta del lado izquierdo; se acuerda de otra cita importante que tiene; empieza a sentir un poco de hambre y a sentir cómo su fastidio crece más; descruza otra vez las piernas y empieza a chancletear con el pie derecho;Tic-tac-tic-tac-Tic-tac-tic-tac-Tic-tac-tic-tac-Tic-tac-tic-tac-Tic-tac-tic-tac-Tic-tac-tic-tac-Tic-tac-tic-tac-tic-tac. Luego empieza a acelerar más el ritmo tictictictictictictictictictictictictictictic tictictictictictic. Finalmente decide levantarse, tomar sus papeles, sus libros y abandonar la pequeña oficina por la puerta del lado derecho. En algún lugar, alguien que mira un reloj de péndulo; piensa en una persona que abre una puerta.


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