El TICKET PARA EL TREN DE LA MAÑANA (Johnky)

No hay comentarios.


La ciudad. La noche. El frío. El desespero. El olor a podredumbre. Las pastillas… Mierda. La ciudad. La noche. Las luces. La lluvia. La confusión. El oscuro presentimiento de saberse perdido. Los bares. Las mujeres. El Rock. El alcohol. Las nubes de nicotina. Los gritos. La miseria. La lucha. La sangre. Los hombres. El dinero. La apariencia. Las miradas. Los semáforos. Las drogas. La cerveza. La gente. Los amigos. Las conversaciones. Los conocidos. Los no tanto. Los enemigos. Todos. Mierda…

La ciudad. La noche. El desespero. Las pastillas. Las luces. La confusión. Los bares. Las mujeres. El dinero. Los hombres. La apariencia. Las miradas. La gente. Los amigos. El alcohol. Las conversaciones. La mierda. La podredumbre. El rock. Las nubes de nicotina. El oscuro presentimiento de saberse perdido y con la brújula descompuesta.

La noche. Las estrellas. La tristeza. Las pastillas. Los cigarrillos. Las luces. El desespero de sentirse una mierda. La ciudad. Los semáforos. La gente. La confusión. Los bares. La cerveza. Las mujeres. Los hombres. ¡Hey! Kids, rock’n roll. Los falsos amigos. De nuevo las luces. Otro bar. Más pastillas. Menos amigos. Una desconocida. Una mirada. Una sonrisa. Un hola. Otra sonrisa. Un cigarrillo. Más cerveza. Menos tristeza. Una palabra. Una frase. Otra sonrisa. El baño. El vómito. Una figura borrosa en el espejo. Mierda… La noche. La ciudad. La tristeza. Las pastillas. La luna. El autobús. Las luces. Los semáforos. La confusión. Una nena de labios delgados y ojos azules, tal vez verdes o  ambarinos. Pequeña primavera en medio de una lata apestosa a gasolina y sudor; a pereza y tedio. La mirada. De ella. En el cristal. En la noche. En la calle. En las luces. En el pasado. En el futuro. El presente no existe o por lo menos es de lo que menos se tiene noción.
La noche. La tristeza. Las pastillas. La luna. El autobús. La ciudad. Las luces. La confusión. Una nena de ojos azules o violetas o simplemente negros. Pequeña y dulce flor asentada en este árido jardín de desteñidos colores. La mirada. De ella. En mi mirada. El roce de los hombros. Un hola. Una sonrisa. No tengo ganas de dar explicaciones, simplemente permanece en silencio y déjate llevar. La música. En mis oídos Radiohead. En los de ella tal vez Crystal Castles, The Horrors, quizá Bloc Party. La lluvia sobre la ventana. El bombeo de gasolina al motor, de su piel a mi corazón. Una pastilla. ¡Claro que sí! Un trago de whisky. No quiero caer de nuevo. Explosión en el cerebro, en el estómago, en sus labios, en el pequeño brillo de luz en sus ojos. La ciudad. La noche. No me dejes caer. No me dejes nunca. La lluvia. El neón. Los cigarrillos. Besos de nicotina y alcohol; desespero y nostalgia; soledad y tristeza; confusión y tedio. El frío. La lluvia. Los semáforos. La gente. Formas borrosas. La luces. Destellos inciertos. El cielo cerrado. La salvación oculta. Los bares. La gente. El rock. La cerveza. El humo. Los gritos. La risa. El sudor. El desespero. Las luces. El ruido. La gente. El calor de una mujer. Una cerveza. Un cigarrillo. Otra cerveza. Uno, dos cigarrillos más. Otra botella, tres, cuatro cigarrillos. Una rueda. Un beso. “Immigrant song”. Su mirada azul. Su piel transparente. Ese aliento dulce y misterioso. Palabras en los oídos. El martillo de los dioses. Sueños rotos. Quehaceres dudosos, vida envolatada y mis dedos cabalgando hacia la primavera caliente, hacia el valhalla. Realidad perdida. Viejos recuerdos. Futuro incierto, negado, destrozado. Otra canción, mucha gente, mucha tristeza. Demasiada nostalgia. Vámonos de aquí viejo. Llévame a un lugar lindo y sangriento; llévame al otro lado de la noche. Miénteme y dime una verdad. Sé tú, sé yo. No me dejes ir, agarra mi mano. Zambúlleme en tus brazos, arrástrame por la luz. Toca mis tetas, mi cuello. Besa mi desesperación, mis desgarraduras. No tú. Dame un cigarrillo, acaríciame hasta romperme la piel, dame un beso con la lengua, fúmate mi mirada, déjame caer, déjame verte partir sin mirar atrás, dame la tonta esperanza de ver aparecer tu abrigo en una mañana de invierno. Sé mi lluvia, mi luz, sé mi amante y lárgate con otro que también te dibujará paisajes; pero no sabrá colorearlos. Regálame de tu dulzura, hazme esperar, enojar, putear; hazme cometer locuras, para poder tener un poco de tu sonrisa, algo de tu olor, bastante de tu piel.

La ciudad. La noche. La soledad. Las pastillas. El frío. El desespero. Una mujer. Un bar. Las calles. La gente. Ya no tanta. El frío. El olor a alcohol, a gasolina, a orines, a lluvia. Mucha más. La soledad de los parques. Los bares, los cafés. El aliento caliente, el aire nauseabundo repleto de jóvenes repletos de ruido, conversaciones insulsas, sueños, metas, esperanzas, mujeres, mentiras, miedos, amores, odios. Llévame a cine y no me dejes dormir, no me dejes llorar; llévame a ver una peli con final feliz, porque son más difíciles de creer. Llévame al cine y tócame en la oscuridad, amémonos en la oscuridad, seamos en la oscuridad. Llévame a cine y seamos los protagonistas, bésame cuando se besen, estrújame cuando se estrujen, ódiame cuando se odien, vete en cuanto ya no se aguanten más. Suicídate si muere. Yo haré lo mismo. La ciudad. La noche. El frío. Un viaje. La soledad. El desespero. La nostalgia. Las pastillas. El movimiento. La mujer. Dijo que se llamaba Angie, mientras encendía un cigarrillo. Angie hermosa. Suena a susurro, a fruta dulce, a roce de labios, a calma después de la tormenta “and you can’t say we’re satisfied” Angie “you can’t say we never tried”. El frío. Las calles. La gente. Los bares. El rock. La confusión. Abandonamos el cine en cuanto comprendimos que nunca llegaríamos a ser tan felices, tan preocupados, tan conscientes, tan románticos, tan metafísicos. Nos sentamos en cualquier acera. Entre espasmos de risa, terminamos la botella de whisky porque nos negaron el ticket para el tren de la mañana. Angie. Vos preferías caminar y dejar que la noche nunca terminara.



La noche. El frío. La ciudad. El frío. Angie. El frío. Angie mi amor, necesitamos más whisky, más cigarrillos, más lluvia, menos tristeza, menos soledad.  Caminamos las calles. El frío. La noche. El frío. La lluvia. La vida. El frío. No hay a donde ir, no hay a donde llegar. La vida es una patada en el culo, los sueños son la fuerza de esa patada. El deseo es grande y seguro, el descenso inevitable. La vida. El frío. La noche. El frío. La ciudad. El frío. El puente. Llegamos a un puente y me dijiste que te querías suicidar, me dijiste: “viejo, tirémonos y estampemos todo este desespero, tanto desasosiego, soledad y tristeza contra el pavimento húmedo por la lluvia”. El aire. El frío. Tu cabello enmarañado al viento. El aire. El frío. El metal mojado. Tu mano sobre la mía, tu cuerpo junto al mío. El aire. El frío. Los cigarrillos quemándose en los labios. El ascenso. El humo. El aire. El frío. El frío. El frío. El Frío.

No hay comentarios. :

Publicar un comentario