VIAJE A MARTE (Pablo Ramos)

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EXTRODUCCIÓN 05








Al parecer, va siendo hora de que el hombre inicie la colonización del universo y encuentre, entre más rápido mejor, otro planeta en las mismas condiciones con las que antes contaba el nuestro. Por ahora, es Marte el que está a la vista en el mapa imperial del universo, y ya se piensa para el 2023 mandar la primera colonia de humanos o de soldados. El 2023 no es que este muy lejos y Marte tampoco como para decir que dicha idea es una locura; además el potencial tecnológico con el cual cuenta el hombre hoy en día,  puede dentro de los próximos diez años desarrollarse al cuadrado. Por lo tanto, de algo si podemos estar seguros: se van, se van; pero de que lleguen al planeta rojo o sobrevivan apenas pisen su superficie, eso es algo que nadie puede garantizar, ni siquiera la propia compañía que abrió la convocatoria para viajar a Marte. Este es un viaje con pasaje de ida; pero no de regreso.
Así el panorama, los primeros colonizadores vendrían a ser conejillos de indias, ratas de laboratorio, más específicamente de la NASA. Si sobreviven los veinte  o treinta arriesgados, que esperemos no sean elegidos por su color de piel  y su estrato social sino por su calidad humana; si es que aún existe esta especie de calidad; si ellos sobreviven empaque y vámonos. Si no lo hacen, si se los come el polvo radiactivo, volteemos a mirar para otro lado, para Europa, no la Europa en bancarrota, sino la luna de Júpiter. Pero más rápido llega una tortuga del Guaviare al Japón, que nosotros llegar a semejante luna.
Sin embargo, supongamos que los heroicos colonizadores sobreviven y se adaptan. Ahora, pensemos qué harían en un planeta tan parecido al gran cañón del colorado o al desierto del Sáhara.  Se debe aclarar que, este primer grupo colonizador sería mixto, porque en caso que no lo fuese, la situación sería mucho más crónica. Aunque, no solo de sexo vive el hombre, ni tampoco de pan, el hombre de hoy en día vive de la televisión y el internet, y en el planeta rojo tales cosas no existirían para esa época. En consecuencia, sin poseer lo anterior los primeros  Adanes y Evas de Marte,  harían en primer momento explorar el paisaje color naranja, recolectar y analizar rocas, limpiar el cubículo de tanto polvo, mirar hacia el firmamento tratando de ver la tierra; después hablarían con sus compañeros de su fructífera vida en el planeta verde-azul, más tarde pasarían a los juegos: el fútbol (sin la mafia de la FIFA), las cartas, el parqués, entre otros. Después volverían a hablar de ellos mismos. Luego, vendría  el mutismo y se percatarían que están en la completa nada y que no tienen nada, más que su vida y la de sus compañeros. Y eso es lo esencial.
Puede ser que sientan a partir de esta nada un profundo tedio, que no sería más que la ausencia de las cosas con las que distraemos el tedio en el planeta Tierra, el trabajo, el estudio, la fiesta. Pero esto no significa que los primeros colonizadores caigan en la desidia, en el desespero y en la desgana.
La verdad es que dicha experiencia resultaría para tales hombres y mujeres  la oportunidad de volver atrás en el tiempo, en el origen de los tiempos, en el cual no había máquinas y sistemas.  Allí era la mano del hombre y su trabajo en colectivo que lo hacía todo. Este viaje es la oportunidad de re-descubrir nuevamente las cosas, de nombrarlas, de volver a construir una sociedad a partir del conocimiento adquirido. Los colonizadores de Marte encontrarían en esa profunda soledad anaranjada, la humanización que hemos ido perdiendo poco a poco. Rumbo a Marte es la odisea del desmoronamiento de todos los tiempos: no sociedad, no gobierno, no guerra, no hambre. Y aunque por el sistema científico sean vistos como ratas de laboratorio, a modo personal, cada colonizador Marciánico constataría con estupor la miseria que estamos habitando los que nos quedamos aquí.

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