PORTADA-DIMENSIÓN 21, septiembre de 2013
“Los recuerdos no pueblan nuestra soledad, como suele decirse;
antes al contrario, la hacen más profunda”.
Gustave Flaubert
LAS SIGUIENTES PALABRAS (Urraca)
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8:52 p.m.
DIMENSIÓN 21
,
Dimensiones Revista Literaria
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Extroducciones
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Urraca
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EXTRODUCCIÓN 07En lejanos días en que aun no contaba siquiera con diez años, soñaba intensamente con el tipo que pasaba sus horas en el río, recolectando múltiples piedras de diversas formas, texturas y colores. Según lo que intuía, pasaba el tiempo allí, buscando un medio para olvidar alguna tragedia que en el pasado le marcó notoriamente. Pensaba que el río y el contacto directo con la naturaleza le darían paz; que quería hacer un alto en el camino, medir la vida desde sus pasos descalzos, sacar conclusiones de esa turbulencia disparada en opuestas direcciones en que se había convertido su existencia. Comprender, resumir, indagar, rastrear los momentos que lo habían llevado a ese paraje, a ese lugar sin barreras en el tiempo o del espacio.
En una tarde de fina llovizna, me acerqué tímidamente a aquel hombre; presentía que ese día, en medio de un nublado atardecer podría conocer realmente al ser que de vez en vez, se cruzaba en mis sueños. Me acerqué, se encontraba cortando algunos troncos, tenía unos treinta años como máximo, le pregunté cuál era el nombre del perro que le acompañaba, “no tiene nombre aún”, me dijo; descargó su hacha, se sentó y me contó la historia de cómo había encontrado aquel perro. Pude compartir con este hombre una buena tarde, hablaba de su vida y experiencias ocurridas a lo largo de ésta, y de lo pronto que anochecía en los últimos días. Ese fue el último sueño que tuve con aquel hombre, y en el único en que pudimos cruzar palabras y conocer realmente su historia. Transcurrió una larga década hasta que nos volviéramos a cruzar en medio de mis sueños.
Cuando llegué a la edad de diecinueve años, la soledad me había llevado a la escritura, escribía sobre paisajes, animales, historias de amigos en las montañas y románticas cartas de amor. Recordé los sueños que tuve de aquel hombre y deseé escribir al respecto, mi imaginación y mis recuerdos viajaron a ese lugar. Escribí algunas frases vagas y sin sentido, nada que me convenciera realmente, decidí buscar un lugar semejante al río con sus orillas, vegetación y diversidad de piedras, recorrí varios lugares, algunos muy similares, otros no tanto; pero en realidad ninguno que recreará vivamente lo que años atrás viví por medio de mis sueños, en los que aquel solitario hombre pasaba sus tardes en función de su concupiscencia de vida, tranquilidad e interiorización. Divagué solitario por muchos parajes naturales, hermosos, llenos de vida, magia y armonía, me sentaba en grandes rocas y prados extensos, a escribir sobre lo que vivía, sentía, respiraba y percibía de aquellos lugares. Noté entonces, como naturalmente, –deseándolo o no- en medio de todos mis escritos, se creaba la historia de mi vida en el campo, en los ríos, en los árboles, sus animales, sus piedras. Escribía también, la historia de aquel hombre, pero no recurría a mis sueños para incitar las frases y palabras que la conformarían, no; recurría a la vida misma. La vida se me tornó hermosa y naturalmente inspiradora a partir de aquel día, brotaban de mi mano las palabras como un torrente de agua viva. Durante varios años, visitaba parajes y lugares naturales, en compañía de mis escritos y mis libretas; también soñaba mucho con los ríos y los bosques, pero nunca volví a soñar con aquel hombre que disfrutaba recolectar las piedras.
Hoy a la edad de treinta años, he decidido recopilar todos mis escritos de juventud, releer las historias que escribí, los cuentos que creé, las frases que desnudaron mi alma, los personajes ficticios que fueron mi compañía, los lugares que habité.
Hoy en esta tranquila y susurrada tarde, tomo todos mis escritos, viajo a la orilla de un río, contemplo las aguas, las piedras y todo a mi alrededor; tomo una de mis libretas, busco la primera página y leo mentalmente las siguientes palabras:
“En lejanos días en que aun no contaba siquiera con diez años, soñaba intensamente con el tipo que pasaba sus horas en el río, recolectando múltiples piedras de diversas formas, texturas y colores. Según lo que intuía, pasaba el tiempo allí…”
POLÍTICA CON PIMIENTA (Don colombiano)
Queridos colombianos tengan ustedes un Uribísimo saludo. Hoy les dirijo mis palabras de forma breve pero precisa, para expresar primero que todo la gran alegría producida por la excelente noticia de la postulación al Senado del respetadísimo y recto señor pacificador de estas tierras, el dignísimo doctor Álvaro Uribe Vélez y los demás ilustres caballeros entre los que destaca el iluminado José Obdulio Gaviria, quienes junto con Luis Alfredo Ramos Botero, de quien esperamos se demuestre su inocencia ante las calumniosas acusaciones de tener vínculos con las autodefensas; retomen la regencia del poder y rescaten la descompuesta seguridad democrática, víctima de la inoperancia de un Presidente que se dedica a tintear con los bellacos de la Nación y no a combatirlos a plomo seco. Por eso entusiasmado y hasta excitado, hoy me adhiero a la lista del Senado por el centro democrático: Álvaro Uribe Vélez ¡PARA-SENADOR! Don Colombiano ¡PARA-POLÍTICO!
Por otra parte, estoy indignadísimo con el descaro de ciertos sectores degenerados de la sociedad que buscan culpabilizar de la tragedia de aquel chuzo llamado Nigth Club, a los agentes que acudieron a realizar un operativo de rutina al establecimiento y se vieron obligados a utilizar el inofensivo gas pimienta para que los borrachines salieran, cuál cucarachas fumigadas del agujero en el que estaban atrincherados. Lastimosamente, murieron unos cuantos sujetos que presos del pánico y de la borrachera se desplomaron por las escalas del club. Es la muerte de estos individuos lo que pretenden achacarle a nuestros policias que noche tras noche con el corazón en la mano, trabajan para proteger nuestras vidas. ¡No lo puedo creer! Me tienen que demostrar, con pruebas en las manos, cómo el gas pimienta puede matar a un individuo. Y me deben explicar por qué semejante chuzo opera hasta las 6 a.m. sin tener permiso. ¿Ah?¿Quiénes son los verdaderos culpables, la autoridad o la dueña del lugar que se negó a abrir la puerta? Menos mal que contamos con eficientes medios de comunicación que nos permiten conocer como la policia es inocente. Así que, por el momento dejen de lanzar falsas acusaciones contra nuestros agentes y cojan oficio.
POEMAS (Urraca)
Transición
Escuché una canción que habla de ti,
de tu vida en el mundo.
Leí un poema que deseo recordar
en una charla contigo.
Me contaron una historia de un hombre,
sentado en un bar gritando tu nombre.
Contemplé una pintura que plasma sutilmente
tu rostro en una noche áspera.
Todo sucede en el oleaje de mi memoria,
hace brillar mis ojos, acentúa mis palabras.
Eres un futuro que tarda en abrir sus ojos,
un pasado elegido entre millones para estar aquí.
Cantaré una canción reivindicatoria,
escribiré un poema con palabras irremediables,
contaré una historia que la llene el silencio,
plasmaré frente a mí, tu cuerpo amalgamado en colores.
…El uno frente al otro.
Soledad palabra y acto
Las soledades me visitan,
sus manos dormidas se meten
en mi vida, en mi fantasía.
Vienen, me atrapan y me llevan
casi dulcemente, a otro camino,
otro rumbo, otro mundo.
Las almas que logren atrapar,
las desbordarán en una sed infinita.
Donde quiera que la soledad se halle,
habitará un laberinto que traza
una sucesión de millones
de amaneceres y ocasos.
Son muchas las vidas sumidas en soledad,
poseídas de letras escritas en sonetos.
Seres que sueñan, risas que se diluyen
entre los cuatro puntos cardinales.
Vidas consumidas en un estado de
profundo miedo a lo inmenso.
sus manos dormidas se meten
en mi vida, en mi fantasía.
Vienen, me atrapan y me llevan
casi dulcemente, a otro camino,
otro rumbo, otro mundo.
Las almas que logren atrapar,
las desbordarán en una sed infinita.
Donde quiera que la soledad se halle,
habitará un laberinto que traza
una sucesión de millones
de amaneceres y ocasos.
Son muchas las vidas sumidas en soledad,
poseídas de letras escritas en sonetos.
Seres que sueñan, risas que se diluyen
entre los cuatro puntos cardinales.
Vidas consumidas en un estado de
profundo miedo a lo inmenso.
LA OSCURIDAD NOS TRAGA SIN VACILAR (Johnny C.)
Están cansados como todos o como nadie, asumen que es necesario mostrar o imponer una situación; tal vez un pensamiento, incluso la palabra o idea necesaria para terminar de una vez con un período de tiempo, con la desgracia que los lleva de nuevo, cansinamente, a la caída preconcebida, al abismo que siempre ha estado y forma el sentimiento de derrota contra el que se luchó desde siempre y nunca se pudo doblegar. No totalmente, ni siquiera hasta el límite de lo tolerable; entonces tratan de imponer la palabra. Su palabra, contra el muro inamovible, impávido, descolorido y ciego que solo busca abrir camino contra el horizonte y cerrarse, completar el círculo, demarcar el territorio conquistado; teniendo siempre presente aquel que se le ha escabullido por razones conocidas de antemano y que aborrece; pero que no puede dejar a un lado u olvidar…
-¿No es así? -Pregunta una voz femenina desde la oscuridad. Vuelvo a percibir el sonido que ya había olvidado, al que vencieron las voces sin rostro que me acompañan. Me limito a hacer un gesto para nadie, tal vez dedicado a la oscuridad o a mi antes ignorada incomodidad, a mis súbitos deseos de irme. Pero lejos. De nada sirve huir a otro lugar conocido ¿o será al contrario?, ¿de qué sirve largarse a algún sitio desconocido, cuando lo primero que se tiene por hacer es conocerlo? Volver a empezar, caer en lo mismo; trastabillar con las mismas situaciones, anhelos, sueños y esperanzas que poco a poco se fueron esfumando y sufrí o entendí su pérdida; asumiendo descaradamente y sin solución: su mentira. De nuevo, se ha apagado el sonido.
Chirría el quemador eléctrico y pronto se ve nacer una flama azul que extrae mi rostro y mis hombros de la oscuridad junto al de Víctor, que acerca un cigarrillo pendiendo de sus labios a la llama azul que arde etéreamente.
-Jamás sentí tan trabajoso encender un cigarrillo -Le oigo decir, mientras por décimo tercera o cuarta vez, la oscuridad nos traga sin vacilar. Siento como se aleja y se me ocurre que no es él, que Víctor ha pasado a formar parte de la penumbra eterna que me envuelve y se retuerce alrededor mío. Se reanudan las voces. El sonido. El extremo naranja permanece quieto como una estrella lo haría del cielo en una noche limpia. Pronto empieza el oscilamiento normal entre lo que podría ser el manillar de la silla o las rodillas de Víctor hasta sus labios. Todo está obscuro, estamos en la cocina básicamente porque en toda la maldita casa no hay encendedor o fósforos, ni siquiera un cacho de vela. Entonces nos mantenemos cerca de lo único que puede darnos fuego; pero desgraciadamente no podemos portar.
No puedo ver nada, pero sé que Víctor está sentado en una silla apoyada contra la pared entre una mesa cuadrada y la nevera que cada espacio de tiempo reanuda su eterno ronroneo. La mujer está tirada sobre la baldosa, si extiendo las piernas lo más seguro es que mis zapatos impacten sus tobillos. Un rectángulo de pálida luz lunar dibuja parte del cabello de ella que se entrelaza como un bosque muerto en un cielo gris de invierno; de vez en cuando, ella pasa uno de sus antebrazos estirando el cabello, queriendo peinarlo, alisarlo, quizá tratando de que la luz toque cada fibra y la cubra. De pronto, el ramaje se retira y desnuda el rectángulo. Siento como ella. Juana. Se incorpora, se estira y limpia sus ropas con sonoras palmadas un momento antes de escuchar de nuevo el chasquido del encendedor. Esta vez, es Juana quien acerca un cigarrillo a la flama, con una mano lleva su cabello hacia atrás tratando de protegerlo, mientras de lado, con un movimiento inseguro trata de encender el cigarrillo que cuelga delicadamente de sus labios. Me mira y es como si me viera por primera vez, como si acabara de descubrir mi presencia; me sonríe por un momento y luego enciende el cigarrillo. Con la flama aun viva me pregunta si quiero fumar, le digo que sí, me extiende el que tiene en sus labios y pronto enciende otro para ella. Apaga la flama. Desde las tinieblas el mismo sonido que ya me tiene harto. El cielo se ha quedado sin bosque porque Juana decidió sentarse sobre el mármol de la cocina, ahora ese pedazo de baldosa plateada parece una desolada pista de hielo cabalgada o sobrevolada por el humo de cigarrillo que asciende lentamente sobre ese espacio gélido.
-¿¡Qué increíble!? -dice Juana- El poder que casi cualquier, por no decir la totalidad de los fumadores cargan en su bolsillo. Se lo quitás y quedan como un bobo sin mama, como el hombre sin dios o una silla mocha de cualquiera de sus patas. Es la intrincada… “sigue hablando a pesar de saber que no esta siendo escuchada, que lo hace para nadie; tal vez y es poco probable para ella misma o la oscuridad, incluso y por qué no, para el rectángulo que blanquea el suelo. Quizás, le habla a la luna que se asoma por el cristal como el ojo atrevido de un chiquilín buscando espiar a los mayores mientras hacen el amor o sostienen una conversación de carácter privado y juegan a las cartas emborrachándose…” –Pero bah, todo tiene que ser así… “su rostro se enciende y se apaga por segundos y siento su mirada clavada en la ventana; aunque me puedo estar equivocando, puede estar mirando la pista de hielo o tratando de adivinar dónde está el muro más cercano”…
-Bien muchachos, creo que me voy a dormir. Igual quedan en casa, siéntanse como en casa, diría la tonta de mi madre.
Oigo como su cuerpo cae al suelo casi sin ruido, camina y por una fracción de segundo puedo ver su figura bañada por la luz lunar hasta ser tragada otra vez por la oscuridad latente. Más allá, patea la botella con la que Víctor hace tanto ruido; entonces lo putea y lo manda al carajo quejándose de un dolor en alguno de sus dedos, y yo no puedo evitar reír y Víctor también se burla ruidosamente; mientras Juana nos aconseja que nos vayamos para la grandísima puta mierda, y tal vez sale de la cocina.
Quizás debí haberme ido cuando lo pensé por primera o última vez. No sé; pero ahora tengo desgana de quedarme solo junto a él, porque intuyo, quiero y al mismo tiempo no hablar, tratar inútilmente con palabras lo que ya se sabe; pero por orgullo, resignación oculta o desprecio aceptado se ha evitado. Al igual que tantas veces esta noche, el rectángulo es deformado y la llama azul renace junto con el olor a tabaco.
-Cuánta razón tiene Juana- me dice Víctor.
-¿En lo del fuego y la falta de éste?
-No seas pendejo, en lo que vos y yo deberíamos irnos a la mierda, porque ella lo sabe y yo lo sé al igual que vos. No trates de convencerme que fue por otra cosa, por el tropezón con la botella. No te insultes así de feo, no me veas cara de idiota. -La flama azul arde, puedo ver o imaginar los ojos de Víctor mirándome directamente desde la altura, me ofrece un cigarrillo que acerco a la llama y apenas enciende, ésta se extingue y siento, en silencio, regresar a Víctor al sitio donde ha permanecido toda la noche.
-Da igual, no sé -Le digo- En lo que sí le puedo dar la completa razón, es sobre el fuego, porque es estúpido permanecer aquí sólo para poder encender los cigarrillos, me da asco de mí mismo, de ella, de vos; pero sobre todo de mí. Te lo recalco, no porque crea que no me hayas oído, sino para poder entenderlo, digerirlo y aceptarlo. En cuanto a lo otro. No sé vos; pero yo hace mucho rato que me fui con boleto directo, es más, creo haber llegado y encontrado estadía. Incluso te puedo decir que me siento bien y que no me importa.
-Ese es el problema con vos -me responde Víctor luego de un largo rato de silencio. -Nunca aceptas las cosas como son, siempre andas tergiversando, destruyendo. Te jactas de aceptarlo y estar; pero sos un traficante, vas y volves siempre procurando llevarte a alguien, porque en el fondo lo que no queres o no has entendido es que te toca sufrir solo.
-Eso que decís, lo decís buscando un premio de consolación, como una jugarreta sucia; sacudiéndote los bichos de la ropa. Execrando tu culpa… Te jode estar aquí, te recontrajode que yo este aquí, que ella haya insistido con mi presencia; porque lo que imaginaste como una noche para ustedes dos terminó en esto… Andá, despertala y decile que la queres, que ya no soportas no poder tocarla o besarla; decile cuánto odias que te pregunte por mí; que la deseas desde un principio y que es estúpido continuar con esta tontería, con esta miseria o parodia telenovelesca. No sé, aprétate el cinturón. Podes hacer todo eso que te acabo de decir o simplemente podes mandarla a la mierda. Y listo.
El pálido rectángulo ha desaparecido y sobre el techo se puede sentir el crepitar de la lluvia, oigo como caen las patas de la silla donde está sentado Víctor; pienso que tal vez quiere encender otro cigarrillo pero no tiene la entereza o la valentía o los ánimos de verme la cara.
-Qué falta hace un trago en una situación como esta -continúa hablando Víctor -Negame que todo eso que acabas de decirme, es justo lo que vos queres hacer y por una u otra razón no sos capaz; porque te detiene lo mismo que a mí. La misma razón, sentimiento, fuerza o debilidad, y antes de que digas algo, yo te voy a decir qué es sin miedo a equivocarme; pero antes necesito que me digas si sí o no. Porque siempre hay un escape y vos sabes mucho de eso…
“Lo que sea que vaya a decir ya lo sé, incluso me atrevería a vaticinar las palabras exactas; pero no importa, quiero darle el lujo, la oportunidad de que se sienta mejor con él mismo. Porque desde siempre o desde hace cinco minutos no valen las palabras, porque estoy cansado, repleto de tedio, asco, podredumbre, desprecio e indiferencia; porque tal vez estoy muerto y aun no me he dado cuenta de ello”.
–Si te hace bien, décilo -Me oigo a mí mismo como si estuviera al otro extremo de la habitación, como si tuviera gusanos y pantano en vez de labios, lengua y dientes; con una voz tan clara y fuerte que por primera vez en toda lo noche no se dirige solamente a la oscuridad”…
El silencio es aplastado por la voz femenina, casi apagada de Juana, confirmando el encuentro tardío de un encendedor en alguno de sus bolsillos. Se me ocurre que nunca se fue, que jamás abandonó la cocina, que siempre estuvo ahí, abrigada por la penumbra bajo el marco de la puerta. No recuerdo haber escuchado pasos de retirada o de inminente llegada en el silencio de la noche. Se me ocurre que allí, de pie y en la oscuridad, hizo parte de la conversación, a la cual no estaba invitada y donde era la actriz principal.
10 PASOS PARA TOCAR UNA NUBE (Violeta)
Mi hermana había hablado conmigo a las 7:00 a.m. Ella estaba en un nevado y yo en un tren rumbo a la universidad. Esa mañana, luego de la conversación se me ocurrió la brillante idea de escribir los pasos para tocar una nube:
1. Vuelva a tener 6 años (No importa si tiene 8,10,15,20 ó 100 la imaginación todo lo puede).
2. Extienda sus manos al cielo (Sin rezar el Padre Nuestro).
3. Cierre sus ojos y visualice una montaña que toque el “cielo” (El Everest también sirve).
4. Sea feliz.
5. Como ahora tiene 6 años, ría fuerte ante la vida, olvide todo (Si fuma, fume, si no, no).
6. Apachurre sus manitos de niño como si tuviera lo más valioso allí adentro.
7. Sienta que es suave como el algodón y frío como el hielo.
8. Disfrute su viaje a la montaña siendo un niño.
9. Abra sus manos y libere su tesoro.
10. Vuelva a la vida y disfrute de las cosas pequeñas que ésta te brinda pues son las más valiosas.
Cuando llegué a la universidad sentí la inmensa necesidad de descalzarme como de costumbre y volar a los infinitos universos de mi mente.
EL SERMÓN ANTES DE LA MISA (RH)
Son las cinco y media de la mañana de un día cualquiera y el alba aun no destila sus albores sobre el horizonte. Solo el silencio de la fría madrugada que se ve alterada por la fuerte voz de un hombre, quien con mirada de clarividente invoca a todos los Santos, mientras predica la palabra de Cristo a sus inexistentes amigos y feligreses. Es la primera misa del día oficiada por un hombre solitario que no tiene credencial de sacerdote, pero que conoce las santas escrituras de pe a pa y posee el envolvente apasionamiento para expresar la Santa palabra.
Su aspecto es desaliñado, su cabello hirsuto y su rostro es de tez gruesa y marcada por fuertes líneas, los ojos expresando cierta ironía hacia lo que ve. Ataviado con su viejo saco para socorrerse del frío que desciende de las montañas, se apoltrona en su púlpito, que no es más que un montículo de piedra sobre el que se domina gran parte del parque, y de espaldas a la iglesia (como silenciosa protesta), sin mediar falsos protocolos, sin interesarse siquiera en la presencia o no de oyentes, irrumpe su palabra que huye de una garganta de cuerdas vocales irritadas por tantas jornadas de hablar a pulmón limpio en un espacio abierto y tan grande, en el que se pierden las palabras. Pero esto es algo que no le parece importar, como tampoco le importa lo más mínimo que le tilden de loco o de Cristo loco. Lo único que parece interesarle es predicar la palabra de Cristo, del gran Pastor, a pesar de que esa misma palabra dicha y redicha en los templos del catolicismo por los mercaderes de la fe, se encuentra tan vaciada de su verdadera esencia, que hoy no vale nada.
La primera misa o llamémosle sermón para prescindir de ese término tan católico, es a esta hora de la madrugada y casi todos los días; aunque esta constancia en el sermón también depende del factor medio ambiente. A veces predica al medio día y muy de vez en cuando en las horas de la noche. Todo según las circunstancias que él considere. Al sermón de las cinco no asiste nadie, ni siquiera las palomas que dormitan en los tejados del kiosco o los gallinazos distraídos en rasgar las bolsas de la basura. Los pocos transeúntes atraviesan fugazmente por el parque llevados en el afán de llegar a los lugares de trabajo o de estudio. Sin embargo, una que otra palabra se les queda revoleteando en la cabeza, quizás la palabra “HERMANOS” con la que siempre da inicio a sus sermones o la palabra “AMIGOS”, la cual quisiera apelar a la atención de sus inexistentes interlocutores. En fin, hasta la misma palabra: “SANTO”, que repite apasionadamente y parece estar queriendo invocar al presidente de este país para que nos salve del mierdero en el que nos tiene sumergido. Al parecer a él no le interesa la política en el sentido de politiquear; sin embargo no se mantiene al margen de la problemática social de la nación y más propiamente de nuestra comunidad. Se le puede ver detenido en medio de la multitud que se aglomera en el parque en ocasión de un evento social o desde las sombras de las esquinas, observando detenidamente cada suceso, recopilando información, y con el agudo análisis de un sociólogo formulando tesis sobre una sociedad descompuesta, las cuales se expresan madrugada tras madrugada, en su maltratada voz y que recae en los oídos sordos de quienes, al llegar el alba en rumorosos arreboles y atraídos por el encantador repicar de campanas, conducen sus pasos hacia la iglesia y sacándose los tapones de sus oídos se permiten escuchar la santa palabra del sacerdote certificado por la diócesis y el Vaticano. Mientras que el predicador desaparece dejando un profundo silencio en el parque.
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