PORTADA-DIMENSIÓN 12, diciembre de 2012

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"De na sirve decir. Ni pretender. El mundo nos abandona mucho antes de que nos vayamos para siempre"
Louis Ferdinad Céline

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EDITORIAL 12 (Johnny C.)

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Como duodécima edición y a punto de completar el primer año. De Dimensiones podemos decir (entre otras cosas) que, a pesar de todos los problemas e inconvenientes a lo largo de las ediciones de este año, “trabajo que tal vez sólo las personas pertenecientes a este mundo conozcan”; todo esto ha sido un gran aliciente, un intento más, una propuesta que escalón a escalón, ha ido creciendo cada vez más.

Desde el principio, nuestra única convicción o nuestro más anhelado propósito ha sido y será crear un poco de literatura, concebir otros mundos, diferentes atmósferas, cualquier tipo de magia y tal vez lo más importante, jugar con las palabras y el lenguaje. No en busca de reconocimiento o alguna especie de notoriedad; simple y modestamente. Dimensiones ha querido ser desde lo bajo y lo complejo, una pequeña propuesta para la escritura y la lectura; en una sociedad que cada vez nos muestra más seguido un distanciamiento del  hombre con la palabra, una ausencia de ganas por crear, un abandono estrepitoso  en el mundo cada vez más llano y poco receptivo de todo lo hecho.

Tal vez con esto, nosotros, un puñado reducido de inconformes, sátrapas y desesperados, no logremos mayor cosa que la propia auscultación del alma, el cuerpo y los sueños; que acaso sirva de trampolín a cualquier ser inquieto que se encuentre sumergido en la dimensión de la vida.

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LOS MUNDOS DE UN SEGUNDO O LOS SEGUNDOS DE UN MUNDO (Johnny C.)

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Supongamos que usted tiene uno de esos relojes con péndulo en una habitación de su casa, tal vez el reloj esta en una pequeña sala del lugar, en el cual usted trabaja. El reloj está colgado en un muro totalmente pintado de color blanco; es el único objeto o accesorio que salva a esa gran blancura de permanecer completamente desnuda. El muro es totalmente llano, sin ningún tipo de irregularidad, salvo la del ya mencionado reloj, que permanece irreprochablemente allí marcando una hora cualquiera, supongamos las diez y treinta minutos. Como ya se sabe, el reloj es de esos que tienen péndulo; así que es algo más llamativo que cualquier otra clase de reloj. Si el reloj fuera de aquellos redondos con números arábigos del uno al doce, no llamaría nuestra atención, porque ya es un objeto de común representación para nuestra vista; si por el contrario, fuera de esos digitales con los números representados por hexágonos alargados, separando las horas de los minutos por un par de puntos; también pasaría desapercibido para nuestra observación, porque estamos acostumbrados a llevarlos atados a una de las muñecas de nuestras manos y también porque simplemente están en casi cualquier lugar. Nuestro reloj, no. Nuestro reloj tiene un péndulo que oscila de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, esto lo convierte en un objeto más atractivo a nuestra atención. Bien, ahora supongamos también que frente a la pared, en la cual se encuentra colgado el reloj, hay un cómodo sillón, no muy retirado, a unos cuatro o cinco pasos. Entonces, usted se sienta en ese cómodo sillón a esperar, cruza una pierna sobre la otra, deja los papeles o libros que ha traído consigo a su lado derecho. Al levantar un poco la vista hacia el lado derecho, puede ver la puerta por la cual, hace unos minutos entró a la habitación; continúa recorriendo la pared con la vista; pero no encuentra nada hasta llegar al reloj. Al final del muro hacia su lado izquierdo, hay otra puerta, antes de ésta, hay un escritorio para nada distinto a cualquier otro escritorio de alguna otra oficina. Su vista regresa y se posa en el reloj, y más exactamente en el oscilar del péndulo; mientras usted está sentado allí, observando al péndulo marcar cada segundo: caen los primeros copos de nieve de una tormenta que durará los siguientes cinco días en un pequeño pueblo de Islandia; nace el hijo de un nervioso y cardíaco novicio; arriba el vuelo de la persona que más tarde conocerá en un bar; cae una lágrima gorda por el rostro de un chico que se ha quedado sin novia; un balón se impacta en el travesaño; se desploma un edificio; un semáforo cambia de rojo a verde; una repentina ventisca de viento levanta las faldas de un grupo de colegialas; se apaga una vela en mitad de la noche; el martillo de un juez condena a un prisionero a cadena perpetua; una madre abre la puerta de la habitación de su pequeño hijo;  en algún cuartucho de hotel comienza a sonar la novena de Ludwig Van; se detona una bomba en un hotel de Malasia; un apostador compulsivo pierde el juego; un perro le ladra a un cartero; se oye el “sí” de una novia ante el altar; muere alguien conocido mundialmente; una parejita se da el primer beso bajo la sombra de un árbol; un caballo toma alfil; se encuentran un par de amigos que no se veían hace diez años; alguien se corta las venas de su mano izquierda; bosteza un alumno aburrido en clase de matemáticas; llega a casa un padre completamente borracho; una bala atraviesa el cráneo de un supuesto espía; alguien pisa una mierda de perro; un heroinómano se inyecta en un baño público; se rompe un condón; un par de mafiosos se dan un fraternal apretón de manos; le comunican su despido irreversible a un gerente de banco; alguien asesta  su quincuagésima puñalada al amante de su esposa; se enciende la luz de un cine; muere alguien que no tiene conocidos; explota una estrella; un par de chicos encienden su primer porro; una mujer termina de leer un libro de Tolstoi... Todo esto sucede mientras usted está sentado allí en el sillón, mirando como el péndulo va de un lado a otro. Usted empieza a irritarse, porque no lo han atendido hasta este momento; toma sus papeles y los ojea, los acomoda y los reacomoda; vuelve a dejarlos a su lado derecho; su mirada regresa al reloj; tamborilea con los dedos de la mano derecha sobre la rodilla del mismo lado; cierra los ojos por un segundo y ve un rostro amado; piensa en lo último que hizo la noche anterior; observa sus zapatos, se mira las uñas; se pasa la mano izquierda por el cabello; traga saliva; se masajea la sien; cruza de nuevo las piernas; suspira hondo y profundamente; piensa en levantarse y golpear la puerta del lado izquierdo; se acuerda de otra cita importante que tiene; empieza a sentir un poco de hambre y a sentir cómo su fastidio crece más; descruza otra vez las piernas y empieza a chancletear con el pie derecho;Tic-tac-tic-tac-Tic-tac-tic-tac-Tic-tac-tic-tac-Tic-tac-tic-tac-Tic-tac-tic-tac-Tic-tac-tic-tac-Tic-tac-tic-tac-tic-tac. Luego empieza a acelerar más el ritmo tictictictictictictictictictictictictictictic tictictictictictic. Finalmente decide levantarse, tomar sus papeles, sus libros y abandonar la pequeña oficina por la puerta del lado derecho. En algún lugar, alguien que mira un reloj de péndulo; piensa en una persona que abre una puerta.


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BUFONICIDIO (Mb-6v!)

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¿Tienes miedo?
Pues no deberías, es lo que te ha tocado, no puedo mandarlo de otro modo.
Uno no siempre tiene la posibilidad de escoger a sus peones y es una lástima que esta vez tengas que ser una víctima, simplemente te cruzaste e hiciste del camino hoguera para mis pasos, ese mundo te necesitaba y ambos estaban solos, ya no puedo hacer algo, tú bien sabes cómo es el juego aquí…
Ya deja de llorar bufón y ponte alegre, quizás te espere algo mejor de lo que piensas, no te retraigas. Levántate un poco y deja de gruñir que eso no es lo tuyo, mejor empaca tus maletas y vete a la ciudad gris que te ha tocado, los humanos de hoy no deben ser tan perversos…

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2012 FIN Y DESEO PARA EL 2013 (Román Hoyos)

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Si se fue rápido o despacio, si se hizo demasiado o poco, si se ganó o se perdió, eso es algo que cada cual confrontará en silencio con la almohada o la taza de café vacía. Por ahora, lo único cierto (según la inefable certeza de nuestro calendario) es que el 2012 a llegado a su fin, se terminó, se esfumó entre las horas  y las hojas del almanaque que caían una tras otra directamente a la basura. ¿Qué con el 2012 ha llegado también a su fin la vida humana? Algo incierto, porque estas líneas se han escrito con mucha anterioridad a la fecha anunciada por los repentinos neomayas del siglo XXI, como para confirmarlo. Pero si usted extraño lector esta leyendo estas líneas o si al menos ha observado, sin la mas mínima atención, en su correo algo que dice así: “Revista Dimensiones edición 12”, es porque lo predicho y redicho hasta el tuétano no ha sucedido, y entonces querido lector continuamos condenados -muy a mi pesar- a esperar el inexistente fin y a tolerarnos unos a otros. Porque esto no se va a terminar de la noche a la mañana por un fenómeno sobrenatural o fuerza alienígena, esto se termina por obra y gracia de nosotros mismos, de hecho hace rato que estamos en el principio del fin. Por eso en las últimas noches de este mes no se preocupe por el fin de los tiempos y dedíquese a comer natilla con buñuelo frío y a pensar en todo lo que ha progresado el mundo y nuestro país a lo largo de este año. Por ejemplo, el papa ya trina, el aborto y el matrimonio gay se repudian en países como Colombia. La OTAN ya no interviene en los conflictos armados, deja que entre ellos mismos se maten,para después entrar a recoger las riquezas. USA reelige a Obama, Venezuela a Chávez, en Colombia aún no termina su período, pero ya lo quieren reelegir. Despidos masivos es crecimiento económico, el presidente gaguea menos y enseña sus uñas. Las FARC y el gobierno se sientan a dialogar la nueva normativa para la guerra. “Prosperidad para todos” es un hecho, el salario mínimo lo confirma. Y observe bien que en todo caso se ha progresado positivamente durante este 2012, por lo tanto solo resta pedir- porque es lo único que podemos hacer: pedir- al Altísimo o a los altísimos que para el 2013 esto continúe mejorando, progresando: que el papa nos enseñe la verdad de la vida a través de twitter, que la unión libre entre naturales sea condenada, que la OTAN abrace a Irán y lo proteja de todo mal. Que USA recapacite, que Chávez diga ya no más y que Santos pacifique positivamente la insurgencia. Que Radamel Falcao con sus goles les quite el hambre mundial a los niños. Que la economía continúe creciendo hasta dimensiones nunca vistas y el salario mínimo para el 2014 aumente un 2,2% en protesta contra el vicepresidente que dice que los empresarios son miserables, son simplemente empresarios.  Ah y no olvide de desearse para usted mismo lo mejor del 2013.

 Posdata:
Respecto al salario mínimo que por estos días se “discute” entre empresarios y sindicalistas, nada más propicio que esta frase de Gabriel García Márquez:
“El día que la mierda tenga algún valor, los pobres nacerán sin culo”.

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UNA MAÑANA MÁS (Urraca)

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Hoy… el comienzo de una sed infinita. Rayos solares que llenan de impudicia, esplendor y miedo esta cama destendida. Heme aquí, con un cansancio y fatiga de puta enamorada. Pájaros que van de canto a palabra, sin destino, es probable que nadie los escuche.
Mientras escribo esta basura sin forma, humo que no vuelve, inquisición que  may 2013desvanece; se me turba la memoria con lo poco que mitifico.
¡Bella ésta, la hora, del parto en aurora! 

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TIC-TAC (Andrés Pérez)

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Tic tac Bestias automatizadas de fofas carnes ensalzadas en perogrulladas Tic tac No pasa nada nada pasa pasa nada Tic tac Ambivalente polivalente dinámico estático el cuerpo en la soga tic tac esperando a Dios en la puerta del banco o-Dios-o tic tac sonámbulo deambulo rojo azul ambulatorio tic tac labios morfinómanos babitas blancas el infierno es blanco tic tac blanco blanco.

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ARPEGIO DE SILUETAS (Urraca)

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Pasos fuera, fuera del cuerpo, tristes como la rama
que suelta su hoja a cuerpo ninguno.
“El camino que transita la hoja desde la rama al suelo…
 En aquel trayecto están plasmadas, las líneas de la naturaleza”.

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AQUEL SONIDO (Andrés Pérez)

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Los habitantes de esta calle nunca pensaron escuchar  en su breve y ruidosa existencia semejante sonido que alteraría el orden de las cosas. Estaban acostumbrados al traqueteo de la chatarra, al rugido de los motores, al constante y monótono martilleo que derrumbaba una  infinita pared, a los estruendosos equipos de sonido trasmitiendo un ruido pegajoso, a los alarmantes televisores vociferando las consabidas noticias y gritando un gol. Hacían parte de su diario escuchar la alharaca de los vendedores ambulantes anunciando sus  infinitos artilugios a voz de cuello, tonos graves, agudos, voces escalofriantes, chillonas.  Las infernales sirenas aullando  tratando de espantar  la muerte, el tan tin tan de las campanas marcando neciamente el paso del tiempo, el profeta trepado en  un improvisado  altar recordándoles el sentido trágico de la existencia a esta penosa tecnocivilización. Una tecnocivilización haciendo de su vida un imparable murmullo y una macabra sinfonía del ruido. Una tecnocivilización acostumbrada a todos los ruidos menos al sonido, a este sonido que estalló silencioso pero fuerte en medio de este barullo de calle. Un sonido seco, crudo, frío que con solo escucharse una vez paralizó el ritmo delirante de la calle y muchas otras alrededor. Se hizo el sonido y todo se detuvo, se detuvieron las actividades febriles e inútiles de la gente y  nació un profundo silencio. La chatarra no se quejó, los motores no cortaron en su vuelo el velo del viento, el martillo cesó de martillar y la pared dejo de existir, los altoparlantes, el megáfono y las voces enmudecieron. Todo en un profundo silencio expectante, ni el más mínimo aleteo del ave alteraron tal estado de espera. La calle parecía deshabitada.Toda la calle esperaba en suma quietud. Una fuerte tensión gravitaba en la atmósfera.  Las personas quizás se asomarían llenas de temor por las ventanas y sus rostros expresarían una profunda zozobra. Sabían que la ruidosa tranquilidad no regresaría o tardaría en regresar  y que por ahora lo único que quedaba era la agradable quietud y el reconfortante silencio de la nada.

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LA INVITACIÓN (Johnny C.)

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Nos conocimos en un pequeño bar el cual, queda unas cuantas calles abajo de las oficinas donde trabajamos. Digo conocido porque a pesar de trabajar en el mismo lugar desde hace ya un tiempo largo, nunca habíamos cruzado palabra alguna.
-¿Es extraño no? Me pregunta, mientras lleva el vaso de cerveza a sus labios y bebe un poco.
-No sé, es factible. Generalmente, no sabes quién es tu vecino.
-De cualquier manera, no puedes decirme o negarme lo… no sé, incómodo que se siente.
Obviamente ambos ya conocíamos de la existencia del otro. Por mi parte, así no tenga trato con la señora de los tintos, sé su nombre y ocupación. No es paranoia, simplemente no puedo evitar convivir de alguna manera con otras personas y desconocerlas totalmente. Al fin de cuentas, esos individuos ornamentan o adornan el mundo que te rodea. Cuando ella entró a trabajar hace algunos meses, no me llamó la atención más allá de ser una cara nueva; con el paso del tiempo, los vestidos, los ascensores y las miradas. Pueden pasar dos cosas. Esa cara nueva algún día se te hace indiferente o cobra algo de importancia para tu paisaje, se hace familiar, amistosa y tal vez confortable.
-¿Hace cuánto que vienes a este lugar? Pregunta mientras sostiene una leve sonrisa.
-Exactamente no sé. Desde que puedo recordar todos los viernes después del trabajo.
-¿Has trabajo siempre en las oficinas?
-Llevo ocho años, le respondo mientras enciendo un cigarrillo.
Le ofrezco uno.
-No fumo, gracias. Me responde mientras tamborilea con los dedos sobre la mesa.
Con el tiempo pasó a ser una silueta más, como uno de esos maniquíes feos que portan ropa aun más fea; pero a la moda, igual que las demás personas con las que trabajo, voy en el metro o hacen fila en el banco, el cine y para entrar al baño. Es increíble; pero es así. Con el transcurrir de los años, simplemente te desentiendes cada vez más de la gente. Las mismas personas se encargan de eso, con sus idioteces, sus ideas vacuas y porque al mismo tiempo para cada uno de ellos también eres un maniquí mal vestido.
Bebo un trago del vaso de ron y la miro entre los hielos. Desde que trabajamos en las mismas oficinas no la tenía tan cerca, dejo el vaso sobre la mesa sin soltarlo. El cabello le cae a ambos lados del rostro y termina delicadamente a la altura de sus senos, sus labios humedecidos de cerveza esbozan pequeñas sonrisas cada vez que termina de hablar, de vez en cuando se lleva una mano a la frente y aparta algo de cabello de sus ojos mientras mira hacia otro lugar.
-¿Vienes siempre solo o hay una chica diferente cada viernes?
Esta vez me sonríe tanto que puedo ver sus dientes, mientras me mira a los ojos, la nariz o simplemente a través de mí. Me hace reír  un poco. No sé si por lo mucho que le costó reunir el valor para preguntar eso o porque en efecto últimamente he estado viniendo solo.
-La mayoría de las veces, vengo solo. Le digo. Al principio venía con algunos compañeros que fueron desapareciendo paulatinamente.
-¿Por qué? ¿Qué pasó?
-No sé, se casaron, murieron o mudaron, en algunos casos las tres; no en ese orden.
Se ríe mientras cierra los ojos por un instante, toma el vaso de cerveza; pero no bebe. Luego pregunta:
-¿Y tú? Estás casado, muerto o mudado.
-Depende del día y el estado de ánimo.
No sé el por qué la invité a salir un rato, me arrepentí antes de terminar la frase. Nos encontramos casualmente en la fotocopiadora y luego del saludo de rigor y una sonrisa, por alguna clase de impulso, le hice la invitación. Tal vez quería simplemente hablar con alguien; no me interesa conocerla, tampoco acostarme con ella o hacernos amigos. Las personas luego de un tiempo te dejan de importar. Van y vienen, eso es lo mejor; no guardan nada de ti y tú no tomas nada de ellas. Se crea un fluir perpetuo en el cual, desde el principio sabes que no va a ningún lado; pero te puede trasportar a cualquiera.
-OK. Sabes, gracias por la invitación pero debo irme, -me dice luego de un silencio de algunos minutos.
No hago más que sonreír como un idiota y decirle que tal vez podríamos repetirlo, ya que a mí también me había gustado el rato y la compañía. ¿Por qué carajos dije eso?

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