CUANDO TODO ERA NORMAL (Johnny C.)
Entonces ¿Dígame?
-¿Qué lo hace pensar todo eso? Señor.
-Ya le dije doctor, no sé. Es como si todo hubiera dado un giro. No sé, no sé. No lo entiendo ¿Qué cree usted que pueda ser?
-Bueno…
-No doctor, no comience con su balbuceo técnico. Por favor, sea preciso.
-Aún no tengo suficientes datos para darle algún tipo de apreciación. ¿Por qué no me cuenta exactamente lo que pasó?
-Ahhhh emmmm ahhh, está bien. Bueno. Cuando desperté no recordaba nada de lo inmediatamente anterior, quiero decir, de la noche anterior a hoy. Sólo tengo nociones vagas de la tarde de ayer, cuando todo era normal. Trataba de terminar unos informes importantes para la compañía donde trabajo, la intención luego de eso, era reunirme con unos compañeros e irnos a festejar el buen trabajo que habíamos realizado hasta la fecha.
-¿Eso es lo último que recuerda?
-Sí.
-¿A qué se refiere con la expresión “cuando todo era normal”? No entiendo eso.
-No sé, cuando todo era normal. Trate de entenderme, ¿nunca ha despertado sintiéndose distinto, sintiendo que aunque todo a su alrededor esta igual, es diferente, como si todo tuviera otro filtro, una manera de ser extraña?
-Sí, suele suceder.
-Hoy en la mañana, cuando desperté, no podía recordar nada de la noche anterior como ya se lo dije; tenía un horrible dolor de cabeza, no era cualquier dolor, era totalmente espantoso. Nunca había sentido un dolor tan agudo; se me hacía incluso insoportable pensar. Era como si a mi cráneo le estuvieran naciendo pequeñas estalactitas, que cada vez perforaban más mi cerebro. También me zumbaban los oídos, me dolían todas las extremidades y articulaciones, tenía la boca absolutamente reseca. Me sentía muy cansado, como si hubiera corrido durante horas sin detenerme. Cuando logré entrar un poco en razón y salir de aquel aturdimiento, descubrí que la cama estaba manchada con algo que parecía ser sangre, tenía enormes parches de un rojo muy oscuro, casi negro; iguales a los de mi camisa, que también estaba completamente envuelta en ese líquido pegajoso y escandaloso. No podía creerlo, no tengo palabras para describirle lo que sentí en ese momento, dominado por la desesperación empecé a quitarme toda la ropa y tratar de averiguar si tenía alguna clase de herida que pudiera generar esa situación. Con sorpresa, descubrí que estaba completamente intacto doctor, ni siquiera un pequeño rasguño digno de consideración.
-¿Y entonces que pasó?
-Me dirigí inmediatamente al baño, necesitaba poner mis ideas en orden. Cuando salí estaba radiante, absolutamente limpio. Renovado. Me sentía ligero. Era como si en vez de haberme levantado y duchado, acabara de salir de un confortable masaje.
-¿No me había dicho anteriormente que se sentía muy cansado?
-Sí, pero eso fue antes. Al despertar. Como si me hubiera caído por las escaleras.
-No lo entiendo.
-Yo tampoco. Usted es el doctor. Doctor.
-Y ¿Luego qué pasó?
-Bueno, fue justo después de salir del baño que empecé a sentirme bien, aunque el dolor de cabeza continuaba y el zumbido en los oídos también. Pero, mi preocupación no dejaba de aumentar, puesto que si la sangre no era mía, entonces ¿De quién? Seguía sin poder recordar. Nada. Ni siquiera una imagen o algún momento. ¡Y la sangre! ¡¿La SANGRE?! doctor. Si no era mía, sólo había otra opción; y es lo que más miedo me produce, lo que más temor me engendra. Tendría que ser de alguien más doctor, de otra persona…
-O animal.
-Dígame doctor ¿Hay casos de sonámbulos asesinos?
-Bien, ehhhh...
-Porque no puede ser otra cosa.
-OK, usted dijo que lo último que puede recordar es haber salido a festejar, así que sin importar la manera en como haya llegado esa sangre a su ropa. Usted no estaba dormido.
-¿Me esta queriendo decir algo?
-Yo sólo repito lo que usted me dijo.
-¿Sera posible que…?
-¿Por qué no me sigue describiendo lo que pasó o sintió?
-Luego de haberme bañado y vestido con ropa limpia, seguía en las mismas. Tenía miedo de haber cometido un crimen doctor. Un asesinato. No suelo fumar, y aunque era temprano en la mañana ya había arrasado con un paquete entero. La desesperación me estaba matando, no podía dejar de pensar en qué era lo que había pasado la noche anterior, tenía miedo de que en cualquier momento la policía tirara la puerta de mi apartamento buscándome por asesino… ¿Doctor? ¿No podría hipnotizarme y hacerme recordar?
-Yo soy médico. No mago de circo.
-Pero a ustedes les enseñan eso en la facultad ¿No?
-Mire, le repito. Soy médico que se especializa en las enfermedades del cuerpo, lo que usted necesita es…
-¿Insinúa que me estoy volviendo loco? ¡Qué necesito un loquero!
-Yo no puedo hacer mucho por usted.
-Y si me receta algunos calmantes…
-No, no puedo hacer eso.
-Bueno, bien. Luego se me ocurrió la idea de llamar por teléfono a los amigos con los que había estado la noche anterior, tal vez alguno de ellos podría recordar algo; pero ninguno contestó. Empecé a temer lo peor. Después de colgar la bocina, éste empezó a sonar, inmediatamente contesté; del otro lado estaba la voz de Sussan, mi esposa. Yo podía oírla, pero por mucho que traté, ella no parecía oírme. Repetía y repetía mi nombre, parecía llorar o estar muy alterada; de igual por más que yo trataba de que me oyera, era inútil, no me escuchaba. Lo último que pude escucharle fue un “no te mueras”… Entonces doctor: dígame ¿Estoy muerto?
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada
(
Atom
)
No hay comentarios. :
Publicar un comentario