NUESTRO MÁS PROFUNDO DESEO (Andrés Pérez)

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Fuerte y pasional es el deseo apocalíptico que existe en cada uno de nosotros; pero que rehusamos reconocer por temor. Esto obedece a que el mundo nos exige ser estúpidamente positivos y esperanzadores, nos conmina a confiar en el caos ordenado en el cual vivimos y a desconocer otro estado de las cosas.
Sin embargo, muy en el fondo deseamos que esto termine, que pare de girar y girar todo el absurdo y complejo sistema de nuestras vidas. Que la amenaza del fin se propague y haga real en todos los confines del mundo; que  cada uno de nosotros sienta en carne propia lo inútil de todo lo hecho. El afán, el acelere de querer llegar ¿A dónde? ¿Para qué?
El deseo por el fin de los tiempos, el fin de la humanidad, el apocalipsis, es el evidente deseo por recuperar en ese mínimo instante antes del fin, lo humano que hemos ido perdiendo a lo largo de la historia y resquebrajar la falsa coraza que recubre nuestra perenne existencia. Desbordar nuestro ser en un gran regocijo, oculto tras un patético pánico, al presenciar la espléndida destrucción de nuestras “vidas”. ¡Cuánto nos gustaría!
Dirán algunos- dándoselas de jueces morales- que desear semejante barbarie y estado de cosas, solo puede recaer en la mente de individuos corrompidos e inhumanos alimentados por un rancio pesimismo y rencor. Solo resta decirles que lo inhumano y lo corrompido no está en desear el fin de la civilización si no en perpetuarla, en querer continuar con semejante locura.

Por lo tanto, ese deseo que habita entre nosotros debemos de reconocerlo sin temores y manifestarlo rabiosamente. Tal cual lo manifiesta el filósofo, pesimista y hombre que es Emir Cioran en su apocalipsis de envolvente prosa y desmesurada soberbia, la cual aclama por el fin de una raza que ya no tiene el derecho a llamarse humanidad. Por el fin de un hombre vacuo y petulante.
Y entre las llamas que lo consumen todo y el caos que se levanta como ingentes nubes de polvo, ver danzar en armónica perfección el cuerpo desposeído de todo ideal, en una nada inabarcable.

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