PORTADA-DIMENSIÓN 24, diciembre de 2013
“Quien “no encaja en el mundo”, está siempre cerca de encontrarse a sí mismo”.
Hermann Hesse
DIMENSIÓN 24
Hermann Hesse
DIMENSIÓN 24
ABSURDOS FECUNDADOS SIN PROCEDENCIA (Mb-6V!)
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9:08 p.m.
DIMENSIÓN 24
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EXTRODUCCIÓN 10Nací por obra y gracia de una explosión, entre los montes tempranos de mi madre y el país descalzo de mi padre, inventé prematuramente un idioma que por falta de seguidores se ha extinto, en mi primer año aprendí a volar, aprendí también el ascenso rápido, la caída libre y a planear sobre la calidez del aire paralelo al cóndor. Mis deportes favoritos fueron siempre el ágape, desobedecer a mi madre y torturar felizmente al mundo con una triste pregunta. Me cambié el nombre dos veces, una a petición de la radio y la segunda a la del notario. Mi madre dice que mi curiosidad mató a muchos gatos y por eso aprendí fácilmente la tabla del siete, he amado siempre a los animales, especialmente a las estrellas, y por eso los como. De pequeño quise ser niño, uno indestructible, inmortal y sin interruptor de apague a las aventuras majas y asquerosas. Ya de grande crecí a la fuerza y tuve que aceptar la redondez del mar. Pirómano por inercia, filósofo destituido, teólogo abortado, culpable según mi madre de muchos traumas y sabores, testigo por ambición y encargo, en especial de hechos no muy formales, “sin rodeos ni ropa”.
Crezco y me creo santo, deambulo danzante por la desnudez del mundo, parcialmente teñido de un pachulí natural; doy pocos pasos al día para evadir impuestos, a veces solo uno; mido mis palabras una a una para evitar ofensas, miro hacia la firmeza para esquivar infortunios con ojos ciegos y para no exponer mis parpados a las luces artificiales; sonrío de vez en cuando para llenar mi rostro de vejez, doy consejos solo a extraños para cuidar mi salud, hablo dormido para no ser molesto, soy fanático del romance, sueño despierto para descansar en la noche, llevo ganada media vida y la que viene pienso empeñarla, debo no más de cien promesas y me hice fan de la muerte no más para evadirla; hablo con desconocidos para contradecir a mi madre, soy hincha de la viveza; aunque no aparento más que palidez, tengo en mi dedo gordo del pie derecho no más un vello y eso me hace detallista, me gusta correr cuando nadie me observa,
tengo unos zapatos que me han llevado a mi primer amor y de regreso a casa, ando descalzo desde que recuerdo haberlos comprado, no consumo fármacos porque me dan taquicardia, tengo pocas cicatrices y una de ellas fue por culpa de dios, me gustan los números porque en ellos encuentro lo impreciso, creo en la imperfección y me gusta un tanto el agua. No peleo desde que perdí mi último diente, le temo al médico porque me intimida, toco la percusión por masoquismo y aprendí a bailar mientras pateaba una lata, juego ajedrez tanto como leo la biblia, peco de vez en cuando como deporte extremo, no puedo pensar sin ponerme el índice en la sien, tengo unos calzones desde mis cinco años que no abandono por nada y un pijama del hombre araña que me hace soñar estupideces, me gusta escribir el odio, el arroz con leche porque me produce diarrea incapacitante y soy tan amante al dulce por sus ebrias consecuencias, desafié a dios a la presencia, pero está más agobiado que belcebú. De grande fui astronauta prodigio, pero decepcioné a mi falo por haber nacido en esta tierra, tengo hambre en cada momento, y creo en la revolución como en mi intestino, creo también que la hostia es santa porque vale mucho dinero, y que no hay verdad más cierta que la mentira de mi vida. A veces creo estar muerto cuando recién despierto o no escribo.
Creo en la vida como un sueño con deseos, en el pensamiento como un rincón olvidado, en mis manos como el más grande asesinato, en el mundo como un vómito blanco, en el miedo como el dios abstracto que me permite la torpeza y en esta revista como el otro dios que me dice donde morder.
DE LA ALTURA Y LA VIDA (Urraca)
“El cuervo no engendra a la alondra”
William Shakespeare, Tito Andrónico.
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Escogió cuidadosamente el sitio de la casa: una colina cubierta de pinos en el centro de la meseta. Sembró jardines de hortensias, margaritas, rosas y flores silvestres tomadas de la vegetación natural del medio. En las tardes de sol caminaba entre los árboles, trasplantaba veraneras a rincones inesperados, reía en la plenitud salvaje de la naturaleza y se deleitaba enormemente con el espectáculo presentado por los crepúsculos en aquel lugar.
Siete meses después de su traslado al campo, Susana se encontraba sentada sobre una piedra con la cara recostada en las rodillas, olfateando los viajeros perfumes de la tarde. Sintió que la naturaleza se le metía en los pulmones y le respiraba con fuerza. Súbitamente una angustia se le amarró en el estómago como un vértigo de ausencias y sintió que se desmayaba. Se recostó en el prado, inhaló y exhaló fuertemente, y se tomó su tiempo para recuperarse. No le dio mayor importancia a este suceso y regresó a casa, a los brazos protectores de la música de Dvorak.
Dos años después de su instalación en el campo, sucedió lo imprevisto. Susana cayó enferma con altas fiebres y su actual vida se veía interrumpida por intermitentes momentos de lucidez y sopor. En una tregua que le brindó el asedio del mal aún incipiente, estuvo meditando sobre su situación y comprendió que le esperaba un prolongado viaje hacia el delirio. Aquella tarde, Susana miraba la niebla que ocultaba un gran cerro. Ese día, no salió a caminar en medio del bosque. Se quedó toda la tarde en el estudio de su casa y escribió tratando de aclararse. Pero su pensamiento seguía brumoso, como las montañas. Sólo conseguía desenterrar presentimientos. Hace más de dos años empezaron a aparecer los primeros síntomas de aquella enfermedad que le aquejaba. Vinieron espaciadamente, como nubes premonitorias. Después con el paso de los días, se fue espesando su consistencia. Hoy es una punzada que le mantiene despierta la conciencia.
En este ambiente sano, amplio y refinado vivió Susana sus últimos días; con dignidad, amor y gusto por lo bello. Allí cultivó su personalidad. Nada comentó acerca de su enfermedad. Desde el día que se enteró de ésta, algo en ella cambió, se notaba en su semblante una secreta complicidad que la sumía al silencio. Sus actos y su vida misma se tornó de un aire misterioso y sus miradas se convirtieron en un lenguaje más elocuente que las palabras
¿Y QUIÉN ES ELLA? (Psyquest)
Ella es la preciosa dama azul de cabellos libres como cometas al viento,
Ella es una risa al compás de muecas de tu rostro en invierno;
Ella es una chica de boina negra y gafas color café,
Ella es quien grita “no se vale” cuando alguien dice “te gané”;
Ella es una sonrisa cuando la miras a los ojos,
Ella es una mochila y un libro de cuentos locos;
Ella es quien se deleita del Journal con sus columnas de opinión,
Ella es un rotundo no al Dom Pérignon;
Ella es una ola fría de medio día, pero de noche una intensa calidez que no creerías;
Ella es un how are you con un ça va,
Ella es una peca más dos pecas color cereza más una trenza;
Ella es una inocente mirada bajo un árbol en primavera,
Siempre viajando en un asiento de primera;*
Ella es un grito de la indignación a la burocracia,
Ella es un vuelo de América a Asia;
Ella es la chica que no cede sus preciadas pulseras a cualquiera,
Ella es una foto en blanco y negro guardada en la guantera;
Ella es una flor que crece en el inerte desierto de la capital,
Ella es escuchar Spinetta a las 1:50 de una mañana boreal;
Ella es quien usó mi cabeza como un revolver,*
Ella es detener el tiempo arrojando al acantilado tu Rolex;
Ella es la contralora de mi abrir y cerrar de ojos,
Ella es una risotada cuando te expresas con tu rostro;
Hoy ella es quien se cobija para que lo real no se atreva tan siquiera a tocarla,
Y mañana una malvada que en cualquier momento podría visitar tu morada;
Ella es un cuento corto que aspira a convertirse en novela,
Ella es un cállate y abrázame con sabor a caramelo y ciruela;
Ella es el sueño de un perdedor que la encontró,*
Ella es la musa de un trovador que no siempre rimó;
Ella viene a mojarse los pies en la luna,*
Y ahora es tan clara que ya no es ninguna…*
Ella es el producto de las palabras que danzan en el amanecer,
Y al final ella será todo lo que para mí podría ser, y no ser… cada anochecer.
Fragmentos tomados de: * “la parte de adelante” Andrés Calamaro.
*“Ella uso mi cabeza como un revolver” Soda Stereo
*”Ella” Rata Blanca.
*Ella también” Luis Alberto Spinetta.
SIN OBJETO ALGUNO (Parte uno) (Andrés Pérez)
Estoy aquí, con el culo aplastado a la silla encasillado en las cuatro mugrientas paredes de esta casa, departamento, cueva moderna o lo que sea, preguntándome lo que siempre me pregunto ¿Qué maldita sea hago aquí? ¿Qué estoy haciendo? La respuesta más fácil sería decir nada, pero hacer nada es ya hacer algo. Por lo tanto, estoy haciendo algo. Pero… ¿Qué? nada. Entonces ¿Cuál es pues, la verdadera respuesta? Preguntas y respuestas a sí mismo, a su Yo incongruente, indeciso, inexplicable, desconocido, contradictorio, absurdo, irracional, idiota. Interesante juego para realizarlo después de no haber podido dormir un carajo en toda la noche y venirse a sentar en una silla que te maltrata el culo, mientras por la ventana se va colando el primer rayo de sol de un nuevo día que apesta a mierda, a compromisos, a rutinas, a horarios, a vomito social, a desayuno mal hecho, a agua fría que te congela los huesos, a la misma ropa de ayer, de antier, el mismo camino, el mismo autobús, la misma palabrería con los otros, las mismas falsas miradas, los mismos besos y abrazos. ¿Qué carajo estoy haciendo aquí, en esta silla desbaratada, en la casa destartalada, en el país saqueado y en este planeta acabado? No sé, no sé.
Que falta de decisión. Por ahora la única decisión que puedo tomar es levantarme de la silla y dejar que mis pasos arrastren el peso de mi cuerpo hasta la puerta del trabajo o del estudio. Y allí abandonarme nuevamente, acoplar el cuerpo y la mente a ese espacio atiborrado de personas que quizás pudieron dormir toda la noche plácidamente, soñaron cosas lindas y al despertarse no se preguntaron pendejadas sentados en una silla, sino que encendieron la radio y se pusieron a cantar y seguirán cantando el resto del día. ¡Qué vida tan feliz esa! No preguntarse nada. Estar así como en una inercia mental. Saborear la monotonía y repetirla hasta el infinito. Agradecer al señor por semejante vida.
Pensándolo bien, esta mañana podría cambiar las cosas, hacerlas diferentes; por ejemplo encender la radio y cantar y… bailar. Mirar la televisión y escuchar a los nuevos sabios que te venden el positivismo como la única energía que puede mover el accionar de un cuerpo. Sonría, hoy es un día para sonreír. Actitud positiva. Pastillas de POSITIVINA, esas la vende Jota Mario y el presidente del país. Tendría que tomarlas y en dosis mayores. ¿Cuáles serían las contraindicaciones? Adicción, escalofríos, pérdida de la razón. He ahí la cuestión: perder la razón.
Podría, del verbo podrir, estar perdiendo la razón y otras cosas. Como no perderla en este manicomio que es el mundo, donde los más cuerdos son los locos. Y ahora siendo consecuente con la pérdida de mi razón, voy a levantarme de la silla a no hacer nada. A tomarme el medicamento, ojear un viejo periódico en busca de los clasificados, y encontrar un mejor empleo, con un horario más flexible, con patronos no tan patronos y sobre todo con niñas lindas, pero no pendejas. No soporto la pendejada y mucho menos en mujeres bonitas, me parece un insulto a la naturaleza. Pero lo más importante de todo trabajo es la paga, y sino para qué trabajamos. Por placer nadie lo hace, el único esfuerzo que yo haría por placer sería tener sexo y eso depende de varias cosas.
Se necesita mesero, panadero, soldador, taxista, bodeguero, vendedor, chica nudista, operarias en máquina plana y tejido de punto, asesor comercial (vendedor puerta a puerta), maquinista de retroexcavadora, niñera, señora de aseo, mucama, azafata, escobita, profesor de historia, mecánico automotriz, oficinista de tiempo completo. Con ninguno me acomodo, no cumplo el perfil, ya que estoy en plan de tener un cambio en mí mismo a partir de hoy, de asumir la actitud positiva como factor primordial en todo hombre que quiere prosperar, anotemos el de profesor de historia y más tarde llamo, cuando tenga en la mano un teléfono.
Salir de casa no es fácil. Ese nicho que te proporciona una mínima seguridad no lo encuentras en la calle. No hay nada como el hogar, ese lugar el cual consideras tuyo aunque pagues la renta y los servicios cada mes. Abandonar su calor, la familiaridad de cada objeto disperso en el espacio de forma particular. Y entrar de repente a la calle, la inmensa incertidumbre de cemento en la que se agazapan fieras detrás de los muros y en las sombras de las esquinas dispuestas a clavarte sus colmillos en la yugular. De la miseria propia, a la miseria colectiva, de la mezquindad del Yo, a la mezquindad de una masa que se moviliza vertiginosamente en busca de un poco de pan para saciar el hambre. La mirada esquiva, los cuerpos alienados, encapsulados en vehículos motorizados, en el metro que atraviesa la ciudad de norte a sur mientras va devorando y vomitando cantidad de personas arrojándolas a las calles de viejas historias, llamadas con nombres de héroes caídos y desaparecidos en la memoria colectiva de un pueblo que no recuerda ni siquiera lo que es o lo que fue. Ese pueblo que a las 8 a.m. bajo la pálida luz de un sol que va desapareciendo entre los negros nubarrones, se levanta impetuoso a continuar empujando el destartalado carrito del progreso que no va para ningún lado. Este pueblo antaño de campesinos y hoy en menos de veinte años parte de una ciudad explaya como un monstruo entre las montañas. Ya no sé ni dónde vivo. Hoy salgo de casa, la dejo tal cual y unas horas más tarde regreso y ya hay un cambio. Han levantado una torre de edificios al lado y desaparecidos los árboles. Ya no conozco a los vecinos. La gente va demasiado rápido, son fieles consumidores de actitud positiva. Vive la vida al máximo. Y ahí voy Yo, atrás, en busca de la anhelada prosperidad que me coloque adelante.
LA MUERTE DE LOS SUEÑOS (Luna Llena)
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ALGO QUE PASA Y NADA MÁS (Johnny C.)
Está bien, las cosas son así:
Conducía el auto de Al por la carretera, estábamos en su pequeña casa de campo ubicada en los terrenos a las afueras de la ciudad. La lluvia había hecho un desastre el camino y era muy difícil avanzar por la poca iluminación y la humedad del suelo. A mi lado, en el asiento del copiloto estaba Nina, la esposa de Al; tan tranquila y segura a pesar de todo lo que había acontecido en las últimas horas, se retocaba el maquillaje pacientemente, mirándose en un pequeño espejo redondo y rojo que había extraído de su bolso. En el asiento de atrás, empaquetado en bolsas para basura venía Al. Bueno, el cadáver de él. Sentía un terrible escalofrío cada vez que miraba el espejo retrovisor y allí, inexpugnable continuaba esa masa negra que desde hacía más o menos una hora, era mi problema, y digo mi problema, porque yo lo maté.
No voy a decir que lo quería matar, que fue un error o accidente o demás tonterías. Simplemente reñimos y de algún lugar, en cualquier momento resultó un revólver. En mi defensa puedo decir que el arma no era mía, no me gustan las armas, aparte de eso no tengo la necesidad de andar armado. Fue Al, quien lo extrajo de su abrigo, nunca llegué a imaginar que un tipo como él estuviera armado.
De improvisto, Al, apareció en la pequeña casa de su propiedad y se encontró con algo que no debió ser muy grato para él. Allí estábamos Nina y yo, hacíamos el amor sobre el sofá de la sala a la luz y el calor de la chimenea, bajo los efectos producidos por la aventura y unas cuantas botellas de vino. El pobre tipo nos miraba de una manera incrédula, aunque ahora que lo pienso, tal vez se lo esperaba; tal vez ya lo sabía y simplemente quería corroborarlo. En la ventana caía la lluvia, por todos lados había ropa nuestra, y Al, allí, con su sobretodo empapado, con sus zapatos embarrados de lodo, apretando fuerte y fútilmente su maletín de hombre de negocios bajo el marco de la puerta acristalada y corrediza de la habitación.
Pudieron haber sido quince segundos o un par de minutos el tiempo que precedió al conflicto. Yo no sabía qué decir o qué hacer, no sabía si ponerme los calzoncillos, salir corriendo, invitarlo a que se uniera a nosotros o simplemente encender un cigarrillo, vestirme y luego salir de allí. Nina no parecía tan preocupada, se quedó sentada mirándome a mí y dando la espalda a su esposo al que poco a poco se le llenaban los ojos de cólera. Luego de transcurrido ese espacio de tiempo, Al, me arrojó el maletín que llevaba, yo me protegí con las manos lo mejor que pude de ese ataque; pero cuando levanté de nuevo la vista, me derribó con un terrible sopapo. No pude dejar de sentirme extraño en ese momento, porque estaba desnudo y tenía a Al sobre mi, repartiendo golpes como una puta histérica. Por más que luché, no puede quitármelo de encima, aparte no podía hacer más que cubrirme la cara para evitar que el tipo me reventara el cráneo a golpes. Luego, Al, cayó, porque Nina intervino reventándole en la cabeza una botella de vino; entonces me lo quité de encima y me reincorporé bastante adolorido. Nina, con un cigarrillo en los labios, iba y venía por toda la habitación levantando su ropa, luego se sentó de nuevo en el sofá y empezó a vestirse, mientras le reprochaba a Al un montón de cosas que yo no pude oír muy bien porque uno de los golpes me había dado justo en el oído.
Si antes me sentía extraño, ahora me veía irreal mientras Nina sosegadamente se vestía y le recitaba esa procesión de cosas a su esposo, mientras éste trataba de incorporarse del golpe. Cuando lo logró, sorprendentemente le apuntó a ella con el arma y no a mí; susurrando cosas que ni yo estando a poco más de dos pasos pude oír. Nina le incitaba a dispararle mientras se subía el cierre de la falda, Al, seguía amenazando con matarla luego de matarme a mi, entonces me apuntó y apretó el gatillo. Nada. “porquería inservible” le alcancé a oír mientras me le abalanzaba para quitarle el revólver. Fue ahí cuando forcejeamos y luego de un momento de revolcarnos frente a la chimenea, el arma se disparó encajando una bala en el pecho de Al. Me levanté inmediatamente y en lo primero que pensé, fue que por lo menos ya podía vestirme sin problemas.
Empecé a vestirme, Nina guardaba silencio, no estaba ni sorprendida ni conmocionada, miraba el fuego arder en la chimenea. Me dijo que buscaría todo el dinero, luego nos desharíamos del cadáver y huiríamos lo más lejos posible. Aun no sé cuál de las tres ideas me parece la peor. Inmediatamente abandonó la habitación y yo me quedé allí junto al cuerpo, encendí un cigarrillo, descorché una botella y bebí del pico. Jamás se me pasó por la mente ser un asesino; pero allí había un cuerpo sin vida y yo aún empuñaba el revólver en mi mano derecha. Sin tiempo para remordimientos o preguntas a las que jamás iba a encontrar respuesta, me di a la tarea de envolverlo con bolsas para basura, mientras Nina buscaba por toda la casa las supuestas “caletas” que Al guardaba allí.
Llevaba conduciendo cerca de veinte minutos en busca de un lugar para enterrar el cuerpo. Cuando al fin encontré un buen escampado, me percaté de haber olvidado las herramientas para hacer un hoyo responsable. Nina me dijo que era un inútil, un inservible, un bueno para nada; entonces sugirió que echáramos el cadáver al rio. Estábamos aparcados a un lado de la carretera con las luces del carro iluminando el pedazo de tierra abandonado, encendí un cigarrillo y le dije que estaba de acuerdo con todo eso que me decía. En ese momento, me dijo que debería agradecerle ya que ella fácilmente podría acusarme de asalto, violación y asesinato. La verdad con esos señalamientos me sentí más desnudo que cuando en verdad lo estaba, por otro lado sentía algo de alivio puesto que ya no debía cavar ningún hoyo.
Puse de nuevo el auto en marcha, el plan era aprovechar la fuerte corriente del rio debido a la lluvia. Así que estábamos de nuevo en la carretera, está vez en busca de un buen lugar que nos permitiera llegar al rio y abandonar a la corriente el cuerpo de Al. Antes de llegar al lugar indicado para arrojarlo, pude oír un sonido proveniente del asiento de atrás, una especie de quejido o balbuceo. Miré a Nina; pero ella continuaba inmutable. Quise saber si había escuchado o percibido algo, me dijo que dejara de ser paranoico, que seguramente era la lluvia sobre el techo del carro, mi imaginación o el miedo lo que me hacía percibir esas cosas. Yo sentía impotencia, hambre, ganas de fumar; pero no miedo.
Detuve el carro en lo que parecía ser un “buen lugar”. Se podía oír el sonido estruendoso que la corriente emitía. A pesar de que sonaba aparentemente cerca no se podía ver nada. Estábamos aparcados a un lado de la carretera junto a la barrera de seguridad, la lluvia seguía golpeando contra el parabrisas mientras las plumillas luchaban inútilmente contra el pequeño mar que se formaba y caía por el cristal. En ese momento pensé que todo eso había sido planeado por ella, que ella sabía perfectamente que Al llegaría, y que de alguna u otra manera quedara quien quedara vivo, de él también se desharía. Este era un lugar perfecto, bastaba un leve empujón para caer en la furiosa corriente… Mí introspección se vio interrumpida, por un manotazo que me dio Nina, gritándome que si lo que quería era ser encontrado allí estacionado tranquilamente con un cadáver en el asiento de atrás. Salí, rodeé el carro y abrí la puerta de atrás del lado que daba hacia el rio, no sabía qué iba hacer; pero estaba decidido a no dejar que Nina se saliera con la suya. Hale el cuerpo, pero lo encontré demasiado pesado, así que pedí algo de ayuda a esa mujer. Nos tomó una enormidad de tiempo y energía sacarlo de allí. Empezamos a sentir miedo, puesto que no podíamos ver demasiado y desconocíamos el terreno. Allí se me ocurrió que hubiera sido más fácil buscar un puente y arrojar el cuerpo. Demasiado tarde, ahora estábamos al lado de un frenético y desembocado rio que amenazaba en cualquier momento con llevarnos a los tres. De pronto Nina, me apuntó con un arma y me dijo que me apurara en lanzar ese maldito cadáver y que después resolvería si dejarme con vida o no. Me sentí perdido por un instante, hasta que allí en medio de ese torrencial chaparrón, me acordé del revólver de Al, lo llevaba en la pretina de mi pantalón. Esperé el momento indicado, y éste se dio cuando Nina quiso limpiarse el agua de los ojos que la cegaba, entonces solté los pies de Al, y en movimiento rápido saqué el revólver y le disparé. Uno por uno, abandoné los cuerpos a la corriente y ya serían problema de las entidades competentes, o con algo de suerte, nadie los encontraría jamás.
Regresé al auto y lo puse en marcha, encendí un cigarrillo y decidí conducir hasta el pueblo más cercano. Tomar un par de cervezas, buscar ropa seca y comer algo caliente. Ya habría tiempo para pensar en el siguiente paso por hacer.
DESESPERADO (hnz51)
Desesperado.
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Determinado.
Falla...
Encuba sufrimientos,
en esta acción malgastada
inútil y desesperante,
que es la vida
¿Qué es?
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