LA INVITACIÓN (Johnny C.)
Nos conocimos en un pequeño bar el cual, queda unas cuantas calles abajo de las oficinas donde trabajamos. Digo conocido porque a pesar de trabajar en el mismo lugar desde hace ya un tiempo largo, nunca habíamos cruzado palabra alguna.
-¿Es extraño no? Me pregunta, mientras lleva el vaso de cerveza a sus labios y bebe un poco.
-No sé, es factible. Generalmente, no sabes quién es tu vecino.
-De cualquier manera, no puedes decirme o negarme lo… no sé, incómodo que se siente.
Obviamente ambos ya conocíamos de la existencia del otro. Por mi parte, así no tenga trato con la señora de los tintos, sé su nombre y ocupación. No es paranoia, simplemente no puedo evitar convivir de alguna manera con otras personas y desconocerlas totalmente. Al fin de cuentas, esos individuos ornamentan o adornan el mundo que te rodea. Cuando ella entró a trabajar hace algunos meses, no me llamó la atención más allá de ser una cara nueva; con el paso del tiempo, los vestidos, los ascensores y las miradas. Pueden pasar dos cosas. Esa cara nueva algún día se te hace indiferente o cobra algo de importancia para tu paisaje, se hace familiar, amistosa y tal vez confortable.
-¿Hace cuánto que vienes a este lugar? Pregunta mientras sostiene una leve sonrisa.
-Exactamente no sé. Desde que puedo recordar todos los viernes después del trabajo.
-¿Has trabajo siempre en las oficinas?
-Llevo ocho años, le respondo mientras enciendo un cigarrillo.
Le ofrezco uno.
-No fumo, gracias. Me responde mientras tamborilea con los dedos sobre la mesa.
Con el tiempo pasó a ser una silueta más, como uno de esos maniquíes feos que portan ropa aun más fea; pero a la moda, igual que las demás personas con las que trabajo, voy en el metro o hacen fila en el banco, el cine y para entrar al baño. Es increíble; pero es así. Con el transcurrir de los años, simplemente te desentiendes cada vez más de la gente. Las mismas personas se encargan de eso, con sus idioteces, sus ideas vacuas y porque al mismo tiempo para cada uno de ellos también eres un maniquí mal vestido.
Bebo un trago del vaso de ron y la miro entre los hielos. Desde que trabajamos en las mismas oficinas no la tenía tan cerca, dejo el vaso sobre la mesa sin soltarlo. El cabello le cae a ambos lados del rostro y termina delicadamente a la altura de sus senos, sus labios humedecidos de cerveza esbozan pequeñas sonrisas cada vez que termina de hablar, de vez en cuando se lleva una mano a la frente y aparta algo de cabello de sus ojos mientras mira hacia otro lugar.
-¿Vienes siempre solo o hay una chica diferente cada viernes?
Esta vez me sonríe tanto que puedo ver sus dientes, mientras me mira a los ojos, la nariz o simplemente a través de mí. Me hace reír un poco. No sé si por lo mucho que le costó reunir el valor para preguntar eso o porque en efecto últimamente he estado viniendo solo.
-La mayoría de las veces, vengo solo. Le digo. Al principio venía con algunos compañeros que fueron desapareciendo paulatinamente.
-¿Por qué? ¿Qué pasó?
-No sé, se casaron, murieron o mudaron, en algunos casos las tres; no en ese orden.
Se ríe mientras cierra los ojos por un instante, toma el vaso de cerveza; pero no bebe. Luego pregunta:
-¿Y tú? Estás casado, muerto o mudado.
-Depende del día y el estado de ánimo.
No sé el por qué la invité a salir un rato, me arrepentí antes de terminar la frase. Nos encontramos casualmente en la fotocopiadora y luego del saludo de rigor y una sonrisa, por alguna clase de impulso, le hice la invitación. Tal vez quería simplemente hablar con alguien; no me interesa conocerla, tampoco acostarme con ella o hacernos amigos. Las personas luego de un tiempo te dejan de importar. Van y vienen, eso es lo mejor; no guardan nada de ti y tú no tomas nada de ellas. Se crea un fluir perpetuo en el cual, desde el principio sabes que no va a ningún lado; pero te puede trasportar a cualquiera.
-OK. Sabes, gracias por la invitación pero debo irme, -me dice luego de un silencio de algunos minutos.
No hago más que sonreír como un idiota y decirle que tal vez podríamos repetirlo, ya que a mí también me había gustado el rato y la compañía. ¿Por qué carajos dije eso?
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