MONÓLOGO DE UN CÍCLOPE (Johnny C.)
Estoy aquí sentada, soy yo. Sentada. Imaginando, pensando idioteces; tal vez grandes cosas. No. Por encima de todo, tienen que ser idioteces. Como la vida, como un tonto percance. Mira, qué hacer eso. ¡Qué locura! Como él, ella, nosotros. Él ¿Cuál él? Yo, no. yo no ¿De dónde salió él? De los sueños, de las preguntas, de las búsquedas no hechas, de todo lo encontrado, de lo nada buscado. ¿Salir? Entrar, ¿Cuál es la diferencia? Cuando sales inmediatamente estás entrando. Es como cuando despiertas luego de tener un sueño o acabas de leer un cuento o de ver una película. Entonces ¿De dónde? De los sueños podría ser una buena respuesta; pero, por qué él y no otro, por qué yo y no él, por qué él y otro y yo, por qué ninguno. No. yo soy yo. Complicado. No, no. Soy yo someramente. ¿Yo? Cuando digo yo, ¿A qué me refiero? A él, a ella. Esosaquellosotros. Pensar en que no puedo dejar de pensar. A ver, intentemos… Uno, dos, tres, una puerta, un gato. La lluvia. Lluvia que llovía sobre mi cuerpo. Un baño, un día triste; tal vez bajo la lluvia. No, ese día no llovía. Yo veía. ¿Qué día era? Ummmm. Hoy es jueves, si desandamos ocho días, luego martes ¿Qué hice ese martes? Nomeacuerdo. Pero fue mucho antes. Ahora van quince. Otra vez jueves. No, ese no. Maluco, ¿Maluco? ¡¡Horrible!! Sí, mal día; pero ese no fue. Tuvo que haber sido mucho antes. Sigamos. Quince por dos son treinta. Un mes. Difícil acordarse de todo, de todo lo dicho, lo hecho, lo omitido, lo pasado. Ummmm ¿Por qué estoy pensando en esto? No-me-acuerdo. Mientras más cerca a la ventana, más frío. Uno, dos, pasos hacia adelante. Frío. Uno, dos, tres, pasos hacia atrás. Ya no tanto. De igual, la ventana. Él. ¿Dónde está?, ¿Por qué no viene? Es un idiota y yo más esperando cuando de antemano sé, que no va a venir, porque se lo dije Oooooooooo ¿Fue él?, ¿Quién pronunció las palabras? Jueputa. Debe andar por ahí. Silencioso como un gato, imposible darse cuenta. Arrumado en cualquier café sostenido de un cigarrillo, dejando escapar palabras que podrían ser para mí un montón de burbujas multicolores, multisabores, con el imposible trabajo de pintar el cielo, sembrar aire, resucitar vivos. Jugando con el cronómetro de una bomba que estalla mi luz violeta, estrella mi horizonte, estiliza mis vestidos. Lo único bueno que sabe hacer, es hacerme sentir mal; pero me fascina como por esas calles lo logra. Es un idiota, imbécil, torpe, animal. Estúpido. Y el cronómetro se detuvo y no en ceros, simplemente así. Frenado. Y no era su mano. ¿La mía? Mis dedos. Apretar un botón. PUM A LA MIERDA. Entonces, mañana le diré que… no, mañana no. Hoy le digo que ha perdido, que estoy con otro y a él nunca lo he querido. Digo, al primer él; pero ahora el otro es el primer él. Entonces sería para él. A ver, están él y él, él que no soy yo, el otro que no es él, el otro que soy yo y él que es otro. Creo que ahora sí, necesito una aspirina, este nudo esta muy reacio y ya no me quedan uñas. ¡Ahhhhh! Mejor, caminar un rato. Un jean, una tula, una gorra. No, la gorra no. Bajar y salir sin que mamá se de cuenta y empiece con la preguntadera. Mala suerte. No joda mamá. El portazo obligado. Un día frío. Mejor regreso por un buso. Levantar la mano, hola mamá. Fingir no escuchar lo que dice. Subir catorce escalones. De nuevo. A ver, este está muy sucio, este esta muy feo, este no me gusta. Este negro esta bien. De nuevo lo mismo. Catorce escalones. Recuerdo la tarde en que los conté, para llevar a cabo mejor la misión, subía de a uno y me comía un chocolate. Delicioso ascenso, luego se me olvidó; pero como tenía todas las envolturas de los dulces no fue sino contarlas. Y ya. Salir. No hay gritos. No hay portazo. Manos en los bolsillos. Tal vez como haría él. Cuál él. Yo.
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