Cambiar de paisaje

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 Por: Shoegazer


Bate las alas sin ningún movimiento, recorre millas y millas de campos verdes a distintas tonalidades que se reflejan en infinitos espejos, a la luz de dorados soles que caen unos tras otros limitando las esperanzas; pero dejando tras de sí, auras de felicidad incondicional, de preguntas que ascienden hacia lo más alto y caen en forma de lluvias transformadoras golpeando los hombros, los ojos, las distintas calaveras que los días exigen quemar. Enumera rostros ya conocidos, otros cuantos que desea conocer y aunque no lo quiera pocos o muchos de los cuales ya no quisiera acordarse. Si alguna vez tuvieron valor, ahora ya estorban como basura pudriéndose en la puerta de la casa, desechos que atraen carroñeros indeseables compuestos de vacios enormes a los cuales ya no se quiere alimentar. Caen palabras generando enormes ecos  que se alejan lentamente golpeando contra las paredes repletas de pequeños puntos enormes al sentir…
Cambiar de paisaje solo engaña por un segundo, son los mismos pasos por maquillada tierra que se levanta tornándose en nubes de polvo, miasmas tóxicos de colores atrayentes; pero solo queda eso. Eso, hacer camino, conducir los sentidos lacerados, acarrear el cuerpo cansado, estallado, desangrado y arrastrar la sombra que se torna pesada atorándose en cada roca del camino. Muerte es la voz que de pronto vuelve y resuena contra cada oído, muerte es la palabra que repite de nuevo con los labios resecos, con el pequeño hilillo de baba que le queda por este día. Todo está tan solo y sucio, tan podrido y maloliente, tan descifrado y enigmático. Todo. De repente. Surge de nuevo. Se levanta la figura del cristal  un joven callado, mustio, desolado ya no encuentra nada divertido, todo se ha tornado gris y mecánico, se desmorona sobre sus pasos, se derrite sobre sus zapatos. Sabe que todo son mentiras y prefiere la soledad de su cuarto a la estadía insulsa sobre la cinta en lo que todo es transportado. Desorientado ha cambiado las colombinas por los cigarrillos que ahora chupa con rabia, desdicha, antipatía, desesperanza. Ha perdido la fe en las palabras, en los dioses, en los hombres, en los gobiernos, en la humanidad…
Solo le queda un sí mismo que no reconoce, poco a poco desaparece ensimismado en sus pasos, mirando sólo y sin expresión la punta de los zapatos, obligándose por momentos a no pensar en nada, una práctica con los años mejorada. No hay a dónde mirar, levantar la vista no es tan fácil cuando se convierte en kilos de imágenes, en momentos que jura haber vivido, en instantes que sabe repetidos. Camina lento porque no sabe de ningún destino, suspira al despuntar la noche; otra boca salvaje de piel misteriosa a la cual, se arroja lleno de silencios en pequeños lapsos de desasosiego inspirador…  

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