EN LA MENTE AÚN NO AMANECE (Psyquest)
Anochece, suspira y delira, allí, en lo más oscuro de su cuarto, cuando la luz de los anaqueles estelares traza la invasión de los rasgos de una piel viva. Con esfuerzo, sus pergaminosos parpados se enrollan casi sobre sí mismos, casi intentando pelear contra su natura; empero, sublimes decaen. Ahora está enclaustrado en un mar de pesadillas disfrazadas de sueños, que se envuelven en pequeños huracanes en vísperas de ser valientes tornados, que traman en medio de la media luna faltando un cuarto para las cuatro en el cuarto de la nada. Tan solo remover las cavernas habitadas por cada uno de sus mórbidos demonios. - Oh Thanatos, ¿cuánta pulsión de muerte podéis albergar en un solo ser? Pregunta el iluminado Eros desde el alto de una colina desde donde divisa el estrepitoso dialogo de torbellinos sobre el lúgubre piélago. - Tanto como lo que de Psique en ti se alberga. Dijo. -Pero eso es infinito, pensó Eros. Entonces, calló absorto en el yugo de la mudez como la que una verdad genera ante la impavidez de un ser que habita allí, bajo la supremacía de un padre, que no tiene posibilidad de cambiar el destino, aún siendo inmortal. Así, casi rendido, ante lo que parecía la supremacía de Thanatos, como lo fue ante el castigo de Apolo por sus burlescas bromas; y tan deprimido, como lo había estado ante el rechazo por parte de la ninfa Dafne, reabasteció sus energías y lanzándose a territorios de Poseidón; cayó al estrepito mar, en búsqueda de equilibrar las fuerzas, de compensar los instintos cuando…
¡Catapum! Justo cayeron en su ventana una colorida cuadrilla de aves empedernidas en ser escuchadas con su obnubilante canto, despertando a Martín. Su mente salió de su fase de sueño con movimientos oculares rápidos, como cada mortal lo hace al despertar. Aún obnubilado por los raros vestigios en imágenes de la pesadilla que recién había tenido, y abriendo la ventana para ver el nuevo amanecer junto a su típica sonrisa Cándida, estaba expectante por contarle a su amiga Sucy sus divertidos recuerdos, y en medio de su ignorancia de chico colegial, no pasaba plenamente por su conciencia que realmente tenía el privilegio de ser testigo de las diversas batallas desatadas en su inconsciente, épicas batallas entre su vida, su sexo y su amor, contra su destrucción, su odio y su muerte.
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